ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Rina González Peñalver (derecha) recibió el premio nacional Consagración al Magisterio por su meritorio trabajo en las aulas. Foto: Asociación de Pedagogos de Cuba

Apenas pude robarle 15 minutos de su tiempo y ni siquiera fue en la fecha que yo había previsto, sino un día después.

Sus múltiples obligaciones como coordinadora de la zona 75 de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), las asambleas de rendición de cuenta del delegado a sus electores, la militancia partidista y el trabajo como profesora de Historia en un preuniversitario, hacen de Rina Peñalver González —también internacionalista— una mujer bastante ocupada, a pesar de tener la venerable edad de 90 años.

La vida de Rina ha estado indisolublemente ligada a eventos trascendentales del proceso revolucionario del pueblo cubano, en los cuales ella ha sido ferviente protagonista.

«Desde que comenzaron los CDR en mi casa somos fundadores de esa gran organización que surge al costado de lo que hoy es el Museo de la Revolución. Fidel hizo el llamado: ‘Vamos a poner en cada cuadra un sistema de vigilancia’. Desde esa etapa yo estoy en el sistema de vigilancia, primero como fundadora y desde 1993 soy coordinadora.

«Cuando estuve en Angola me sustituyeron porque era la Ideológica. Al regresar, volví a la tarea de los CDR. Este trabajo es importante porque tiene la comunicación social para analizar los problemas», asegura con absoluta convicción.

LA MAESTRA SUSTITUTA

En 1950 Rina comenzó a trabajar como docente. Entonces esas eran las oportunidades que había para encaminarse y asegurar un empleo, aunque tal vez el aula no era su sueño profesional.

«No tenía esa vocación realmente, pero después que me apoderé de ella fui desarrollando todo el interés. Empecé de maestra sustituta en La Habana Vieja. Me fui interesando en los problemas puntuales del magisterio y me llaman la atención las dificultades sociales, la forma en que vivían los niños, las condiciones en que estaban las escuelas públicas.

«Después seguí estudiando. Conocí los inconvenientes de las diferencias sociales y de los sistemas económicos y políticos. En eso siempre reconozco que tuve la ayuda de nuestro Comandante en Jefe Fidel. Yo digo que él me enseñó a pensar porque no tenía inquietud política. La inquietud me la dio el problema de los muchachos.»

Antes de la Revolución trabajando en barrios muy pobres de la capital en sus días de maestra suplente, vio a niños descalzos, fue testigo de las injusticias que acarrean las asimetrías sociales y las desigualdades económicas.

En su extensa trayectoria como docente Rina ha impartido varias asignaturas en diferentes niveles de enseñanza, desde el multígrado en escuelas primarias, pasando por Geografía, Historia, Cultura Política, Historia Contemporánea y finalmente Historia de América, materia que imparte en este año.

Uno de los consejos que da Rina Peñalver a las nuevas generaciones es que sepan valorar el ansia de tener conocimiento para ponerlo al servicio social. Foto: Alberto Borrego

«Es una asignatura muy interesante porque abarca desde la época en que llegaron los españoles y los ingleses a estas tierras y cómo en la actualidad tenemos la situación de América Latina, donde estamos viendo que el imperio no es capaz de soltar el poder fácilmente. Es un tema que desarrolla la inteligencia», puntualiza.

No hay un momento de nuestra conversación en que Rina no mencione a sus estudiantes y la forma en que piensa organizar el contenido que debe impartir en las clases futuras: «Les digo a los muchachos: ‘La prensa diaria vale 0.20 centavos y ustedes adquieren la literatura más barata. Pueden ver otras fuentes, pero lo que necesito es que analicen y valoren’.»

Otro tema presente en sus lecciones es la guerra económica de Estados Unidos contra Cuba. «Hay que estudiar bien el tema del bloqueo, porque muchas personas no saben la situación que crea. Siempre se lo digo a mis alumnos. Hay que insistir en todo el daño que nos produce porque no nos deja desarrollarnos, a pesar de todos los esfuerzos que se hacen.»

EL JUSTO LUGAR DE LOS VALORES

En su larga experiencia enseñando, Rina Peñalver ha aprendido que transmitir valores a las nuevas generaciones no es cosa de un día.

«Ellos no nacen con valores, hay potencialidades que vamos desarrollando: la valentía, no disfrazar la verdad, saber lo que es correcto y lo incorrecto. Luz y Caballero nos enseñó eso precisamente: ¿qué es lo correcto y qué es lo incorrecto? Pero eso lo dan las vivencias que se van adquiriendo.»

Uno de esos saberes que ha acumulado en más de cincuenta años frente al aula lo transmite sin titubeos a los jóvenes que hoy se preparan como maestros y a los padres que tienen hijos adolescentes:

«El magisterio no lo puedes ligar a la economía. Así estás perdido. Para ser maestro no puedes estar mirando al salario. Cuando empecé pagaban ocho pesos al mes por la sustitución. El maestro tiene que sentir amor.

«El problema no es que un alumno saque 100 puntos, sino que esa calificación se corresponda con la actitud que él tenga ante la vida, que sepa valorar el ansia de tener conocimiento, pero conocimiento no al servicio del lucro personal, sino al servicio social, para el bien del hombre.»

PREMIO A LA CONSAGRACIÓN

En este año la Asociación de Pedagogos de Cuba le confirió a Rina González Peñalver el premio nacional Consagración al Magisterio. Ante tal distinción por una vida consagrada a la docencia, la homenajeada no da muestras de vanagloria, más bien pone al descubierto su modestia y gratitud.

«Muchas veces hay personas y maestros que son como yo. No es que sea perfecta. Soy una ciudadana normal que ama su profesión. Esa es mi vida. El premio que me dieron me causó placer y alegría, pero no lo vi con vanidad, sino como algo normal, porque ese es mi trabajo: el magisterio.»

A sabiendas de que un maestro nunca lo ha hecho todo, la distinguida pedagoga piensa en cómo solucionar los problemas que aún existen en su sector y apuesta por estudiar las efemérides con los estudiantes, leer la prensa para estar informado y saber lo que está pasando en la actualidad.

Así termina la conversación con la pedagoga que no da señales de cansancio ni autocomplacencia. En lo que me preparo para escribir estas líneas, de seguro Rina vuele a las faenas a las que ha entregado tantos años desde que era una jovencita allá por 1950.

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