
Cuando la verdad de un país se demuestra con hechos, más que con palabras, a los que pretenden mancillar su obra les dura poco el espectáculo y el telón suele bajar sin recibir aplausos.
Es la condena anunciada para una minoría colérica que, poco a poco, se enloda en su propia falacia, tras fracasarle el burdo intento de provocar un estallido social en la Mayor de las Antillas, y ridiculizarse luego con montajes de tal ligereza que causan risa.
Ellos, los del odio, «predican» con piedras, armas blancas y acciones vandálicas, mientras la verdad de Cuba se levanta con el pecho descubierto al lado de los hombres y mujeres que, sin más armas que sus manos y su dignidad, custodian centros de trabajo, les cortan el paso al desarraigo y a la violencia… preservan la paz.
Ellos, los del odio, fabrican cabecillas asalariados que, desde la distancia, instigan con alardes mediáticos a la desobediencia y al caos entre los cubanos, mientras aquí la verdad anda sobre los hombros de un líder que va al centro de los problemas de su gente, dialoga, escucha, convoca y convence.
Ellos, los del odio, aplauden la injerencia militar solapada a este caimán barbudo con visos de «intervención humanitaria», mientras la verdad sana se erige solidaria dentro y fuera de esta Isla, con la generosa voluntad de quienes no solo ofrecen insumos o recursos, sino también su mano amiga, sus conocimientos y su tiempo.
Ellos, los del odio, no dudan en promover fórmulas ensayadas de manipulación y rupturas con la historia, mientras en esta tierra libre la verdad –como el compromiso– se agiganta entre los agradecidos.
Ahí están los trabajadores que echaron a andar una termoeléctrica en tiempo récord; los científicos que nos siguen acercando a la esperanza con nuestra primera vacuna y los candidatos vacunales; los colaboradores que «sin sacudirse el polvo del camino» han aplazado el abrazo familiar para ir a enfrentar a la
covid-19; o esos cubanos que llevan en sus cuerpos las marcas de la agresión y la perversidad financiada desde Estados Unidos, porque el domingo 11 de julio se convirtieron en escudos humanos de la nación.
«La obra de la Revolución no es perfecta, pero Fidel no se merece eso, Cuba no lo merece», señaló uno de los lesionados en una entrevista reciente dada a la televisión, y detrás de las pantallas, a muchos se nos hizo un nudo en el centro de las emociones.
Frente a esa verdad enorme, que enaltece la soberanía de este pueblo, los odiadores no podrán levantar su muralla del terror.



















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jose garcia dijo:
1
19 de julio de 2021
07:31:06
Zeyda dijo:
2
19 de julio de 2021
08:08:06
Javier Arlosa dijo:
3
19 de julio de 2021
17:18:04
TORIBIO dijo:
4
19 de julio de 2021
19:49:27
Violeta Morales dijo:
5
19 de julio de 2021
21:49:41
GMEM1967 dijo:
6
20 de julio de 2021
09:03:51
swani dijo:
7
20 de julio de 2021
09:22:05
maria dijo:
8
20 de julio de 2021
09:36:36
Carlos dijo:
9
20 de julio de 2021
14:44:54
Julio Mantero dijo:
10
20 de julio de 2021
22:42:46
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