
Siempre que se habla del Cardiocentro Ernesto Che Guevara de Santa Clara, las personas reconocen la extraordinaria calidad de sus profesionales, además del trato afable y cortés de quienes allí laboran, méritos que mucho tienen que ver con la labor desempeñada por el doctor Raúl Dueñas Fernández, quien durante 30 años estuvo al frente de una institución que ha sido capaz de alcanzar los mejores resultados de la cirugía cardiovascular en Cuba.
Por la modestia que lo caracteriza, el doctor Dueñas, como todos lo llaman, prefiere no hablar de sí, sino de su colectivo. Mas, ante cada pregunta, aflora de sus labios el nombre de un hombre al que considera el máximo responsable de todo lo bueno que allí ha sucedido, Fidel Castro.
En ocasión del Día de la Medicina Latinoamericana, a celebrarse el venidero 3 de diciembre, Granma fue al encuentro de este profesional humilde y sencillo.
–¿Cómo llega a la medicina?
–Siempre tuve cierta inclinación por esa rama y llegado el momento comencé la carrera de Biología en la Universidad de La Habana, al ganarme una beca por ser finalista del primer Concurso Nacional de Monitores. Pronto supe que aquello no era lo mío, y finalmente renuncié a la misma para comenzar a estudiar Medicina en el Instituto de Ciencias Básicas y Preclínicas Victoria de Girón de la capital, la cual terminé en la recién creada Escuela de Medicina de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, especializándome más tarde en la cirugía.
–¿Cómo surge la idea de crear el Cardiocentro?
–Es una obra que debe agradecerse al genio de Fidel, quien en 1981 en el teatro Alkazar, de Camagüey, realizó la proyección de lo que sería la medicina cubana en el futuro, incluyendo el tema de la Cardiología.
«En la decisión ayudó la tradición quirúrgica que había en Santa Clara, donde ya se habían hecho más de 100 operaciones del corazón. Fue así como en 1982 comenzó a forjarse la institución, que comenzó a trabajar como Cardiocentro en julio de 1986.
«Luego hubo un hecho fortuito que contribuyó a que nos ganáramos aún más la confianza del líder de la Revolución. El periodista Guillermo Cabrera debía operarse del corazón, y como Fidel lo tenía entre sus amigos, le propuso
varios lugares, mas él los rechazó e insistió en hacerlo en el Cardiocentro de Santa Clara. Así se hizo y todo salió perfecto. Meses después nos citan a una reunión al Consejo de Estado a Álvaro Lagomasino y a mí, y cuando abrimos la puerta teníamos delante a Fidel. Te imaginas cuán nerviosos nos pusimos. Dijo, vamos a sentarnos a trabajar. Eso fue en el 2001 y de allí salió equipamiento nuevo que permitió dar un salto en el trabajo de la institución».
–¿Cuándo fue la primera operación y como la recuerda?
–El 24 de julio de 1986 fue la primera y el 25 la segunda, las cuales resultaron un acontecimiento para todo el equipo. Luego, en octubre comenzó el trabajo más regular, que no ha parado hasta hoy. Fíjate que ya sobrepasamos las 9 500 operaciones realizadas, tenemos el récord nacional de menor mortalidad, que fue de 2,4 en el 2014; la cirugía vascular, servicio que es único en el país, acumula más de 1 700 operaciones, con una supervivencia del 99 %, además de la cardiología intervencionista, proceder iniciado en el 2003 y que ya tiene más de 18 500 pacientes atendidos.
–¿Qué ha significado para usted, haber dirigido a tantas luminarias de la cardiología cubana?
–Un gran reto y a la vez un tremendo privilegio, que he llevado con mucha dignidad porque aquí las decisiones siempre se han tomado de manera colectiva, contando con ellos y también con el resto de los trabajadores. Precisamente, ahí está el secreto de los éxitos del Cardiocentro, lograr que todos se sientan importantes, desde el especialista más encumbrado, hasta el trabajador más simple.
–Entre sus preocupaciones siempre estuvo garantizar la continuidad del trabajo de eminencias como los doctores Ismael Alejo, Ignacio Fajardo, Arturo Iturralde, Álvaro Lagomasino, Osvaldo González, José Cirilo Mesa, Ramona Lastallo y Mario Placencia, entre otros. ¿Cree usted que el relevo está asegurado?
–No me cabe la más mínima duda. Aquí, como los tres mosqueteros, hemos sido todos para uno y uno para todos, filosofía que ha rendido sus frutos. Ya tenemos un grupo de jóvenes muy preparados, y no voy a mencionar nombres por temor a olvidar alguno, pero resultan muy competentes en todo lo que hacen, lo cual constituye un orgullo para el centro. Por eso puedo morirme mañana mismo, que lo haré con la convicción de que el trabajo del Cardiocentro tendrá continuidad.
–¿Cómo asume el hecho de haber tenido el privilegio de materializar uno de los sueños de Fidel?
–Fue una suerte muy grande haber podido conocer y conversar con Fidel. Cuando supe de su fallecimiento sentí un dolor muy grande, solo compensado por el hecho de haber contribuido en alguna medida a concretar uno de sus grandes anhelos. Me preguntas cómo lo asumo, pues con la misma humildad que él nos inculcó. En lo adelante, viviré para ayudar a materializar otro de sus proyectos, la ampliación del Cardiocentro. Si se logra, como se avizora a corto plazo, entonces podré decir que fui uno de los reparadores de los sueños del Comandante en Jefe.



















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Daisy T. Rivero Leon dijo:
1
29 de noviembre de 2017
01:40:09
yoel Diaz Muñoz dijo:
2
29 de noviembre de 2017
08:40:14
Juan dijo:
3
29 de noviembre de 2017
09:23:17
Luis Dante dijo:
4
29 de noviembre de 2017
15:30:21
Mayra Luis Roque dijo:
5
29 de noviembre de 2017
16:32:28
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