CAMAGÜEY.–Desde que decidió, hace dos años, establecer relaciones contractuales con la Empresa Provincial de Industrias Locales, en calidad de trabajador a domicilio, Pablo Marrero Campos reconoce que le ha ido bien, gracias a la seriedad en el cumplimiento de lo convenido por ambas partes.
«La empresa garantiza la materia prima y a mí me corresponde entregar todo lo que fabricamos. Eso no puede fallar. Salvo algunos contratiempos, sobre todo con los áridos, en sentido general las cosas hasta ahora han funcionado bastante bien, lo que repercute en beneficio mutuo», comenta el joven productor.
En la pequeña planta de materiales de la construcción que dirige Pablo, ubicada en el reparto La Esperanza, de la ciudad cabecera provincial, 17 operarios elaboran en dos turnos ocho renglones diferentes, aunque el peso mayor recae en la fabricación de bloques, losas y vigas para cubiertas.
En su mayoría son muchachos del barrio que antes estaban desvinculados de toda actividad laboral y allí encontraron una manera honrada y provechosa de ganarse el sustento, a partir de un salario alto, de acuerdo con lo que hacen, lo que se revierte en mayor bienestar personal y familiar.
«Amén de lo que me reporta económicamente, reconoce Pablo, esta es una actividad que siempre me ha gustado. Ahora mismo estamos enfrascados en crear las condiciones para completar la estructura de una vivienda, pues todavía nos falta poder elaborar los elementos de piso».
SUMAR TODA LA INTELIGENCIA DISPERSA
Según datos ofrecidos por el Consejo de la Administración Provincial, 137 trabajadores no estatales están acogidos hoy al programa de producción local de materiales de construcción, una cifra que podría ser mayor si se tiene en cuenta la cantidad de personas dedicadas a tales menesteres en las ciudades y poblados.
Es por ello que sumar, fruto de la persuasión productor a productor, toda esa inteligencia y habilidades dispersas, constituye una prioridad para el territorio, pues no en todos los municipios se ha logrado integrar un destacamento que agrupe a los más emprendedores en estrecha relación con las empresas líderes.
Alexander Cables Peña fue uno de los que «cogió» rápido las señas: empezó por la elaboración de mallas peerles y ya, a estas alturas, fabrica pintura, alambre torcido para anillas, zapatas y placas, y recién acaba de estrenarse en la confección de puntillas en una máquina de su propia factura.
«Para mí ha sido una cosa perfecta, asegura, porque no tengo que preocuparme por materia prima de ningún tipo. La empresa la adquiere y me la entrega. Eso ofrece una seguridad tremenda, pues todo se hace en un marco de legalidad y transparencia, como mismo ocurre con la comercialización de la producción terminada».
Tal criterio es compartido por Róger Reyes Paredes: gracias al programa ha ampliado la capacidad del taller, lo que le permite producir, con calidad certificada y el beneplácito de los clientes (buena parte de los cuales son personas subsidiadas), todos los elementos de techo, piso y pared que conforman una vivienda.
«Yo estoy vinculado, explica, al punto de venta de Pérez Pino, que es el que más cerca me queda. Allí existe una muestra de mis productos y las personas interesadas en comprarlos facturan la cantidad que requieren y vienen a cargar aquí, lo que disminuye la manipulación. Todos los sábados conciliamos lo vendido».
Otro de los promotores del programa, sobre todo por la variedad de las ofertas, es Rogelio López Estévez: suman 16 los elementos de hormigón que fabrica, entre bloques, losas para cubiertas, vigas, celosías, bancos para parques, tapas de tanques, macetas decorativas y bases para luminarias.
«Lo importante, refiere, es la calidad y el respeto de los índices de consumo establecidos. La estricta observancia de tales exigencias, les ha abierto nuevos horizontes a mis producciones, ya sea en obras sociales o en las inversiones que se ejecutan como parte del desarrollo turístico de la cayería norte de la provincia».
CUENTAS CLARAS BENEFICIAN A TODOS

Excepto en Santa Cruz del Sur y Jimaguayú, la Empresa de Materiales de Construcción del Poder Popular, otra de las entidades líderes del programa, tiene presencia con sus talleres o mantiene relaciones contractuales con trabajadores no estatales en los restantes 11 municipios camagüeyanos.
Leonardo Fernández Jiménez, su director, precisa que estos últimos disponen de una infraestructura bastante rudimentaria, que poco a poco, gracias al apoyo recibido, moderniza y amplía las capacidades productivas, al punto de que algunos de esos lugares parecen ya pequeñas industrias.
«De manera conjunta, aclara, se definen los deberes y obligaciones de cada parte en asuntos tan delicados como los sistemas de control de las materias primas que se entregan, las conciliaciones a realizar, los índices de consumo, la certificación de la calidad y, por último, el destino de las producciones».
Según el directivo, la experiencia acumulada de vínculo de los trabajadores a domicilio con la empresa estatal es positiva, siempre sobre la base del apego a la legalidad, del estricto cumplimiento de lo acordado y en bien de la meta común: incrementar la presencia de materiales de construcción a precios asequibles.
«Hoy la situación no es la misma que en los inicios: hay un número importante de productores consolidados, gracias a cuyo ingenio se realizan 121 de los 146 renglones previstos en el nomenclador», asegura Leonardo Soto Guzmán, vicepresidente del Consejo de la Administración Provincial.
Menciona los 38 millones de pesos provenientes de la venta de tales surtidos el año pasado y aclara que el indicador dinero no es la clave del programa, sino cuánto se puede hacer para que sus beneficios lleguen a las personas más necesitadas, propósito en el que aún queda mucho por hacer.
Ese es el reto: que los gobiernos locales lo asuman como una valiosa herramienta de trabajo, que les permita a los municipios bastarse a sí mismos, no depender de nadie, a la hora de producir los materiales que necesita la población para enfrentar por esfuerzo propio las acciones de construcción y reparación de sus viviendas.
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