Después del primero, Yosbel encendió otro cigarro, y luego otro, hasta perder la cuenta. Presiente que la espera va a ser larga y se echó al bolsillo unas cinco cajas.
No viene solo. Lo acompañan la madre, la novia y el tío. Y el perro, un pequinés de tono amarillo. No son los únicos que trajeron a las mascotas. Hay perros de distintas razas echados sobre el piso, o sobre una silla, o a la orilla de una colchoneta. Quizá esta sea una de las pocas circunstancias en que no pueden «cuidar» de sus dueños.
Un señor de gorra anaranjada y abundante barba fuma un tabaco. Las piernas cruzadas y un cartón para paliar moscas, mosquitos, o cualquier cosa que se atreviese a molestarlo en la madrugada. A su lado un bastón, de otra anciana. Unas 30 o 35 personas más. Murales, bustos, cuadros.
***
Avanzamos. El fotógrafo se adelanta y retrata a Yanesca Ruiz. Ella está sentada en una silla escolar, aunque no vino aquí al preuniversitario Gerardo Abreu Fontán, de La Habana, para recibir clases. Tal vez lecciones sí.
Lleva una blusa a rayas, blanca y azul. Licra verde y gris. Chancletas amarillas. El pelo recogido. Ojos negros en los que es perceptible un halo de esperanza. Como si esperase ver alguna luz, a pesar de todo.
«Hace poco le cayó una piedra encima a mi vecina. Diez puntos en la cabeza», cuenta. Espera que no le suceda lo mismo a ella, ni a su familia.
Huyó del huracán Irma desde bien temprano. Sabe que en estas circunstancias salvar la vida es lo primordial. Lo único que no se recupera una vez perdido.
Yanesca vive en el edificio Malecón 117 esquina Crespo y es la madre del único niño evacuado en este preuniversitario. Ama de casa; rubia, 32 años. De Mayarí Abajo, Holguín.
Su hijo se aburre, pero está a salvo. Se llama Rayner y empezó segundo grado. Mastica mamoncillos. Escucha música.
«Mi mamá cuidaba a la dueña de la casa y luego, al fallecer la señora, heredamos. Yo crecí en La Habana, estudié aquí; mi vida está aquí», dice desde su silla, como quien responde a la pregunta de un maestro.
«Tuvimos que venir porque el apartamento está muy cercano al mar y con peligro de derrumbe… A los vecinos de arriba les han dado casas, pero faltamos nosotros. Están preparando apartamentos en el Casino Deportivo».
En el mismo edificio, vive Manuel Batista Rojas. Llegó con sus botas de agua. Ropa deportiva. Chancletas para descansar los pies. No mucho más. Lleva en una mochila un amasijo de papeles. Algunos recuerdos. Un álbum que atestigua la militancia de su abuela. Fue una de las fundadoras del Partido Comunista de Cuba. Manuel lo saca, me lo muestra. Lo guarda.
El aula 1 se ha transformado en salita de estar. Desde allí, otros evacuados observan atentos la televisión. Esperan que Rubiera dé el último parte.
El huracán Irma, con vientos de 205 kilómetros por hora se mueve por las costas del norte de Villa Clara: 45 kilómetros al nordeste de la península de Hicacos, Varadero.
Narciso Pérez Pérez lo sigue ininterrumpidamente.
Ha venido para acompañar a su familia, residente en Malecón.
«Yo me mudé para un apartamento en Alamar que me dio el Estado; pero vine junto a mi tía, mi sobrino y la novia, que estaban desguarecidos frente a Irma», explica.
«Mientras no nos falte la comida y la salud, estamos bien», interviene el sobrino, YosbelPoey, quien cargó la batería de todos sus equipos electrónicos; tomó una colcha y par de almohadas para pasar el ciclón. Cinco cajas de cigarros.
Cuando no fuma, juega con su celular.
***
Se prevé la llegada de más personas al Centro de evacuación en las próximas horas, asevera Víctor Darias Mesa, cuya misión es garantiza la seguridad de los evacuados que permanecen aquí.
–¿Solo de Malecón?
–No, también de las calles Amistad, Águila, San Lázaro… ¡Y acaba de llegar un señor de Marianao! Del Palmar. Dice que el ciclón lo cogió por aquí y decidió quedarse.
–¿Y están las condiciones creadas para recibirlos?
–Mandamos a buscar la comida y estamos esperando que llegue porque sabemos que hay niños y adultos enfermos: hipertensos, diabéticos, etc.
La doctora Carmen Rosa Lombillo y su enfermera Lilianne Horruitiner asienten. Como par, han trabajado juntas durante varios ciclones anteriores.
Hemos tenido que brindar servicios de salud a la población, pero nada grave: algún hipertenso que se descompense por el estrés, por ejemplo. Tenemos habilitado un consultorio cerca, con todo el equipamiento necesario en casos más complejos.
El señor de gorra anaranjada y barba abundante echa la última bocanada de humo. El viento empieza a soplar más fuerte. La lluvia arrecia y el mar comienza a salirse del contén que los habaneros le han puesto. Solo Irma sabe cuán cerca está de romper este cinturón que abraza a La Habana.
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GUSTAVO ROJAS dijo:
1
10 de septiembre de 2017
06:30:44
juan Arvizu dijo:
2
10 de septiembre de 2017
11:04:28
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