ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Desde 1961 hasta la fecha Nury Díaz ha participado en la obra de la Revolución. Con mucha satisfacción recuerda sus días como alfabetizadora Foto: Ismael Batista

Antes de 1959 Nury Díaz Hernández vivía en una familia pequeño-burguesa. A pesar de los intentos de su padre – quien pertenecía a la clase privilegiada y era opositor a la Revolución- de sacarla del país, ella y su madre permanecieron en la Isla.

Todavía recuerda lo que le dijo en una conversación estremecedora con su progenitor: «En Cuba hay millones de gente que no saben leer ni escribir y Fidel fue quien me enseñó eso. Donde tengo que estar es aquí».

Fue así como una niña de apenas 12 años que se había educado en un colegio de monjas, se fue al centro del país a dar clases a campesinos iletrados.

«Cuando Fidel convoca a la Campaña de Alfabetización, me incorporé rápidamente. Yo tenía que ir a alfabetizar. Todo fueron experiencias nuevas. Mi mamá me apoyó. A ella la criticaron porque permitió que yo me incorporara de esa manera. Ella era una madre soltera muy avanzada para su tiempo.

«Me ubicaron por Fomento, cerca del macizo montañoso del Escambray (localizado hacia el sur de la región central de Cuba). Luego llegó la orientación de recoger a las niñas por seguridad a causa de los alzados contrarrevolucionarios, que se movían por la zona, y me enviaron a Manaquita, en el municipio de Santa Isabel de las Lajas, al norte de la central provincia de Cienfuegos.

«Estando en la casa donde alfabeticé nació un niño. Para mí aquello fue una cosa totalmente novedosa, con costumbres diferentes. Las personas más educadas que he conocido son los campesinos.

«Muchos de ellos nunca habían visto un lápiz. Aprendí más de ellos que ellos de mí. Aunque después perdimos el contacto, sé que siguieron aprendiendo, porque los puse en el camino de estudiar».

LA «BRIGADISTICA» PUDO MÁS

En aquellos años en que comenzaba la Revolución, Nury no solo tuvo que enfrentar los prejuicios sociales por ser hija de padres que no estaban casados. También se vio obligada a lidiar con inteligencia ante la reticencia de algún que otro pupilo.

«Había un viejito que no quería aprender. Él me llamaba "la brigadistica" y decía: "¿Cómo una vejiga (niña) me va a decir lo que tengo que hacer?"

«Con el tiempo descubrí que a él le llamaba mucho la atención el farol y que se escondía cerca de donde yo daba clases para escuchar. Finalmente le dije que si quería ver el farol, tenía que entrar al aula y aprender como los demás».

Como todos los que alfabetizaron en 1961, Nury participó en la campaña con un orgullo que le dura hasta hoy, pero esa ha sido su única experiencia como maestra.

«Descubrí que una cosa es educar y otra, enseñar a leer y a escribir. No tengo vocación para el magisterio, pero sí soy capaz de educar porque lo he hecho toda mi vida».

EL TREN DE LA REVOLUCIÓN

Fidel Castro anuncia el 22 de diciembre de 1961 en la Plaza de la Revolución José Martí, en La Habana, la culminación de la Campaña de Alfabetización en toda Cuba Foto: Archivo

Incluso los cubanos que no vivieron ese momento, porque no habían nacido o porque no pudieron participar, saben cuán emocionante fue el acto que se celebró en la Plaza de la Revolución de La Habana el 22 de diciembre de 1961, cuando se declaró a Cuba Territorio Libre de Analfabetismo. Nury estaba allí.

«A mí me tocó desfilar con el grupo que llevaban lápices. Estaba lloviendo y yo quería saludar a todo el mundo. Pasé por delante de Fidel. Sus palabras fueron espectaculares. Habló de la creación de un grupo de secundaria básica para nivelarnos. Por ahí me fui yo.

«Fui a la Sierra Maestra a recoger café, fui para las Fuerzas Armadas Revolucionarias y de ahí para la Unión Soviética. Aprendí a valerme en la vida en el sentido profesional. Después trabajé en el Centro de Investigaciones Pesqueras.

La campaña de alfabetización en Cuba permitió erradicar el analfabetismo en el país y facilitar el acceso universal a los distintos niveles de educación de manera gratuita Foto: Tomada del Libro Mil fotos de Cuba

«Estando ahí me incorporé al movimiento de microbrigadas y fui al reparto Mulgoba, en La Habana, a construir el círculo infantil Amiguitos de la Ciencia. Conocí a Fidel en la inauguración del recinto ferial Expocuba y después lo vi en la Villa Panamericana también en la capital. Ese es el tren de la Revolución en el que me monté con la alfabetización».

EDUCAR DE LA MEJOR MANERA

En la vida de esta mujer también ha habido sinsabores, pero ha sabido enfrentarlos con una entereza que solo ella es capaz de valorar.

«Estando en la URSS muere mi mamá. Tuve que criar a mi hija sola y hoy es doctora en Física Nuclear. Yo la eduqué de la mejor manera, por eso digo que siempre he educado, y toda esa educación he sido capaz de transmitírsela sin decirle: "Siéntate ahí, que voy a darte una clase"

«Estoy muy orgullosa de todo eso. Si no hubiera ido a alfabetizar, no sé qué hubiera sido de mi vida. Quizá hubiera sido desgraciada».

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