Les llaman escaleras de gigantes, porque algo así, mítico, quizá divino, debió poner su mano en lo natural para labrar tan majestuoso pórtico a la Isla en su extremo más al sur.
La ciencia lo ha confirmado como testimonio inigualable de las edades oceánicas, del mar que baja o de la tierra que sube.
Lo cierto es que las terrazas marinas, en la línea meridional de la provincia de Granma, amparadas en el grado altísimo de su conservación, del endemismo florístico y animal, a resguardo de un relieve extremo que limita la intervención humana, descollan entre los valores geográficos que privilegian el Parque Nacional Desembarco del Granma, sitio natural inscrito desde 1999 como Patrimonio de la Humanidad.

Empoderada del extremo oeste del suroriente cubano, la región se extiende por algo más de 25 700 hectáreas de formaciones cársicas impresionantes que emulan en singularidad.
Descubiertas por Cristóbal Colón en su segundo viaje, las terrazas marinas destacan entre las maravillas, con alturas sobre el mar entre los 180 y los 460 metros, de niveles como peldaños que forman riscos verticales de hasta cien metros, furnias, cañones fluviales, hoyos, sistemas cavernarios y disímiles paisajes emergidos y bajo agua.

Pocos lugares despiertan la curiosidad de estudiosos y visitantes afines a la espeleología y el ecoturismo como el nombrado Hoyo de Morlotte, una depresión circular de casi 80 metros de profundidad y 55 de diámetro, que rompe la regularidad de la meseta de arbustos y dientes de perro, para caer de pronto en el único accidente cubano de su tipo que no permanece inundado.

Tanto el Samuel como el Guafe, conducen por senderos de flora inalterada hasta sistemas cavernarios de interesantes detalles: el primero con una vista única al Caribe y al perfil más completo de las terrazas, mientras el otro lleva al sitio de adoración aborígen al ídolo de las aguas, labranza en roca que solo alumbra el sol invernal.
De la presencia del hombre descolla Cabo Cruz, coronado por un faro y exaltado en las leyendas de las familias marinas, que despiertan cada día con la visión fabulosa de la muy conservada barrera de corales y la línea que une dos aguas distintas: el Caribe temperamental y el Guacanayabo, golfo manso.
Otra nota legendaria, tan alta como lo natural, vibra en la historia del sitio. Así como algún gigante trepó aquellas terrazas en el nacimiento de la Tierra, otros, de sangre mortal, arribaron en 1956 a bordo del Granma, saltaron al mar y desde él emergieron, escalando a zona firme sobre el mangle, para sembrar la libertad que echó raíces.
Venerable lugar.



















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zailys dijo:
1
25 de enero de 2019
04:23:58
Ray dijo:
2
5 de abril de 2022
20:11:19
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