
BAYAMO, Granma.–La semana en que le toca trabajar de madrugada, Yudelky sale a las tres a barrer prejuicios con su escoba.
Lleva 15 años en esto, el tiempo exacto del matrimonio que celebra, dice, «todos los días con Rafael».
«Es mi jefe, pero yo la suya también», apunta, con énfasis en cierto tipo de reciprocidad que enseguida argumenta del modo más sencillo y profundo: «Nos amamos».
Se conocieron en las mismas labores que hacen hoy. Ella es operaria en la limpieza de calles, él su jefe de brigada y supervisor.
El sector que les corresponde en la capital de Granma tiene una exigencia distintiva, pues incluye un número grande de instituciones, centros comerciales, terminales de pasajeros, las sedes provinciales del Partido y el Gobierno, la gran Plaza de la Patria, populosas manzanas residenciales y amplias avenidas de jardinería abundante.
«Especialmente esta zona debe estar siempre pulida, aunque es una cualidad que identifica a todo Bayamo, que bien ganada tiene su fama de ciudad limpia», exalta Yudelky.
«Se dice fácil, pero solo aquí en la capital son 1 500 trabajadores como nosotros, de Servicios Comunales, encargados de mantener a diario la higiene urbana y el resto de las prestaciones».
Este 14 de febrero fue, para Yudelky Pérez y Rafael Castro, uno de esos días en que el sol les alumbró en el rostro la marca de la vigilia. Él la llevó de la mano, como siempre, de la casa al lugar del trabajo; pero esta vez por una calle distinta en que sabía de un jardín con las flores violetas que buscaba.
«Me sacó las lágrimas. Cuando nos conocimos, me llevaba todas las mañanas un ramo de nomeolvides como este. Yo era la persona a quien más él supervisaba (ríe), y aunque eso me obligaba a hacer mi trabajo de una forma exquisita, esperaba con ansias su visita, para tener la flor y verlo a él. Así nos enamoramos», se sonroja Yudelky.
«Yo digo, con toda propiedad, que el amor nos ha mantenido unidos como pareja y como obreros de Servicios Comunales. Es un oficio que mucha gente mira como un castigo, como un trabajo menor, sin reparar en la importancia extraordinaria que tiene», alega Rafael.
«Es que hasta lo disfrutamos, compadre. Dime, ¿quién tiene más dignidad y cultura?
¿Nosotros que limpiamos la calle o el emperifollado que tira cualquier cosa ahí, delante de nuestros ojos? Yo me he buscado algunas broncas, pero le reclamo a todo el que veo en eso, y Yude toca las puertas de las casas y de los centros de trabajo que tiran la basura dondequiera…», asevera.
«Chico, es que no hay nada más bonito que el que una calle amanezca limpiecita, y tú saber que madrugaste para eso», vuelve Yudelky.
Rafael y ella son apenas dos ejemplos que se repiten en los más de 6 000 trabajadores del sector que en Granma celebran hoy su día, a título también de todo el país; pues la provincia oriental mereció ser la sede del acto nacional en que Yudelky tomará la palabra y colgarán, en su pecho, la medalla Jesús Menéndez.
No importa que apenas ocho horas atrás, justo a la medianoche, comenzara su faena.
«Confieso que esto de madrugar no nos molesta. Lo que se ama de verdad siempre se disfruta. Mira: yo misma soy técnico medio en Economía y Rafael en Organización del Trabajo y Salario. Ambos hemos tenido muchas oportunidades de acomodarnos, pero sentimos que debemos ser fieles a este oficio.
«Ya Rafa no me trae un ramito de nomeolvides todos los días, es verdad, pero después que hace sus primeras rondas viene con el desayuno calentico a donde yo esté, y nos lo comemos juntos, al borde de una calle que ya está pulida.
«Luego saca otro chancecito y lleva a la escuela a Rafelito, nuestro niño de ocho años, y vuelve y me da otra vuelta…».
Ahora lo mira de soslayo, seductora, y lo golpea con el hombro: «No, si yo te digo… 15 años después y sigo siendo la más supervisada de la brigada».
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Carlos Alberto dijo:
1
15 de febrero de 2018
04:42:03
María Luisa Castro Bárcenas dijo:
2
16 de febrero de 2018
08:20:33
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