ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
A los niños les siguen faltando los parques, y viceversa. Ojalá no les falte voluntad a los adultos, que nos es más que disciplina y hasta sentido común, para devolvérselos. Quizá no exista hoy mayor regalo para la infancia. Foto: Miguel Febles Hernández

Los niños tienen, entre tantas, una capacidad infinita: la de asombrarnos, sobre todo a nosotros, los adultos, que vamos por ahí enfrentando todo lo nuevo con miedos viejos. Y una de esas cosas que más nos asombra es su fuerza, su resiliencia, por más drásticos que sean los cambios.

En tiempos de pandemia, han sido los niños, probablemente, quienes han tenido que enfrentar más transformaciones en sus días, sus hábitos, sus rutinas. Para ellos, la Covid-19 se ha convertido en una palabra muy familiar, entretanto, lo verdaderamente familiar: la escuela, los juegos, los paseos...han quedado pospuestos.

El nuevo coronavirus le ha lanzado un vendaval de retos al mundo, a sus sistemas sanitarios -más colapsados mientras más ricos- a sus economías, sumidas en una profunda crisis, y también a sus pequeños, que han debido ajustar todo su ingenio a las dimensiones del hogar, siempre chicas, por más amplias que parezcan.

Y a pesar del imprescindible distanciamiento social, a ellos, por su naturaleza, les han seguido naciendo sueños. Han convertido sus casas en aulas, los balcones y las terrazas en sus propios «parques de diversiones» y han conquistado todos los espacios, con algún que otro desorden de más, que es, en medio de estas circunstancias, definitivamente lo de menos.   

Los padres, la mayoría, hemos sido los amigos –como ha de ser siempre- y hemos sido un poco de maestros en aquello de la instrucción, y un poco de aprendices en aquello de asumir la vida, siempre, desde lo positivo, desde la confianza de volver, más temprano que tarde, a la «normalidad».

Solo que esa vuelta es, sin dudas, el más alto compromiso de los mayores y depende, por el bien de todos, y en especial de los niños, de su responsabilidad y de su capacidad para no improvisar o arriesgar lo hecho.

¿Qué vuelta a qué normalidad les estaríamos garantizando a los pequeños si no los mantenemos hoy a buen recaudo, distantes, por ejemplo, de salidas o visitas innecesarias?

A los niños les siguen faltando los parques, y viceversa. Ojalá no les falte voluntad a los adultos, que nos es más que disciplina y hasta sentido común, para devolvérselos. Quizá no exista hoy mayor regalo para la infancia.

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