CAMAGÜEY.–A la altura de sus 21 años, Leosbel Ricardo Pérez Molina parece no percatarse de la relevancia de su aporte en el enfrentamiento de la pandemia de la COVID-19 como chofer de la Empresa Provincial de Transporte, cuyo colectivo acaba de recibir la Bandera de Proeza Laboral.
«Yo sí sé, acepta, que hemos trabajado muchísimo. Primero participé, junto a los mecánicos, en la reparación del que ahora es el ómnibus que manejo proveniente de la capital del país. Llegó en pésimas condiciones y en poco más de un mes se le reparó la dirección, se mejoró el sistema eléctrico, se chapisteó y se pintó».
Aunque lleva apenas diez meses detrás de un timón, el joven aprendió temprano al lado de su padre (ahora su compañero de trabajo) los secretos de la conducción y todo lo que conlleva mantener de alta un equipo cuando no abundan los repuestos y es preciso acudir al ingenio y a las mil y una variantes.
«En los últimos meses, refiere, nos dedicamos a tiempo completo, sin mirar el reloj, a la transportación del personal de la Salud desde sus lugares de residencia hasta los hospitales y luego a la inversa, además de otras muchas tareas relacionadas con el combate diario a la COVID-19 en toda la provincia».
Ya con más de cinco lustros de experiencia, Mario Bracero Pino confiesa que la misión encomendada demandó de ellos un esfuerzo extra y la cumplieron persuadidos de la importancia de la labor que realizarían, siempre prestos a dar el paso al frente aun en medio de la propagación de una enfermedad sumamente letal.
«En todo momento, precisa, se tomaron las medidas de precaución establecidas para evitar el contagio y preservar la vida, tanto de los pasajeros como de nosotros mismos. Se fue tan riguroso en la estricta observancia de los protocolos sanitarios, que ninguno de los choferes enfermó».
Se dice fácil, pero lo cierto es que fueron intensas y agotadoras jornadas, muchas veces en zonas de alto riesgo, lo mismo en el traslado de contactos y sospechosos hacia los centros de aislamiento que en la evacuación de los médicos, personal de enfermería y técnicos que salían del área roja de los hospitales.
Mariano Fernández Castellanos, director de la entidad, asegura que, a pesar de las restricciones para evitar la movilidad de las personas, ninguna de las principales actividades de la provincia dejó de cumplirse por problemas de transporte y se pudo ofrecer un servicio seguro en el traslado de pasajeros y de cargas.
Para ello se contó con la plena disposición, no solo de los conductores de ómnibus, sino también de los camioneros, taxistas y choferes movilizados de otros sectores de la sociedad para reforzar el parque de ambulancias o cubrir otras necesidades impostergables del territorio.
Explica el directivo que, además de la atención de esas prioridades, una parte de los trabajadores de la empresa, con el protagonismo del colectivo del Combinado Pedro Soto Alba, se dedicó a la reparación de un lote de ómnibus Yutong llegado desde La Habana con un alto deterioro tras años de explotación.
«Gracias a esa encomiable labor, informa Fernández Castellanos, ya se dispone de más de una decena de carros de mayor porte recuperados, que se suman de manera gradual a la flota de vehículos del transporte urbano en la ciudad de Camagüey y deben contribuir a mejorar ese importante servicio».
Tales desafíos, enfrentados con la mayor naturalidad del mundo, solo por el hecho de hacer el bien y comportarse a la altura en un momento de especial peligro, constituyen en sí verdaderas proezas, mucho más cuando el actuar cotidiano se asume como la máxima expresión de la realización personal y colectiva.



















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