Duele cuando el odio, encapuchado en negro, desembarca en una porción de costa y repta con intereses espurios; irrita cuando la maldad se ensaña en gente noble, que vive a la vera del mar, y pone, como auténtico pintor, colores a una vida nueva. Y, definitivamente, estalla la cólera, cuando un vendaval de arteras balas horada las tablas de una sencilla vivienda y desgarra la carne de niñas que antes de irse a la cama jugaron con caracolas y estrellas regaladas por las olas.
Necia y violenta, la horda que irrumpió el 12 de octubre de 1971 en Boca de Samá, poblado del litoral holguinero, en el municipio de Banes, vino resuelta beber a sangre en un macabro festín. Nancy Pavón Pavón, de 15 años; su hermana Ángela, de 13 años, y Jesús Igarza Osorio, también residente del asentamiento, resultaron heridos.
El rechazo a los bandidos causó heridas al sargento Carlos Andrés Escalante y la muerte del combatiente del Departamento de Seguridad del Estado Lidio Rivaflechas Galán y del auxiliar de Tropas Guardafronteras Ramón Arturo Siam Portelles.
En Boca de Samá perduran rencores. Lo demostró con presencia en el acto conmemorativo del triste suceso, Yudirka, la hija de Ramón Arturo. Los proyectiles que ultrajaron el cuerpo de este, también desgarraron el alma de ella. Nadie puede evitar que en el rostro le aparezcan huellas por la frustración de no haber crecido con los arrullos del progenitor.
Allí, en los alrededores de los sitios donde cayeron sus compañeros de combate y del monumento en el que grotescas balas de acero recuerdan una madrugada de demonios, las flores de vigoroso rojo que le entregaron a Carlos Andrés Escalante, advirtieron, como ocurre en los momentos donde aflora el alma de la Patria, que no se claudica ante quienes destruyen los sueños de las niñas que juegan con los regalos que le trae el mar.
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Alexis dijo:
1
12 de octubre de 2021
17:56:46
Oyula Respondió:
13 de octubre de 2021
00:20:52
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