Hubo dos frases durante las Guerras de Independencia que atemorizaron al Ejército español. La primera, la más conocida, fue: ¡Al machete!; la segunda era la voz atronadora de ¡A la lata!, que significaba a machetazo limpio.
Ambas las utilizó el Ejército mambí durante las conocidas «cargas al machete», táctica que provocaba un efecto sicológico inmediato sobre el Ejército español en operaciones, que no acostumbraba a pelear cuerpo a cuerpo. Su empleo era mortífero para los propios mambises que debían avanzar hasta las mismas líneas enemigas bajo un fuego constante.
La primera carga al machete que se registra en las guerras por la independencia cubana fue en Tienda del Pino, un kilómetro al oeste de Baire, Oriente, en noviembre de 1868; donde la caballería mambisa al mando del General Máximo Gómez ganó la batalla sin utilizar las armas de fuego.
Ese mismo día Gómez escribió en su diario: «El día 4 de noviembre ocupamos la Tienda del Pino…, en la que logré avanzar en un momento dado, con 30 o 40 hombres que me acompañaban y di una carga al machete.
El enemigo retrocedió con número considerable de bajas».
Pero no fue esta la única. En el historial del Ejército Libertador de Cuba se inscriben otras cargas al machete: la del 6 de julio de 1871, en el lugar conocido por Loma de la Galleta, en la que el General Antonio Maceo combate contra el Batallón de Cazadores de San Quintín, y le da una severa carga al machete que dura cinco horas; y la del 2 de diciembre de 1873, en la batalla de Palo Seco, cerca de Guáimaro, protagonizada por el General Julio Sanguily y el patriota Emilio Mola.
En la Guerra de 1895, la primera carga al machete la comandó Amador Guerra con sus hombres frente al destacamento español de Cayo Espino. En este ciclo de lucha otras cargas importantes tuvieron lugar durante los encuentros de La Sacra, Palo Seco, El Naranjo, Las Guásimas, Cafetal González, La Larga, Aguacate, Mal Tiempo y San Pedro.
El Capitán Carlos Dublé describe la de Aguacate como una de las machetadas más feroces que conserva en su memoria y afirma que, en la finca de San Pedro, término de Punta Brava, durante la acción en la que murió el Mayor General Antonio Maceo Grajales, la acción fue tan fiera que en el campo quedaron algunos rifles cortados en dos partes de un solo machetazo.
Ha quedado demostrado que a los mambises les eran más favorables las cargas al machete, y que la caballería insurrecta se convirtió en una de las más temibles.
Una descripción muy completa sobre el machete la da el cronista norteamericano Murat Halsteard, quien escribió: «El machete es la espada del soldado cubano y para siempre conservará su fama. No es el arma ligera que a veces se describe ni es tampoco la simple cuchilla de cortar caña que tan floridamente se cuenta en las narraciones de la guerra en la perla de las Antillas… es una espada pesada y recta, por lo común, con mango de asta, y sin guarda, de fino corte de un lado, que se hace corvo para acabar en punta…».
Esta arma alcanzó tanta celebridad como instrumento de combate que, en 1890, el coronel español Francisco Camps Feliú recomendó armar a los soldados españoles con machetes, en vez de con bayonetas… ya que servían para defenderse en la manigua, cortar ramas en la verada, chapear y de utilidad práctica indisputable para todo guerrero a pie o a caballo en el ataque en los bosques o pequeños claros.
Fuente: El Ingenio del Mambí. Ismael Sarmiento Ramírez. Tomo I. Editorial Oriente. Santiago de Cuba, 2008.
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juan mariño dijo:
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Pedro Cabrera dijo:
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jose L Navarro Marrero dijo:
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19 de junio de 2018
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Roger Respondió:
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