ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Hoy, la obra de la Revolución vive en los cuarteles convertidos en escuelas. Foto: Endrys Correa Vaillant

En medio de una situación de total desesperanza para la gran mayoría de los cubanos, cuando «parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario», un grupo de jóvenes, buena parte de los cuales apenas rebasaba los 20 años de edad, tuvieron la osadía de asaltar la segunda fortaleza militar del país.

Los hechos del Moncada, secundados hace 67 años por el ataque al cuartel Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, marcaron un antes y un después en la historia de una Cuba hasta entonces sumida en calamidades de todo tipo, cuyos gobernantes de turno pretendían convertirla en gigantesco casino y burdel.

Prestos a sortear imposibles, sin más recursos que el amor patrio y el dolor profundo por el destino incierto de la tierra que los vio nacer, aquellos muchachos de alma limpia y ética martiana empuñaron las armas para acabar, de una vez por todas, con una sarta inacabable de regímenes entreguistas, corruptos y criminales.

Tamaño «atrevimiento», ante un ejército mimado, equipado y asesorado por las administraciones estadounidenses, cobró la vida de decenas de asaltantes, unos caídos en combate y otros, la mayoría, asesinados por los esbirros sedientos de sangre tras las acciones ocurridas en la «mañana de la Santa Ana».

Sin embargo, ni entonces ni ahora, jamás se habló de fracaso. El revés táctico quedó en un segundo plano frente a la colosal connotación de un suceso que conmocionó a la sociedad cubana y significó un despertar de la conciencia nacional en la lucha contra la dictadura batistiana y por la definitiva independencia de la Patria.

Fue allí, entre los muros del Moncada y al fragor del combate, cuando se afianzó el liderazgo de Fidel Castro Ruz, como estratega, forjador de la unidad y guía indiscutible de una nueva organización revolucionaria, divorciada de las intrigas electoreras, las salidas reformistas y el quietismo imperantes en la vida política del país.

Ya, desde entonces, nada sería igual. Ni los años de cárcel, ni los días azarosos del Granma, ni las adversidades en los frentes de guerra, ni los peligros latentes del clandestinaje, hicieron mella en la perseverancia y el espíritu indomable de aquellos patriotas, que coronaron con el triunfo del 1ro. de Enero de 1959.

La eterna clarinada del Moncada se escucha hoy con especial nitidez para llamar al combate cotidiano en todos los ámbitos de la vida económica y social por una Cuba mejor, unida y monolítica, capaz de enfrentar victoriosa cualquier intento de arrebatar la libertad conquistada en años de cruenta lucha y rebeldía sin par.

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