ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Los vecinos, tras el paso de Irma, se agrupan para recoger escombros, árboles caídos y algunas pertenencias. Foto: Jose M. Correa

ESMERALDA, Camagüey.–Cuentan los más viejos del batey de Jaronú que el antiguo administrador del central Brasil, –un tal Antonio González de Mendoza, que echó a andar la primera zafra azucarera, allá por 1921–, se levantaba todas las mañanas y le pedía la bendición al padre de la iglesia desde uno de los balcones de su casa. Majestuosa. Inmensa.

Entre la iglesia y la casa no debe haber más de 100 metros. En el medio hay un parque.

El parque tenía un jardín precioso, eso dicen. Antes de Irma, había hileras de palmeras, por ambos lados, que conducían la vista desde la casa hasta la iglesia. Todas las palmas están ahora acostadas, por el viento, así como los otros árboles que daban sombra a los bancos del parque.

Detrás de la casa del antiguo dueño del central, que años después del triunfo de la Revolución se convirtió en el hotelito

La Casona y que administra la Empresa Nacional de Flora y Fauna, vive Maritza Herdi Muñoz.

La primera vez que la vimos estaba en una de las esquinas del parque, la más próxima a La Casona. Hablaba con otra mujer y se le veía nerviosa. Contaba que había tenido que ir a tomarse la presión en el policlínico, que creía que le iba a dar una cosa cuando al fin la ventolera y la lluvia la dejaron salir y vio como había quedado el pueblo, su casa. Le digo que me lleve hasta allá.

Maritza señala un trillo, dice que antes estaba limpio y se pasaba sin dificultad. Ahora hay que tener cuidado porque la ropa se enganche con esas matas que se utilizan como cerca y tienen espinas, como una especie de cactus. Zarza de cerca, se llama.

«Aquí había una arboleda preciosa, y ya no queda nada, el viento lo tumbó todo. Parecía que el central estaba moliendo. Allí había una mata de níspero, y allí otra de mango filipino, de aguacate, de mamey, de naranjas…», señala entre las matas caídas.

–¿Y por qué usted no se evacuó?

–Mi’ja es que yo pensé que esto no iba a ser tan grande, y bueno, como tengo un pedacito de mampostería, que es la cocina, me quedé aquí. La otra mitad de la casa se derrumbó, que era de madera. Fue una locura, buen susto que pasé.

Y menos mal que el techo no me cayó encima. Mi mamá sí se evacuó y mi hermana estaba trabajando en el hospital.

Pero Maritza no fue la única que no quiso evacuarse aquella noche. Que se confió. En la comunidad Moscú, del Consejo Popular Brasil, Yunelza Lozano tuvo que salir corriendo con sus tres niños a mitad de la noche, en pleno ciclón, e ir para la casa de la vecina porque el caballete del techo de la sala salió volando y los zincs de fibrocemento también.  

«Íbamos a ir para casa de mis suegros, que viven en la parte de los edificios, en Jaronú, pero mi esposo me dijo que no me preocupara, que el ciclón iba a ser leve. Y yo me dejé guiar por él y al final, mira todo lo que pasó».

Porque a veces, la imprudencia y el exceso de confianza ante el peligro dejan más estragos que cualquier viento.

Brigadas de apoyo trabajan en la restauración de los techos de los almacenes del central Brasil. Foto: Jose M. Correa

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El batey Jaronú no es el mismo, tampoco lo son otras comunidades de Esmeralda como Jiquí, Moscú, Tabor... Han pasado varios días, luego de Irma; de los vientos sostenidos de más de 200 kilómetros por hora. De la tristeza que deja la pérdida, porque no importa si es mucho o poco, siempre duele. Pero la inercia, luego de la pérdida, también ha sido de a poco desterrada y puede que por las noches se escape algún que otro suspiro, pero de día todo es movimiento y ya la cámara no solo distingue escombros y retazos de viviendas, sino también a la gente que carga palos y tablas y empieza a levantar otros cimientos.

También hay brigadas de linieros, de Granma, de Santiago de Cuba, del propio Camagüey. Levantando nuevos postes. Llevando luz. Y en las calles y avenidas principales se distinguen decenas de soldados y oficiales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias del territorio que apoyan las labores de recuperación.

Otros, como Alexander Martínez, administrador del restaurante El Palermo, salen todos los mediodías en un camión y recorren varias comunidades del municipio para vender a tres pesos las cajitas de comida que se preparan en algunas unidades gastronómicas del lugar.

A Esmeralda también ha llegado el arte, la música, la alegría. Esta vez, de la mano del proyecto Golpe a Golpe de la filial de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en la provincia.

Un grupo de jóvenes que les mueve el deseo de ayudar y que conocen bien la gratitud que deja devolver sonrisas cuando son pocas las razones para sonreír. Hace nueve años atrás ya habían desandado también la geografía camagüeyana, cuando el ciclón Ike dejó considerables afectaciones, especialmente en aquellas comunidades rurales más intrincadas.

Leinier Paredes Rosales, especialista principal del proyecto, comentó a Granma que llegaron tres días después de que Irma tocara Esmeralda. Enseguida soltaron los «bultos» en la casita donde radica la Juventud en el municipio y fueron para la estación del ferrocarril, a limpiar las líneas y quitar las ramas partidas y la suciedad que quedó luego del desguace.

«Colgamos la bandera de la AHS en lo alto de una penca de coco y nos llevamos para allá un bafle de carga que traíamos y pusimos música. Y enseguida la gente del pueblo se nos acercó y todos nos pusimos a trabajar».

Por la noche también sacamos las guitarras y empezamos a cantar y a hacer cuentos. En estos días queremos proyectar algunos cortometrajes con una pantalla gigante que tenemos, con apoyo del gobierno municipal, expresa Paredes.

Aquí todos somos multifacéticos, asegura. «Lo mismo hacemos chistes, que bailamos o que se hace teatro infantil y montamos sancos con los niños. Si estamos aquí es porque nos sentimos bien haciendo estas cosas. Porque te llenan espiritualmente. Y no solo es ir a estos lugares y llevar un trocito de cultura, también ayudamos en lo que haga falta. Si hay que recoger matas, pues recogemos matas, si hay que limpiar, limpiamos. Unas manos más, de ayuda, nunca sobran».

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Julio Alberto Velázquez, jefe del grupo de trabajo político-ideológico del Consejo de Defensa Provincial en Camagüey, señaló a nuestro diario que una de las tareas más importantes en estos momentos es lograr que cada familia tenga el alimento necesario, fundamentalmente la leche y el pan para los niños, además de que se ha estado elaborando en varios puntos gastronómicos comida y vendiéndosela a las personas a un precio subsidiado.

«A ello se unen las acciones de higienización. No podemos permitir tener una epidemia y hay que lograr que todas las comunidades estén limpias».

Asimismo, expresó, se ha determinado trasladar los evacuados que tenemos en cuatro escuelas del municipio para el politécnico Dagoberto Rojas, en el Consejo Popular Brasil, que a partir de ahora va a recibir a los evacuados del municipio.

«La intención es habilitar aulas por familia y crear las condiciones básicas para que aquellas personas que se les dañó prácticamente toda la vivienda, puedan estar ahí el tiempo necesario. Esto no implica, por otra parte, que se interrumpan los estudios, pues las instalaciones de la escuela son amplias, para más de 600 personas».

Las afectaciones son serias en el municipio y no solo en el fondo habitacional, precisó. «Hay que empezar a recuperar las áreas agrícolas, alistar las tierras y prepararnos para sembrar cultivos de ciclo corto».
La recuperación de la caña junto a la reparación del central Brasil resulta decisiva, agregó. «Allá, en el central, hay un grupo de trabajadores del lugar, además de una brigada de apoyo, que están en el tema de la restauración de los techos de los almacenes, y se ha procedido también a drenar los suelos y así recuperar esas áreas de caña que están comprometidas para la zafra y que quedaron muy afectadas por la lluvia.

«Esmeralda no se ha quedado quieta. Eso sí te lo aseguro. Es un hervidero de gente trabajando».

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