ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
El letrero que señaliza la entrada y salida del pueblo quedó en el suelo por causa de los vientos. Foto: Jose M. Correa

PUERTO PILOTO, Sierra de Cubitas, Camagüey.–Inés pone la cafetera, dice que esperemos, que cuela en un momentico.
Afuera está Abel, su esposo. También hay otros tres hombres quitando la cubierta del techo de una casa que está al lado. Pregunto si viven aquí. Abel dice que no, que su rancho lo tumbó el viento. «Está por ahí, después de la tienda. Este cuartico Jorge me lo prestó hasta que yo pueda resolver y levantar de nuevo lo mío».

Jorge es uno de los hombres que está afuera; reside en la ciudad de Camagüey y tiene en Piloto una casa de veraneo.

Piloto es un pueblito pesquero que tiene el mar como patio trasero y una humildad en su gente más grande que ese mar.

Dicen que hace muchos, muchos años atrás, había aquí un embarcadero desde donde se enviaban para la Florida (Estados Unidos) los sacos de naranja que se cosechaban en La Gloria, otro pueblito de Sierra de Cubitas, pero más al sur.

En Piloto hay pobladores oriundos, que crecieron tirándose en el muelle o pescando pargos, mojarras y caballerotes.

Porque este es un lugar donde la pesca se da muy bien. Otros, como Jorge, solo vienen los fines de semana.

En total, hay más de 300 casas. La mayoría son ranchos, como ellos le dicen, con tablones de madera y techo de guano. También hay cubiertas de zinc y de fibrocemento y paredes de ladrillos naranja rojizo, muy pequeños, que están sin repellar. Las menos, tienen bases firmes, de mampostería.

Luego de Irma, muchas, más de la mitad de las casas, no quedaron en pie.

Le preguntó a Abel si estaba aquí esa noche. Y responde primero con la cabeza. «¡Qué va! Aquí a todos nos evacuaron en Sola (la cabecera municipal). Allí mismo –y señala un camino– se parquearon las guaguas. Ela no dejó que nadie se quedara, andaba cayéndole atrás a la gente y guapeando porque había quien no se quería ir, de cabezones. Porque las viviendas se pueden hacer de nuevo, pero lo que no se puede reparar ni con clavos ni martillos es la vida».

Ela es la delegada de la circunscripción, me aclara. «Mejor que esa hay que mandarla a hacer. Ahora mismo con lo del ciclón tú la ves pa’ rriba y pa’ abajo caminando todo esto, tratando de resolverle el problema a los otros. En su casa tiene una plantica eléctrica, y ahí van todos los vecinos a cargar los celulares, las linternas, la radio, lo que haga falta. Seguro ahorita la ves por aquí, esa mujer no para».

En la casa de Ela Adán Pérez hay muchos perros. Un husky siberiano, un pekinés que se llama Negrito, y otros tres que son satos y se le posan en los pies mientras se recuesta en el sillón. Estamos en la sala, creo. Hay mucha claridad. Arriba, el cielo, directamente sobre nuestras cabezas.

La mitad de las tejas de su casa también volaron, y las cortinas y los muebles y las otras sillas están guardadas en los cuartos que no se mojan.

Hablamos de Irma. Dice que aquí la gente pudo salvaguardar sus cosas.

«Lo primero era preservar el material humano y luego todos esos artículos que son más básicos y más difíciles de conseguir: el frío, el televisor, los colchones. Lo que no pudo montarse en las guaguas, se puso en una de las casas buenas del pueblo.

«Pero, mama, no creas que fue fácil. Hubo personas que se me escondieron, hasta madres con niños y viejitos. La defensa civil estaba ahí con las guaguas y el viento ya soplaba duro, y la gente decía que no, que el ciclón iba a coger pa’ arriba y yo que no es así, que había visto el noticiero con la planta de la casa y que el ciclón venía para acá».

Ela, la delegada. Foto: Jose M. Correa

Porque yo tengo una plantica eléctrica que traje cuando estuve de misión, me explica. «Soy licenciada en Cultura Física y estuve tres veces en Venezuela y cuando regresé, vine a vivir para acá. ¿Tú crees que yo puedo dejar esto?», y señala el mar, que se ve desde las ventanas de la cocina, y a tan escasos metros que se siente ese olor característico.

«Qué te estaba diciendo. Ah, ya. Como yo tengo la planta, aquí se cargan todos los celulares de la gente del pueblo, y se pone el televisor en el horario del noticiero de las ocho».

–¿Y usted también pasó el ciclón en Sola?

–Recuerda que el capitán es el último que abandona el barco. Yo me quedé aquí, en la primera casa que está allá a la entrada del pueblo, que era donde estaba el puesto de mando. Nos quedamos 16 hombres y yo. Aquí hay una brigada que se hizo, que ellos tienen carné y todo eso de la defensa civil, que somos los únicos autorizados a quedarnos en tiempo de desastre. Ya sabes, para cuidarle las cosas a la gente que están evacuadas».

El día después del ciclón, recuenta, salí a las cinco de la mañana porque tenía la preocupación de dos viejitos que se me escondieron y no abrieron la casa cuando fuimos a evacuar. «Y me fui para allá con un sobrino de los señores. Tuvimos que romper la puerta para entrar y sacarlos. Estaban trancados en un baño, porque unos palos del techo cayeron y tenían la puerta sujeta desde fuera. Mira que les dije cosas cuando salieron».

En casa de Ela también está Pedro Alberto. Le pregunto si son familia. Explica que no, que Pedro está quedándose en su casa desde que su rancho se le cayó. «Él lo perdió todo, todo, todo. Y no tiene familia. Me pidió ir para el hogar de ancianos porque ya no tiene fuerzas para empezar de cero. Y le dije: “sí, mi viejo, ahora cuando se normalicen las cosas hacemos la solicitud, pero mientras tanto usted se queda aquí conmigo”».

Vamos a hacer un poquito de café, se brinda Ela. Le digo que ya Inés nos hizo, que se está quedando junto a su esposo en casa de Jorge.

«Ah, esa ha sido una de las cosas buenas de Irma, que la gente se ha ayudado unos a los otros. Un gran por ciento de los que tienen derrumbe total están en casas de veranistas. A los otros, que no pudieron quedarse en casa de amigos, yo les dije que rompieran (lo que quedó de sus viviendas)  y que hicieran al menos un cuartico, para dormir.

El abastecimiento de agua al pueblo de Piloto es una prioridad. Foto: Jose M. Correa

«Porque uno no puede quedarse de brazos cruzados y esperar a que venga otro a decirte lo que hay que hacer. Llamé a la secretaria del Partido en esta zona y le dije que ya tenía el listado de todos los derrumbes parciales y totales, y también las pérdidas de los techos, y que la gente iba a empezar a hacer sus temporales».

«Rosa, la presidenta del Consejo Popular Gloria-Piloto, ya me dijo que se iban a aprovechar los troncos de los árboles para hacer listones de tabla, cortes de casa, como se le dice. Y dentro de unos días van a comenzar a llegar los materiales, los del gobierno», refiere Ela.

«Esa basura que tú ves por ahí en los caminos también la vamos a recoger con los tractores y camiones que tienen las cooperativas y las empresas de La Gloria, y las pipas de agua ahorita deben estar entrando.

«Aquí la mayoría de las casas tienen pozos, pero los que viven en Piloto Nuevo, que es más pa’ arriba, porque es el pueblo nuevo, lo que tienen son cisternas y tanques. Pero tú verás ahora cuando llegue la pipa, que yo me subo arriba del tractor. Para que no haya lío. Porque cuando se está así, en estas situaciones, la gente se desespera. Pero ellos me conocen y cuando hablo con ellos y les explico las cosas, entienden».

En Piloto también ya se ha empezado a vender arroz liberado, fideo, chícharo, sorbeto, refresco en polvito y sirope, asegura Ela. «Y se está cocinando todos los mediodías y vendiendo la ración de arroz baratísima. Eso se hace en el restaurante y en el bar, los dos principales lugares para el consumo de la gastronomía aquí en el pueblo».

***

CAMINAMOS POR PUERTO PILOTO

Hay trillos que son estrechos y todavía queda un fanguero que es rojo y ensucia los zapatos. Ela marca el paso, con una agilidad que me deja atrás y sorprende. «Eso es lo que te da hacer deporte, yo tengo 50 años y mira, no me duele nada».

Ela saluda a las personas que están en los portales. Les da la buena nueva de que van a tener pronto materiales para que armen su casita, y que las pipas con agua llegan esa tarde. Una niña de unos cinco o seis años corre hacia nosotros y se le engancha en la cintura a Ela. Le dice ¡Maestra, maestra!, y le pregunta que cuándo van a empezar la escuela. Ela le responde que esta misma semana, que ya la escuelita va a quedar tan bonita como estaba antes.

Me explica que no es maestra de profesión, pero que da clases de Educación Física y atiende el programa Educa a tu Hijo en la comunidad.

Yo no tuve niños, dice. Y yo no me atrevo a preguntar más.

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Jorge Nesrala M. dijo:

1

15 de septiembre de 2017

06:38:07


Un pueblo solidario, revolucionario y socialista, como le enseñó Fidel, es un pueblo grandioso que sabe reponerse de todas las dificultades, pronto veremos todos los problemas resueltos. Apoyemos a Raúl y al Partido y Cuba seguirá adelante.

Monica Solano dijo:

2

15 de septiembre de 2017

06:44:36


son el ejemplo de la solidaridad, humanidad. He tenido la suerte en mi vida de recorrer la isla en 2 oportunidades. Espero poder volver. Amo CUBA. Saben vivir y disfrutar lo simple y aclaro estan mucho mejor que nosotros. AMO CUBA.

Segundo Reyes Castellanos dijo:

3

15 de septiembre de 2017

12:21:58


Extraordinario ejemplo de la Delegada del Poder Popular y de los vecinos del pueblito "Puerto Piloto" Ca. Ela, así es nuestro pueblo disciplinado, consciente y siempre MUY SOLIDARIO. Felicito a la periodista, Ca. Yaditza del Gol González, ha realizado un EXCELENTE reportaje, que mucho nos ha hecho sentir cubano y revolucionario.