ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
El doctor Miguel Acebo atiende a Giovanna. Foto: del autor

4 de julio

La zona roja está casi vacía. En uno de los cubículos se amontonan ahora las camas desocupadas. Quedan siete pacientes. Subrepticiamente, Martina ha pasado a formar parte del equipo. Cuando el doctor llega en la mañana ella le da el parte, pues durante la noche ha estado atenta al desenvolvimiento de las compañeras de infortunio, sobre todo de aquellas de edad avanzada.

Como es enfermera en un centro que atiende a pacientes muy graves, Martina ha desarrollado un instinto especial y la capacidad de acompañar a las personas necesitadas. A pesar de ser también positiva de la COVID-19, se mantiene alerta. Califica a nuestros galenos de excepcionales: «La relación que establecen con los pacientes es única. Ahora mismo el hospital está siendo desmantelado y nosotras continuamos aquí, pero ellos no nos abandonan».

De pronto, se acerca a la cama de la paciente Giovanna Butti, de 94 años, y empieza a cantar una canción, y es secundada por la anciana. Antonia Orlando, de 80 años, completa el trío, y el espectáculo es verdaderamente conmovedor. Entonces el canto se transforma en un juego infantil. Martina entona el nombre de un animal, y Giovanna emite el sonido que le corresponde: un perro, un gato, un caballo, y estruja aún más su arrugada nariz para simular un conejo. Está completamente lúcida. No es que regrese a la infancia debido a su edad, es que nunca la extravió: es una niña adulta en sus días finales. A sus 94 años, enferma de la COVID y aquejada por otras afecciones crónicas, conserva el asombro primigenio.

Es tan precisa e inmediata su respuesta, tan pícaros y jóvenes sus ojos, que la escena irradia una ternura indescriptible. No tengo que mirar a mis compañeros para saber lo que sienten. Todavía turbados, nos retratamos con ellas, con los doctores Julio, Miguel y la joven italiana Nasim Taheri, con el enfermero Ricardo y con Michele. Es mi despedida.

5 de julio

Hoy es el cumpleaños de un médico extraordinario, Miguel Acebo, hombre bueno y sabio. Supe que Martina le haría un regalo. Me limitaré a decir que el momento fue muy emotivo. En complicidad con Michele, ella había ordenado la impresión de dos fotografías. En una figuran ella, María y el doctor; la otra es un instante captado entre Miguel y Giovanna, la anciana de 94 años. No pueden describirse la mirada, los gestos y la sonrisa de esta imagen.

«Es el mejor regalo que he recibido en Italia», expresó el doctor. Las fotos vienen envueltas en un doble nylon, el primero se elimina y el segundo es desinfectado.

6 de julio

Quedan cinco pacientes. Hoy despedimos a Giovanna, la señora de 94 años. Ella esperaba reunirse con su hijo, pero marchará a un asilo, de los más caros. Para despedirla, se reunieron en el patio los enfermeros y los médicos que merodeaban a esa hora por las oficinas de la zona verde. Y yo, con mi cámara impertinente.

Apareció recostada en su cama, y no paraba de llorar. No quería irse. Los auxiliares de Enfermería la consolaban, le pasaban la mano por su cabeza blanca. Tomé fotos que no sirven, su llanto no debe exhibirse, no vinimos a hacer periodismo sensacionalista. Solo rescaté una en la que con ojos llorosos observa a la auxiliar que le tiende la mano. Hay vidas salvadas que  claman por otro tipo de salvación. En estos días, Giovanna fue nuestra abuela, la de todos. Ahora se va a un hogar con más comodidades, quién sabe. Ella quería ver a su hijo. Martina y María están desoladas, pero sé que son fuertes y se recuperarán. Mañana, les toca a ellas.

Al mediodía nos reunimos todos en el Árbol de la Vida. De sus ramas cuelgan 176 cintas blancas. El árbol, ahora puedo decirlo, estuvo a punto de marchitarse; varias de sus hojas se secaron. René se fastidió la cintura echándole cubos de agua, pero llovió, llovió mucho, y nacieron nuevas camadas de hojas verdes. No puede morir el árbol que sostiene tantas vidas salvadas.

7 de julio

Hoy evacuaron a Martina y a María, las amigas que estuvieron durante meses ingresadas en el hospital, y que a pesar de que ya no presentan síntomas de la enfermedad, se mantienen positivas al virus. Habían conquistado el cariño de médicos, enfermeros y de este periodista. Todos las extrañaremos. Primero salió María, y unos minutos más tarde, en otra ambulancia, Martina. Ambas se despidieron llorando. Con Martina me ocurrió algo que me deja aún más triste. Estuve, por supuesto, tomando fotos. Pero ambas solo me habían visto antes con el traje protector. Le dije a Martina, a una distancia prudente, quién era yo. Entonces, impulsiva como es, se abalanzó con los brazos abiertos hacia mí. Tuve que retroceder y hacerle señas con las manos para que se detuviera. Todos los presentes gritaron también para que se detuviera. Ella de pronto comprendió su error, y rió como todos, pero sé que en el fondo se molestó consigo misma. Hace ya un tiempo que lee mis crónicas. Sé que leerá estas líneas, y quiero decirle que yo también hubiera querido abrazarla. Pero hay abrazos que no son físicos. Nosotros, todos, nos llevamos el suyo.

***

Los resultados de la Brigada, todavía parciales, son elocuentes: se recibieron a 175 pacientes positivos de la COVID en el hospital, no pocos en estado grave, con un 0,57 de letalidad; se realizaron 5 166 atenciones hospitalarias, 4 890 procederes y más de 70 000 acciones de enfermería. Pero los números son fríos, y las palabras de los pacientes sanados arden de calor humano: decenas de cartas fueron escritas a mano por ellos antes de abandonar la institución. Las sonrisas y los abrazos tampoco se contabilizan. El prestigio alcanzado por la Medicina cubana, en cada hombre que la representó, es inmenso.

Cuando hablo de resultados parciales –me refiero a los números–, tengo en cuenta los últimos sucesos: por razones organizativas, el cierre de la institución ha sido pospuesto, a pesar de que ya muchos médicos italianos cerraron sus contratos y se marcharon. Ayer quedaban dos pacientes, y la mayor parte de las camas habían sido trasladadas a espacios de almacenamiento, pero han empezado a llegar enfermos que podían haber sido tratados en otros hospitales. Por razones éticas, de principios, la brigada cubana tomó la decisión de apoyar el trabajo médico en los días finales de su estancia, hasta el día previo a su confinamiento de cuarentena. Ello significa que algunos médicos solo estarán a medio tiempo en los homenajes.

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Miriam Ruiz García dijo:

1

11 de julio de 2020

15:59:58


Qué orgullosa me siento de ser cubana, vivir en esta Cuba de donde salen estos hombre y mujeres, nuestro Ejército de Batas Blancas, que son ejemplos de solidaridad y amor, dignos seguidores de nuestro amado e invicto Comandante, padre de todas las grandes obras de la Revolución.

Ariel Torres Tamayo dijo:

2

11 de julio de 2020

20:04:55


Acabo de leer esta crónica con lágrimas de pura envidia, envidia sana de un médico revolucionario ya jubilado que hubiera querido tener 20 años menos y acompañar a estos Héroes. Mi agradecimiento más sincero por habernos representado con tanto altruismo. La Patria nunca olvida a sus mejores hijos.

habana dijo:

3

13 de julio de 2020

11:00:54


que hermoso !!!