Cuenta Roberto Fernández Retamar que la primera noticia sobre el triunfo de la Revolución la dio su suegra, la madre de Adelaida de Juan, que «irrumpió con su cara iluminada por la sonrisa a decirme que Batista había abandonado el país». Roberto era una de las voces líricas más importantes de la joven generación y Adelaida muy pronto sería una de las críticas e historiadores del arte más respetadas.
Juan Formell vivía en La Lisa con su padre. Despidió el año con la familia y en la madrugada no lograba conciliar el sueño: «a medida que iba aclarando, los vecinos comenzaron a decir, primero en voz baja y después a pleno pulmón: «¡Se fue Batista, viva el 26, viva Fidel!». Para el músico que daba los primeros pasos, se abría un capítulo inédito en su vida, al que añadiría con el tiempo páginas fecundas para el desarrollo de la cultura popular cubana.
El pintor y poeta Adigio Benítez, que por años realizó los editoriales gráficos del periódico Hoy y luego, con seudónimos que protegían su verdadera identidad, publicaba sus dibujos en la clandestina Carta Semanal de los comunistas cubanos, se hallaba oculto el primero de enero de 1959: «Para alguien que estaba en constante peligro, la nueva situación era como volver a respirar. Pronto me di cuenta de que la Revolución había llegado para quedarse».
«La noche del 31 de diciembre de 1958 -esta es la memoria de Chucho Valdés, pianista y compositor que marcaría una altísima cota de alcance planetario en el jazz cubano- fui a trabajar al hotel Deuaville, a unos pasos del Malecón. Allí tocaba desde las 11 de la noche hasta las cinco de la mañana todos los días, excepto los lunes. Mi padre Bebo lo hacía con su orquesta en el hotel Sevilla, muy cerca del Palacio Presidencial. El viejo terminaba a las tres de la madrugada y se trasladaba del Sevilla al Deauville a esperar que yo cerrara mi tanda, para irnos a dormir a casa. Ese día se sentía la tensión en el ambiente. Él me llamó desde el Sevilla para decirme que no me moviera, que había observado en el Palacio un trasiego extraño. Más tarde en el barrio la huida del dictador era noticia en la voz de todos. En los meses posteriores, Cuba entera vivió de fiesta. Los signos de cambio los vi en la satisfacción de la gente humilde, con las que convivía a diario, QUE recibió los beneficios de las medidas de los nuevos gobernantes».
Al recabar hace diez años los testimonios que cito, Leo Brouwer me envió una nota que reproduzco a continuación: «1959. Enero 1. 5:00 a.m., Suena un teléfono cercano y me despierta. Suenan otros y otros. Me levanto al oír un rumor creciente. (…) 5:01 a.m. La emoción y la euforia nos revientan el pecho. ¡El tirano Batista se fue! ¡Fidel viene pa’ca! Esa noche terminé dos de los Tres apuntes para guitarra que compuse entre el 1ro. y el 3 de enero. Al final de la página manuscrita firmé y feché: 1 de enero de 1959. Libre».
Pasaron los días y la emoción creció en Adigio hasta convertirse en poema: El Día de la Victoria. Lo publicó tres años después en el cuaderno Días como llamas, en una edición al cuidado del también poeta y pintor Fayad Jamís.
En la mañana de la jornada del triunfo, Retamar tomó una guagua para ir a casa de sus padres: «En un sobre que tenía, y que rompí para poder escribir en él, tracé un poema que se llama El otro (Enero 1ro., 1959), donde recogí el sentir de aquel momento como lo extraordinario que fue».
Miguel Barnet resumió en una palabra lo que estaba en el alma de todos ante los tiempos de cambio que se respiraban: el triunfo de Enero fue una epifanía.








    
    










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Luis Eloy Suarez Escobar dijo:
1
1 de enero de 2020
09:31:50
E.Navarro dijo:
2
2 de enero de 2020
04:56:04
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