ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Yander Zamora

Enamorarse de una estatua, aunque parezca cuestión de locos, es cosa que pasa constantemente. Para conquistar a esta –una de las más hermosas que he visto– fue necesario tiempo, paciencia, voluntad y hasta un poco del desenfreno que todo buen amor siempre reclama.

Mis padres me hablaron de ella cuando tenía apenas cinco años y, desde entonces, me involucré en tan difícil empresa. Así trabajé duro durante los 14 calendarios siguientes, sometido a pruebas de toda clase y vistiendo cuatro tipos de uniforme –el último, de color verde–. Después de ello estuve listo para cortejarla.

Nervioso. Impaciente. Éramos muchos los pretendientes allí reunidos aquel día. La escalinata de la Universidad de La Habana parecía –es– inmensa. Ella esperaba arriba, en lo más alto. Por instantes, mientras ascendía a su encuentro, me sentía celoso de la multitud que me acompañaba.

Cuando quedé a unos pocos peldaños, estudié el gesto de su cara, la forma de sus manos, la actitud de su pecho. Solo entonces comprendí las palabras del joven Nicanor cuando afirmó, hace más de 90 años, que veía a la Alma Mater «con los brazos abiertos para recibir en su regazo a toda la juventud, sin distinción de ninguna clase, para hacer cultos, y por lo tanto felices, a todos los hombres».

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Hoy precisamente cumple 95 diciembres la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), una organización que asume la responsabilidad de mantener viva la fe en la continuidad segura y el relevo confiable de lo más noble del espíritu revolucionario. Encargada, asimismo, de romper con todo lo que frene u obstaculice la misión de construir una patria nueva, una patria buena, una patria mejor.

El joven Nicanor –más conocido como Julio Antonio Mella–, uno de sus fundadores y primer presidente, recogió los aires progresistas que, a la altura de aquellos años, removían a América Latina desde sus propias universidades.

De esa manera, logra encabezar con la feu una reforma universitaria, funda la Universidad Popular José Martí y crea revistas como Alma Mater y Juventud.

La FEU, a lo largo de estos años, ha sido protagonista de disímiles espacios en apoyo a la Revolución. Foto: Idelfonso Igorra

La organización resultó un punto neurálgico en el enfrentamiento a los gobiernos de la República; la tiranía de Gerardo Machado, la inoperancia e hipocresía de los Auténticos, la dictadura militar de Fulgencio Batista, encontraron en la feu una permanente piedra en el zapato.

De sus filas surgieron figuras de obligatoria mención a la hora de contar nuestro pasado: Rafael Trejo, Raúl Roa, Pablo de la Torriente Brau, José Antonio Echeverría…

Este último es reconocido como Presidente de Honor de la organización. Bajo su mando, coincidente con la dictadura batistiana, la FEU creó su brazo armado –el Directorio Revolucionario– y desarrolló acciones militares como el asalto al Palacio Presidencial y la toma de Radio Reloj, los ejemplos más contundentes.

En estas aulas, para orgullo de todos, también se hizo revolucionario el joven Fidel Castro, el artífice de la emancipación postergada.

Como fuentes inalterables por el paso del tiempo, los textos de aquellas épocas nos muestran mejor las situaciones del pasado. «La Federación Estudiantil Universitaria y el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, los dos núcleos que agrupan en sus filas la nueva generación y que se han ganado en el sacrificio y el combate las simpatías del pueblo cubano, acuerdan dirigir al país la siguiente declaración conjunta…».

Luego de estas palabras, continuaban una serie de puntos recogidos por la historia como Carta de México, que marcó el compromiso de estas dos organizaciones de trabajar por la definitiva caída del tirano.

El artículo 16 del propio documento, quizá refleje un poco mejor la esencia de los entonces estudiantes. «La FEU y el 26 de Julio hacen suya la consigna de unir a todas las fuerzas revolucionarias, morales y cívicas del país, a los estudiantes, los obreros, las organizaciones juveniles y a todos los hombres dignos de Cuba, para que secunden en esta lucha, que está firmada con la decisión de morir o triunfar». Tres párrafos más abajo, la rúbrica de Echeverría y Fidel Castro.

Después del 1ro. de enero de 1959, los jóvenes tuvieron participación activa en la defensa del país con la creación de las Milicias Universitarias. Asimismo, desempeñaron, como organización, un importante papel en la campaña de alfabetización.

Desde entonces, la FEU ha sido una cantera, en el más amplio sentido de la palabra, para la sociedad cubana. Líderes políticos salidos del propio secretariado, personalidades del arte que dan los primeros pasos en Festivales de Cultura que, hasta hoy, se desarrollan de una forma piramidal desde la base, en las facultades. También sobresale, por lo aglutinador de su carácter, el movimiento deportivo.

Por supuesto, el principal objetivo de la organización, va de la mano con el de la Universidad: ayudar a la formación de profesionales en los más diversos ámbitos, que sean capaces y estén dispuestos a servir al pueblo.

La FEU lo mismo puede estar en el aula defendiendo los derechos de un estudiante, que organizando fiestas, que demostrándole, a quien subestime el pensamiento y la moral de nuestra juventud, que «aquí no se rinde nadie, (…)».

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Uno a veces se para en lo más alto de la escalinata, en la cima de la colina. Desde ese punto, puede verse todo a lo que la tierna estatua –una de las más hermosas que he visto– le abre los brazos. Allá abajo está el mundo. Desde aquí arriba bajan los hombres nuevos, con sus ideas nuevas, sus ansias grandes, para renovar y engrandecer ese –su– mundo.
A veces quisiera abrazarla, escribirle un poema, seguir enamorándola; me asusta el que pueda llegar a sentirse sola; no debe de haber nada más triste que ver una estatua llorando.

La miro y la miro. No es una amante cualquiera. Es la novia perfecta. De esas que te obligan a ser mejor, de esas que aparecen como espejos de lo bueno y hermoso que podemos ser. Y… ¿qué somos?

«He aquí lo que somos hoy, eternos jóvenes rebeldes, luchando en medio del fuego y del humo de la vida, luchando con las ideas en lo más alto del pensamiento humano para la liberación de la humanidad», me susurra al oído, sin permiso, el joven Nicanor, o más bien el sempiterno Julio Antonio Mella, que está junto a mí, mirando a la misma joven de generosos brazos, maternal semblante y semidesnudos pechos, a la cual, algunos años atrás, él también enamoró.

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Gerardo Valverde Esquivel dijo:

1

20 de diciembre de 2017

09:44:50


Excelente artículo. Esa dama de bronce es Cuba que enamora con su revolución de donde sale el hombre nuevo. Es la estatua de Fidel que vive en cada cubano y cubana al grito de: Yo soy Fidel. Es Raúl diciendo: Sí se pudo, sí se puede y sí se podrá. Por siempre y para siempre Federación Estudiantil Universitaria.

Rebeca dijo:

2

20 de diciembre de 2017

11:25:49


Me gusta!!!