¿Qué significó para un país pequeño como Cuba haber realizado una memorable campaña de alfabetización en apenas un año? ¿Qué cambios trajo a la vida de millones de iletrados? ¿Cuál habría sido el destino del país de no haber fructificado tal empeño?

Nadie debe poner en duda que sin la entonces naciente Revolución habría sido imposible emprender una hazaña de tales proporciones. La alfabetización no solo enseñó a leer y a escribir a quienes no sabían. También sirvió para dignificar la noble labor del magisterio y para transformar desde los cimientos la vida de la nación al garantizar a todos el acceso a la educación.
El 26 de septiembre de 1960 en una comparecencia en Naciones Unidas, Fidel anunció que Cuba eliminaría el analfabetismo en un año. El 22 de diciembre de 1961 aquella promesa ya era una realidad: la Isla se declaró Territorio Libre de Analfabetismo
Niños, jóvenes y adultos de todos los sectores de la sociedad formaron parte del numeroso grupo de alfabetizadores que llegaron hasta los lugares más remotos de la geografía nacional.
La alfabetización ya se esbozaba como una necesidad en el programa del Moncada y una vez que triunfa la Revolución (1ro de enero de 1959) la idea concebida por Fidel finalmente se pone en marcha en 1961. Aquel año el curso escolar concluyó en abril para que los estudiantes pudieran participar.
Alfabetizadores populares, brigadistas Conrado Benítez (en homenaje al joven asesinado por contrarrevolucionarios en enero de 1961), maestros voluntarios, brigadistas “Patria o Muerte”, hicieron suyas la cartilla, el manual y el farol. Junto a los maestros que trabajaron en la capacitación de los alfabetizadores, más de 250 000 docentes y estudiantes participaron en la campaña.
También en esta hazaña de la Revolución cubana existen mártires: diez jóvenes maestros fueron asesinados por bandas de alzados. El más conocido, Manuel Ascunce Domenech.
Cuba ha compartido con Venezuela, Bolivia, Nicaragua y pueblos de otras latitudes la alegría por convertirse en territorios libre de analfabetismo gracias a la colaboración de especialistas de la Isla.
A los más de 700 000 cubanos que aprendieron a leer y a escribir, sobretodo para los que llegaron al conocimiento siendo adultos, la alfabetización les dio la posibilidad de asumir las riendas de su destino.
Muchos de los alfabetizadores y alfabetizados son hoy profesionales, intelectuales, científicos, técnicos, obreros gracias a la oportunidad que le ofreció la Revolución. No pocos de ellos asumieron para siempre la labor del maestro y entregaron a esta hermosa profesión todo su empeño y energía.
Como en toda la faena revolucionaria, el protagonismo de los jóvenes no se hizo esperar en 1961, año fundamental en la historia nacional no solo por la declaración de Cuba como Territorio Libre de Analfabetismo, sino también por la victoria ante la invasión mercenaria por Playa Girón, momento en que el imperialismo sufrió su primera derrota militar en América Latina.
Más allá del mérito educacional que representó eliminar el flagelo del analfabetismo, se alcanzó el carácter universal y gratuito de la educación, una de las tantas formas de justicia social defendidas por la Revolución.
Imposible separar la campaña de alfabetización de la figura de Fidel, ya no porque fue él quien la concibió, organizó y dirigió, sino porque también a él se deben las muchas posibilidades que se abrieron para los jóvenes de entonces, a los que solo pidió una cosa: estudiar.
Los “jóvenes tienen el mundo y el porvenir el sus manos” — como declaró Fidel en el inolvidable discurso del 22 de diciembre de 1961 en la Plaza de la Revolución en La Habana—, y fueron ellos los que, aún a costa de sus propias vidas, salieron a enseñar.
La campaña de alfabetización cambió concepciones y realidades, marcó las pautas que ha seguido la educación en Cuba en todos estos años, al tiempo que fue la experiencia que posibilitó décadas más tarde elaborar los métodos Yo sí puedo y Yo sí puedo seguir, que han permitido alfabetizar a millones en todo el mundo.
También a esta se deben el valioso capital humano que ha hecho posible la obra de la Revolución y los altos niveles educacionales que ha alcanzado la Mayor de las Antillas. La generación que hizo realidad la alfabetización puede sentirse orgullosa por haber escrito una de las páginas más altruistas de la historia cubana.
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