ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Tomada de Internet

Fue Belkis, la mamá de uno de los niños del aula de mi hija, quien creó mi grupo favorito de WhatsApp. Tras el reinicio del curso escolar en la capital, en noviembre pasado, y antes de que sobreviniera para el país el rebrote más fuerte de la COVID-19, ella fundó el grupo de «los padres de segundo grado».

Lo que inició con esporádicos saludos colectivos, poco a poco fue transformándose en un espacio vital de comunicación sobre las actividades docentes de nuestros hijos.

Con el retroceso de La Habana a la fase pandémica de transmisión autóctona y el nuevo cierre de las escuelas, el grupo ganó protagonismo, hasta convertirse hoy en complemento de las clases televisivas.

Belkis, además de mantener actualizados a los padres, por si alguno pierde determinado contenido, se ha encargado de recopilar lecciones de otros maestros y de socializarlas por esta vía. Cada día aparece en el chat un repaso distinto de español y matemática y, como valor agregado, incluye disímiles explicaciones dirigidas a los adultos.

«Tenemos que dominar bien los términos –dice–, para que los pequeños no estén en desventaja», y de ese modo terminamos todos recibiendo una clase sobre cómo hacer más efectiva (y llevadera) esta etapa, en la que somos padres-profesores de nuestros hijos.

Este grupo, reconocía hace muy poco otra de las madres participantes, «ha sido una magnífica idea, porque nos ha mantenido comunicadas en circunstancias muy especiales. Por aquí nos hemos pasado noticias, ejercicios, preocupaciones, y también aliento y esperanza».

Y ese ha sido, quizá, el valor fundamental de todo este enjambre «en línea», acentuado en tiempos de pandemia: el de mantenernos conectados, pese al imprescindible distanciamiento social.

En medio del azote del coronavirus, han surgido, vía WhatsApp, grupos de todo tipo. Pero si fuese preciso elegir entre todos, me quedo con los de corte educativo, capaces de contribuir, significativamente, al aprendizaje colectivo desde cada individualidad.

Muchos maestros se han mantenido conectados con sus alumnos para impartirles determinadas asignaturas, revisarles sus tesis; otros han creado aulas sui géneris de Inglés, música, cocina... Sobre sicología, por ejemplo, se han desarrollado experiencias muy valiosas que han ayudado a las familias a enfrentar y superar conflictos derivados del encierro y de los cambios bruscos en las rutinas diarias.

La contemporaneidad y el desarrollo vertiginoso de las tecnologías de la información ya habían modificado los códigos y vías de comunicación. La COVID-19 solo hizo más visible el traslado a las redes sociales de buena parte de esa interacción entre las personas que, ya lo sabemos, no siempre es productiva y responsable.

Por estos días, sin embargo, parece ser mayor el saldo positivo que ha llegado a cada uno de nosotros, en forma de lecciones (y afectos) «en línea».

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