Del llanto a la felicidad

«Yo creo que mis lágrimas fueron más abundantes que las lluvias del huracán Irma». Observamos a Karenia Morales Sánchez y creemos interpretar la esencia de esa imagen con que ahora, dos años después, ilustra su desconsuelo cuando vio la casita partida en dos y completamente derrumbada tras el paso del fenómeno meteorológico.

Una vecina llamada Magali le ofreció espacio para que guardara algunas cosas. Tampoco faltó la sensibilidad y ayuda de otras personas del consejo popular de Orlando González, en el municipio de Majagua.

Pero a Karenia le aterraba la incertidumbre en torno a una solución por la que también aguardarían miles de damnificados en toda la provincia y que nadie sabía, a ciencia cierta, por cuánto tiempo podría prolongarse. «Aun así –nos cuenta–, nunca tuve duda de que la Revolución me ayudaría a resolver ese problema».

Quizá por ello, mientras a otros se les ensombrecían los ánimos en el local que otrora ocupó la Escuela Provincial de Bandas de Concierto Javier Vilardell, en La Dominica, Karenia, su esposo Sergio Leyva y los tres niños, se dedicaron a ordenar bien el pequeño espacio asignado para ellos y a sembrar plantas ornamentales para darle cultura y belleza a aquella instalación donde otras 11 familias hallaron techo y auxilio por parte de las autoridades del municipio.

«Para satisfacción nuestra y para alivio de las personas albergadas allí, todos los casos fueron resueltos, poco a poco, mediante la entrega de materiales, construcción por esfuerzo propio, participación de organismos y entidades, por vía estatal o del subsidio», explica Belkys García Camp, vicepresidenta de la Asamblea Municipal del Poder Popular.

Familias como las de Sandra Chávez Leyva y Leonardo Cabrera Roque, afectadas en los territorios de Orlando González y Guayacanes, respectivamente, han encontrado alivio inicial, según detalla Belkys, en células básicas que, aunque pequeñas en espacio, por ahora, distan mucho de la situación que presentaban sus hogares tras el paso del meteoro.

«Esta casa nada tiene que ver con aquella de techo de zinc y paredes con bloques de bajo costo, derrumbada por Irma –asegura Karenia–; si las comparamos, esta es un palacete».

Obreros de la unidad empresarial de base Agropecuaria «Orlando González» se encargaron de levantar, desde cero, los dos cuartos, sala, comedor, cocina y baño donde Karenia sigue convirtiendo en sueño la pesadilla que le dejó el huracán, en medio de la noche más triste que ha vivido en sus 45 calendarios y del día en que parecía que derramaba más lágrimas que la lluvia registrada por los pluviómetros de la zona.

Karenia no es la única, como ella, miles de familias en la geografía avileña, incluidas las de Punta Alegre, Máximo Gómez, y Palmarito, este último en el sureño poblado de Júcaro –localidades virtualmente arrasadas cuando Irma– disfrutan de las más de 25 300 viviendas recuperadas en la provincia luego del paso de los últimos fenómenos meteorológicos.