SANTIAGO DE CUBA.–La sensibilidad y firmeza que a lo largo de su vida albergara en el corazón, debe haber iluminado como nunca a Vilma Espín Guillois cuando sabiéndose con una enfermedad irreversible, comprometió a varios santiagueros en la conformación del modesto monumento que eternamente la acogería en el Mausoleo del Segundo Frente Oriental Frank País García.
Quienes con profundo amor y el pecho apretado recibieron la inesperada petición, coinciden en afirmar, en ocasión del décimo aniversario de la desaparición física de la heroína de la lucha clandestina y guerrillera, que aquel difícil momento hizo aún más admirable a tan extraordinaria mujer.
FASCINADA POR LOS HELECHOS
Poseedor de la colección más grande de helechos de Cuba –con alrededor de 400 especies–, cerca de 350 variedades de orquídeas y en total 2 000 especies de plantas tropicales; el otrora Jardín de los Helechos y actual Jardín Botánico de Santiago de Cuba, cautivó a Vilma.
Así sucedió en cada ocasión que llegara al singular vergel de la carretera del Caney. La primera, como ella misma citara en el libro de visitantes el 10 de abril de 1991, cuando al ir en busca de Manuel García Espinosa, encontrara sorpresivamente esta maravilla creada por el hijo de ese luchador clandestino, Manuel García Caluff.
«Una visita plena de riquezas y emociones. Vengo a ver los helechos que hace tiempo quería conocer… Lo único que puedo decir es que volveré pronto con tiempo suficiente para disfrutar de ambas valiosas colecciones». En efecto seis meses después, el 17 de octubre de 1991, volvió con Raúl y otros acompañantes.
Una y otra vez experimentaría semejante satisfacción. «Aquí estoy de nuevo en el paraíso de Manolito –escribió el 27 de diciembre del 2002–, ahora con muchas más plantas que nos dejan fascinados». Sin embargo en la que sería la última ocasión, lejos de anotar en el libro sus palabras quedaron profundamente grabadas en el corazón de Manolito.
«Nos sentamos a conversar en la oficina –rememora–, pidió un vaso de agua y comenzó a explicarme que estaba muy enferma, pero que iba a seguir dando por la Revolución todo su esfuerzo, que esa era su misión en la vida y así sería, que no le temía a la muerte porque era inevitable, y reiteró que todas sus energías serían para la Revolución.
«Acto seguido –añade–, me dijo que había venido para que la ayudara a diseñar la tumba donde quería reposar con Raúl, y exponiendo su idea precisó que quería una piedra que iban a traer…, y me pidió una hoja de papel y un lápiz, mientras yo estaba sin palabras y el corazón me oprimía el pecho.
«Sentada en esa misma silla (la conserva frente al buró) y apoyada en mi mesa comenzó a trazar el boceto de su sepultura. Dibujó una piedra y me pidió que llevara helechos abajo y arriba. Me costó trabajo convencerla de que arriba no, porque requerían mucha agua y con el tiempo podría infiltrarse humedad, y dañar lo que estuviese en el interior.
«Convencida, terminó de dibujar la piedra y lo que quería a su alrededor. Me dedicó ese diseño y lo firmó: Vilma Espín de Castro. Desde ese instante comencé a seleccionar para ella los más bellos helechos, para mí el nombrado científicamente Nephrolepis biserrata, o llamado popularmente “helecho gigante” y también “puntero”, que es muy vistoso y se emplea mucho en la jardinería».
Manolito confiesa que guardó celosamente el boceto, hasta que en una visita de la entonces secretaria general de la FMC, Yolanda Ferrer Gómez, y otras dirigentes femeninas, les narró la historia y al ver el papel firmado por Vilma todas se echaron a llorar. Nadie sabía que existía, y en ese intercambio decidió donarlo al Memorial Vilma Espín, «donde pervive el legado de esta impresionante mujer».
VILMA ES PIEDRA Y ES FLOR
No eran pocas las veces en que dada la especial relación surgida tras su incorporación a Seguridad Personal, del Ministerio del Interior, la había acompañado al Segundo Frente, de ahí que por la mente de la mayor Esther Torres Copello jamás pasó que en esta ocasión recibiría la más difícil tarea encomendada por Vilma Espín.

«Lo primero latente en mi alma –expresa Cuca, como la llaman cariñosamente sus compañeros–, ha sido siempre el agradecimiento a Fidel, a la Revolución, a Vilma y Raúl, por lo que han significado para personas tan humildes como yo, y en especial para ella porque era tan dulce, atenta y cariñosa como una madre.
«Llegamos al Mausoleo –relata–, sin que nadie del pequeño grupo supiera el motivo de aquel viaje, y ya frente a la piedra recién colocada se viró hacia mí y me dijo: te traje porque sabes que estoy enferma, y no me salvo de lo que tengo… y al ver que todos empezamos a llorar nos dijo “no lloren, si lo más natural es nacer y morir”.
«Luego –prosigue–, nos explicó que la piedra era para ella y Raúl, y personalmente quería que le sembrara detrás tres pisos escalonados de buganviles en blanco, que representan la pureza, en rosado por significar la ternura, y en rojo. Además, es una planta resistente al sol y junto a la belleza de sus flores brinda seguridad.
«Al regreso preparé las estacas y con la ayuda de varios compañeros cumplí su petición. En aquella ocasión ella no habló de orquídeas, pero como sabía que le gustaban tanto le intercalé las que tenía en mi casa. Después, la compañera Alicia Martínez trajo desde Soroa las que están sembradas en los naranjos de la entrada».
Según Cuca aquellas palabras firmes, pero en tono familiar, le parece escucharlas siempre porque Vilma vive, y para ser consecuente con el amor que le dispensaba acude frecuentemente a constatar el estado de las plantas o a incorporar otras, como las orquídeas blancas y amarillas que le llevará en breve.
«Todo se mantiene muy bonito –enfatiza–. Los compañeros del Mausoleo cuidan la instalación completa con mucho sentido de pertenencia y respeto, pero creo que tienen un cariño particular con ese sitio, de donde emana el ejemplo de firmeza y amor de quien consagró su vida por la felicidad de las mujeres y los niños cubanos».
Así, de esa forma, la niña que suspirara por el ballet, la joven que apreció el canto coral en la Universidad, la luchadora clandestina buscada por los sicarios de la dictadura, la guerrillera de la Sierra Cristal, es evocación en la suave brisa que baja del lomerío, es Vilma en piedra, y es Vilma en flor.



















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