ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Santiago de Cuba, donde la dictadura batistiana había instaurado el terror, recibió a las tropas rebeldes con alegría desbordada. Foto: Archivo de Granma

Escenario de la proclamación por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz del triunfo de la Revolución, junto a la inmensa alegría vivida por toda Santiago de Cuba, también conmocionó a la heroica ciudad la dignidad con que el Ejército Rebelde y los luchadores clandestinos salvaguardaron hace 60 años la victoria del 1ro. de enero.
Desde semanas antes, la liberación de La Maya, Alto Songo, Dos Palmas, El Cristo, El Cobre y San Luis había contribuido a tensar el cerco tendido sobre la capital de la entonces provincia de Oriente, por fuerzas del ii Frente Frank País y del iii Frente Mario Muñoz Monroy, al mando de los comandantes Raúl Castro Ruz y Juan Almeida Bosque, respectivamente.
Era inminente el asalto final a Santiago de Cuba, y además de las instrucciones que personalmente había impartido a los jefes rebeldes, Fidel asigna a las milicias urbanas del  Movimiento 26 de Julio (m-26-7) la importante misión de prepararse para secundar la Operación Santiago desde adentro, en la propia ciudad.
Para ello, como testimoniara el ya fallecido combatiente Reynaldo Írzula Brea (Rey), «basado en su amplia visión, nuestro Comandante me había dado la encomienda en reunión sostenida en La Plata, de que fuera organizando a los más fogueados luchadores clandestinos en un levantamiento en armas contra las posiciones del régimen».
Fiel a la confianza depositada, el joven de entonces 21 años articuló cerca de 150 compañeros en siete grupos de acción y sabotaje, los cuales se apertrecharían posteriormente con armas largas que el propio Fidel les entregó el 28 de diciembre de 1958, en lo que fuera el central Oriente, de Palma Soriano, después de la entrevista con autoridades castrenses del régimen.
Nada confiado había quedado el líder rebelde en las entrevistas con el general Eulogio Cantillo y el coronel José M. Rego Rubido, y esa previsión con los probados «muchachos» de Rey deviene, ante los acontecimientos que precipitan la fuga de Batista y el pretendido golpe militar orquestado en La Habana, en pieza clave para la preservación del triunfo revolucio­nario.

LOS MAMBISES SÍ ENTRARÍAN
Ernesto Matos Ruíz, combatiente del Levantamiento Armado del 30 de Noviembre de 1956, jefe del grupo que realizara en Carretera del Morro la más audaz acción en desafío al mitin politiquero del 30 de junio siguiente en el parque Céspedes, y participante en otras riesgosas misiones, no podía faltar entre quienes se adueñaron de las calles santiagueras aquel 1ro. de enero.
«Habíamos vivido días muy difíciles –rememora ahora–, y en medio de la intensificación de sabotajes y atentados andábamos de casa en casa, en una ciudad que parecía muerta, donde las madres no dormían esperando noticias de sus hijos, y las puertas permanecían abiertas para que con solo empujarlas los revolucionarios encontráramos refugio.
«Con tensión, muchos rumores y los guardias acuartelados, transcurrió la noche del 31 de diciembre, y en la  mañana del 1ro. se regó como pólvora la noticia de que Batista había huido. Te juro que no sabía si gritar de alegría o llorar, porque todo había sido muy duro, y en libertad aún estaban los asesinos de nuestros compañeros.
«Sus nombres daban vueltas en mi mente, y 60 años después no se me olvida cuando pusimos una bomba en Callejón del Carmen y los guardias cogieron a Pepín Griñán. Como verdaderos salvajes que eran, lo torturaron, le partieron los huesos, lo castraron, le enterraron clavos en la cabeza y su cadáver lo tiraron en la carretera de Mar Verde».
Ante esos acontecimientos y para evitar el derramamiento de sangre en la urbe cercada por los barbudos de Fidel, Raúl y Almeida, el mando rebelde dicta nuevas instrucciones para la toma de los objetivos del régimen y asegurar el orden en medio del júbilo; a pesar de tanto dolor apretado en los pechos, nadie tomó la justicia por sus manos.
«Fueron dos tareas nada sencillas ­–recuerda Matos Ruíz–, porque había muchas cuentas pendientes, y los esbirros, matones, chivatos y otros aliados de la dictadura estaban aún libres y armados (algunos cometerían cobardes acciones contrarrevolucionarias), a la vez que en el cuartel Moncada permanecían 5 000 soldados, sobre los cuales se nos indicó no actuar directamente.
«Así salimos a la calle vestidos de civiles, portando armas largas y con el brazalete del m-26-7. No hubo resistencia por parte de esos elementos, excepto algunos masferreristas, y puedo asegurar que, al igual que cuando poníamos una bomba, fuimos muy cuidadosos para evitar una muerte inútil o de algún inocente entre la población.
«Entre las posiciones tomadas –añade– estuvieron el Vivac, el Distrito Naval de Oriente, estaciones de policías, dependencias de servicios represivos, el gobierno municipal y el gobierno provincial. En los bajos de este último se había ubicado la jefatura de la policía, y fue en ella donde apresamos al comandante Haza, quien se había puesto un brazalete del 26 de Julio».
Matos había sido uno de los luchadores detenidos el 30 de noviembre de 1956, que por orden de Bonifacio Haza Grasso fueron llevados en una patrulla y encerrados en la incendiada estación de policías en la Loma del Intendente. Sus casi seguras muertes se achacarían al asalto en apoyo al desembarco del Granma, pero milagrosamente salvaron la vida.
Con el avance del día fueron entrando a Santiago de Cuba las tropas rebeldes, fundamentalmente del iii Frente, y luego las del ii Frente, a cuyo jefe, Raúl Castro, correspondió el honor de tomar el Moncada sin disparar un tiro, allí donde el 26 de julio de 1953 habían sido asesinados cobardemente sus compañeros de la Generación del Centenario.
Todos los testimonios de la fecha coinciden en los emotivos reencuentros entre luchadores clandestinos, combatientes rebeldes, familiares y amigos; en la muchedumbre abordando las columnas rebeldes en busca de un collar, una bala, un mechón de cabello, o el simple abrazo de un guerrillero como recuerdo; en los incesantes vivas a la Revolución y a Fidel.
Se corroboraba así la confianza mostrada en los jóvenes clandestinos, la cohesión lograda entre la Sierra y el llano desde la labor organizativa del inolvidable Frank País, la disciplina y responsabilidad con que se fundamentó el Movimiento 26 de Julio y, en especial, la esperanza depositada por el pueblo en la Revolución y su líder.
«Ya en la noche de la gloriosa jornada –precisa Ernesto Matos–, con el anuncio de que Fidel hablaría, se nos mandó a proteger el parque Céspedes, que colmado de gente ofrecía una tensa situación, pero puedo decir que cuando el Comandante en Jefe, Raúl y los demás compañeros salieron al balcón del Ayuntamiento, la multitud quedó encantada como por arte de magia».
De las palabras pronunciadas por el Comandante en Jefe en la histórica ocasión bastaría recordar: «Y este pueblo bien merece todo un destino mejor, bien merece alcanzar la felicidad que no ha logrado en sus 50 años de república, y bien merece convertirse en uno de los primeros pueblos del mundo, por su inteligencia, por su valor, por su firmeza».
Sin duda, el acto coronaba la digna entrada de los mambises del siglo xx, 60 años después de que las tropas intervencionistas yanquis escamotearan la victoria del Ejército Libertador frente a los colonialistas españoles, y prohibieran a las gloriosas huestes del Mayor General Calixto García su esperado desfile en Santiago de Cuba.

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jorge Miguel Hernández Víctoria dijo:

1

2 de enero de 2019

00:58:38


Viva la revolución

Ángel C. Pino dijo:

2

2 de enero de 2019

10:12:37


Lo recordamos como el primer dia ... cuando como punta de vanguardia de la Columna 10 "Rene Ramos Latour" ... entramos a nuestra HEROICA ciudad ... por la Carretera de la Refineria, luego de la rendicion del Batallon de la Marina de Guerra ... fortificado en la Papelera en aquel entonces ... Gloria a los caidos por la Revolucion ... de los humildes por los humildes y para los humildes ...