ESMERALDA, Camagüey.–Tras las siempre bienvenidas vacaciones veraniegas, septiembre comenzaba en pleno ajetreo de preparativos de zafra y de continuidad en las inversiones turísticas, cuando la furia del huracán Irma trastocó en cuestión de horas la vida de los pobladores del antiguo batey Jaronú, hoy Brasil.
Bien lo sabe Milagros Llanes Bell, quien en sus 70 años de vida, 37 de los cuales transcurrieron en el laboratorio del central, nunca había experimentado un susto mayor: «Esa noche nadie durmió aquí. Se sintió un estruendo tremendo y, cuando vinimos a ver, casi todas las tejas habían caído al suelo hechas pedazos».
Tampoco quiere acordarse del mal rato pasado la anciana Luz María Rodríguez Hidalgo: «Fueron tan fuertes las ráfagas de viento que un poste de la electricidad cayó sobre el portal de la casa y acabó con todo. Allá arriba, en el techo, no quedó nada, y abajo el agua entró por la sala y salió por la cocina».
Irma ocasionó daños cuantiosos en el fondo habitacional y la infraestructura del batey, declarado Monumento Nacional en el 2008, en consideración a los valores patrimoniales que lo convierten en uno de los sitios mejor conservados de los centrales azucareros de Cuba con una historia casi centenaria.
Salvar y preservar los atributos que le otorgan un carácter excepcional dentro del patrimonio cultural cubano a esa comunidad, distante a unos 80 kilómetros al noroeste de la ciudad cabecera provincial, constituye, por tanto, una de las prioridades en medio de tantas acciones a enfrentar durante la fase recuperativa.

COMO SIEMPRE, LA OFICINA A LA ORDEN
A escasos días del paso del evento meteorológico por la zona, comenzaron a llegar las primeras fuerzas de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey (OHCC), con la expresa encomienda de coordinar y asesorar sobre el terreno todos los trabajos de restauración que se acometen en los inmuebles.
Se trata, explica José Rodríguez Barreras, director de la institución, de una joya cultural creíble, es decir, no hay que buscar a un especialista ni un criterio autorizado para que cualquier persona, a simple vista, se dé cuenta de que está ante un suceso patrimonial único en Cuba, en el Caribe y en el mundo.
Se refiere el directivo al conjunto que conforman el central azucarero, reconocido como el más moderno y eficaz de su época, y el batey originario, construido entre 1919 y 1921, ejemplo de urbanización y coherencia en los espacios públicos, con una arquitectura de fuerte influencia del sur de Estados Unidos.
«Desde el punto de vista social, aclara Rodríguez Barreras, la arquitectura dio respuesta a la ubicación que los sujetos tenían de acuerdo con su posición jerárquica dentro del ingenio: en una primera zona residían los de mayor rango y, en una segunda, los trabajadores y otras personas de bajo status».
Si el huracán arremetió con fuerza contra las casas más confortables, sobre todo en el techo, el daño mayor se concentró en dos manzanas que acumulaban, por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento oportuno, un deterioro apreciable en algunas naves utilizadas desde antaño como cuarterías.
TODO QUEDARÁ MEJOR QUE ANTES
Es tal la magnitud del empeño, que hoy confluyen en el batey más de 120 hombres de la Empresa Provincial de Restauración y Conservación, junto a trabajadores no estatales con vasta experiencia en la reparación de viviendas patrimoniales y en el rescate de áreas públicas y de otros servicios básicos.
Paralelo a la preservación del patrimonio, brigadas del Ministerio de la Construcción laboran intensamente en la transformación de las cuarterías en 100 apartamentos de dos y tres habitaciones que mejorarán la calidad de vida de las familias, muchas de las cuales mantienen vínculo laboral con el central.
En torno al batey original, específicamente en el barrio conocido como Moscú, brigadas de diferentes unidades productoras de la Empresa Azucarera de Camagüey, agrupadas en el contingente Eliseo Acosta Pérez, construyen también 168 casas típicas campesinas destinadas a damnificados del huracán Irma.
«Tales acciones demuestran que el fenómeno se enfrenta de manera integral, incluida la creación de una infraestructura que dé respuesta a las necesidades de la población de hoy y del crecimiento a futuro, como resultado del desarrollo turístico de la cayería norte de la provincia», comenta el director de la OHCC.
Unas obras en franco proceso de ejecución y otras a nivel de proyectos, se prevé dotar al consejo popular Brasil de una sólida red de entidades educativas, culturales, recreativas, comerciales, gastronómicas, deportivas y de salud pública, que sirvan de complemento a los atractivos propios del lugar.
MANOS SOLIDARIAS Y GENTE AGRADECIDA
Si bien no es esta la primera experiencia solidaria de Ricardo Verduy Caballero (antes ayudó a reconstruir escuelas y museos en Baracoa), sí asegura que es la más riesgosa, al tratarse de reparar techos de pendientes muy anchas y resbalosas, por lo que es preciso extremar las medidas de seguridad.
«Hay que hacer las cosas rápido y bien, pues las personas esperan por nosotros para pasar a la normalidad», declara el destacado ejecutor de importantes obras de restauración y conservación, merecedor este año del Premio Alarife Público Fulgencio Arambula que otorga la OHCC.
De la calidad de los trabajos da fe la anciana Luz María: «Estoy muy agradecida. Mire cómo vinieron a ayudarnos enseguida y ya mi casa está casi terminada tal cual era. Yo digo que esos muchachos son la Revolución. Si no es por esa ayuda jamás hubiéramos podido asumir una reparación de tamaña envergadura».
Su vecina, Milagros Llanes Bell, comparte tal opinión mientras reparte bocaditos y refrescos a los trabajadores: «Ellos se están sacrificando también por nosotros, por lo que merecen todo nuestro apoyo. Vivo aquí, porque triunfó la Revolución.
Por esta zona antes nosotros, los pobres, no podíamos ni asomarnos».
Transcurren los días y poco a poco, fruto de la proeza de muchos, recobra su esplendor el batey Jaronú: vuelven las palmas al parque central, se restauran nuevas viviendas, reabren servicios imprescindibles y la gente respira dosis renovadas de optimismo, como señal inequívoca de confianza en el futuro.
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Julio A. Garcìa Caraballo dijo:
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