ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Las lomas de Calunga, Camarones y Jicotea conforman el paisaje de Arroyo Seco. Foto: de la autora

MAYARÍ, Holguín.—La antigua despulpadora de café de Arroyo Seco todavía asoma su nariz de concreto sobre las aguas cuando la sequía aprieta. La gente del pueblo la describe con tanta precisión como si no yaciera en el fondo de la presa Mayarí desde hace cinco años, junto a la terminal, el hospitalito y varias decenas de casas.

Contra todos los pronósticos, el nuevo embalse se llenó en un abrir y cerrar de ojos y los pobladores de Arroyo Seco tuvieron que cargar con sus bártulos un poco más arriba y acostumbrarse a vivir, no ya junto al río, sino a orillas de un mar de agua dulce que amenaza con crecer en el primer aguacero.

Un mar que amenaza y que, de hecho, ha crecido, aunque no lo suficiente como para espantar de sus riberas a los más de 400 habitantes que permanecen en Arroyo Seco y a los casi 500 que quedaron del otro lado, en tres comunidades de las más intrincadas de Ma­yarí: Calunga, Camarones y Jicotea.

Hasta allá se puede llegar por carretera —más bien, un trillo polvoriento—, bordeando esa especie de bahía que se formó entre Arroyo Seco y las lomas de enfrente cuando se llenó la presa; pero el trayecto es incómodo y demorado, y para ahorrar tiempo a los campesinos de por esos rumbos les dio por hacerse los marineros: se agenciaron un bote al que llaman chalana, montaron encima a Fidencio Pupo y, junto a los remos, le encasquetaron la responsabilidad de llevar y traer a quienes se aventuren a atravesar el embalse.

CUENTOS DE CAMINO
Sin levantar las manos del timón ni la vista de la carretera, Yoandri Rodríguez narra las historias que le han contado o ha vivido él mismo en 16 años de manejar por las alturas de Nipe-Sagua-Baracoa. Cuentos de chofer curtido que van camino de alcanzar dimensiones de leyenda.

El jeep deja atrás el asfalto, se adentra en un terraplén casi tan ancho como la autopista pero más, mucho más desmejorado, y es entonces cuando Yoandri se embulla a relatar que hace años, cuando los yacimientos de la zona estaban en explotación, se podía ir manejando tranquilamente hacia Arroyo Seco y, de pronto, al regresar, el sendero había desaparecido.

«A veces, cuando volaban las minas, volaban también las carreteras y había que adivinar cómo bajar, aquello no tenía nombre», evoca.

En Arroyo Seco el grupo básico de trabajo ha descubierto nuevas formas de hacer terreno. Foto: de la autora

En otro vericueto del recorrido, los pinares que se multiplican y las temperaturas que descienden de pronto le recuerdan el microclima ya célebre en la región, donde las neblinas aparecen de buenas a primeras y hasta a punto de mediodía.

De eso no hay quien le haga cuentos a un amigo suyo, explica el chofer: «El hombre venía manejando una ambulancia para trasladar una urgencia desde Arroyo Seco hasta Mayarí y en el camino se bajó un momento a orinar. Hasta ahí, todo bien; pero cuando regresó para montarse de nuevo en el carro, la neblina era tan cerrada y la noche tan oscura que no se veía un burro a tres pasos y no consiguió encontrar la ambulancia».

Anécdotas como las que cuenta Yoandri aderezan el trayecto de casi 40 kilómetros montaña arriba, montaña abajo, bordeando despeñaderos y extremando las precauciones en lomas de nombre ocurrente como La colorada y La revoltosa; todo ello si se quiere llegar hasta ese remanso bucólico que es Arroyo Seco.

Y Yoandri Rodríguez, el chofer insigne de Salud para el Plan Turquino mayarisero, es de los que quiere.

COMO SI VINIERAN DEL ESCAMBRAY

Lo primero que le preguntan en Arroyo Seco a los médicos y enfermeras que, recién salidos de la cáscara, vienen a cumplir en la comunidad el servicio social, no es si saben diagnosticar malestares o suturar heridas; lo primero que le preguntan es si saben nadar.

Y a seguidas los llevan al borde de la presa, les muestran el bote maniobrado por Fidencio Pupo y les explican que allá, en las lomas distantes a unos 500 metros de espejo de agua vive casi la misma cantidad de personas que del lado de acá; personas que, como es lógico, precisan de atención médica.

«Hasta ahora, ningún médico se ha rajado», me dicen en el consultorio de Arroyo Se­co, una copia a menor escala del policlínico construido a principios de la Revolución y que hoy duerme bajo la Mayarí.

Una decena de especialistas mantiene abierta la institución con cuerpo de guardia, observación, rayos X, laboratorio, esterilización y estomatología, servicios que los vecinos del lugar tienen prácticamente al lado de sus casas.

Ellos sí, pero los habitantes de Jicotea, Ca­marones y Calunga deben atravesar el embalse o esperar a que médicos, enfermeras y operarios de vectores crucen como parte de sus visitas de terreno.

Las urgencias, sin embargo, no entienden de planificación alguna. Y si no, que le pregunten a Marino Batista, responsable del mantenimiento del consultorio —lo que se conoce como un hombre orquesta—, quien se las vio feas remando sobre la presa a las dos de la madrugada.

«No quedaba otro remedio —cuenta aho­ra, con el susto rondando todavía—, me avisaron que una señora de Calunga tenía un dolor muy grande en el pecho, le estaba dando un infarto y en ese momento no había más nadie que pudiera manejar la chalana. Tuve que mandarme para allá con todo oscuro como una boca de lobo. Pero me queda la satisfacción de que valió la pena porque esa noche se salvó».

Su historia la corroboran Caridad Sar­miento, responsable de actividades generales del área de Salud de Arroyo Seco, y su primo Eldy López Obregón, operador del grupo electrógeno del consultorio, un binomio que, sentado al borde mismo del embalse, describe con pelos y señales el día a día en las comunidades que ellos llaman «del lado de allá».

Que no hay corriente eléctrica ni en Jicotea, ni en Camarones, ni en Calunga —explica Caridad—, como no la había tampoco hasta los años 80 en el propio Arroyo Seco; que encienden una planta eléctrica de 7 a 11 de la noche; que de ahí para atrás solo hay monte, monte, lomas y más monte hasta llegar a Segundo Frente Oriental, en Santiago de Cuba…
No obstante la lejanía —y quizá también por ella—, en esos confines de Holguín, más allá incluso de la presa Mayarí, hay consultorios con sus médicos y enfermeros que se sobreponen al ostracismo casi total y que, en no pocas ocasiones, se ven obligados a lidiar con dolores, enfermedades y emergencias sin otra asesoría que su propia capacidad para reaccionar a la hora cero.

Además de los relatos sobre limitaciones materiales, se dan como por ensalmo en Arroyo Seco y varias leguas a la redonda las historias de vidas salvadas, de nostalgia por la familia que ha quedado lejos, de lazos afectivos que atan a la comunidad para siempre.

Quizá a ello se refiere Caridad cuando resume la estampa con una comparación que ni mandada a hacer: «Pasar el servicio social en Jicotea o Calunga debería considerarse como una misión internacionalista para médicos y enfermeros, porque le garantizan la salud al pueblo pasando el doble de trabajo».

Y para rematar, acota: «A esos muchachos que bajan de allá arriba tan desmejorados como si vinieran del Escambray, un día habrá que ponerles una medalla en medio del pecho».

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Roberto dijo:

1

19 de diciembre de 2016

04:33:25


Muy interesante el reportaje. Seguro ahora quien deba hacerlo tomará cartas en el asunto, porque lo que hasta ahora no ha ocurrido, que la chalana se vire, puede ocurrir en cualquier momento y la protección de las personas con CHALECOS SALVAVIDAS debe ser obligatoria para todo el que viaja en ese medio, pero sobre todo para esos RESCATISTAS, incluido el personal médico, que no se pueden convertir en RESCATADOS. Los galenos tienen que aprender a nadar y a protegerse.

alexis ramirez rojas dijo:

2

19 de diciembre de 2016

07:11:28


muy bonito y merecido el comentario, felicitaciones para todo el personal y habitantes de Mayarí

Pedro Hernández Soto dijo:

3

19 de diciembre de 2016

07:53:33


Una interesante historia muy bien contada. Me he informado mucho y disfruté su lectura. Gracias Gisselle.

Hernan dijo:

4

19 de diciembre de 2016

08:11:38


Estas son historias que hacen grande a los hombres y mujeres de la salud, felicitaciones y gracias por el trabajo Gisselle.

armando dijo:

5

19 de diciembre de 2016

11:51:26


periodista bonita historia, asi son nuestros medicos de grande ,y estan en cualquier parte de CUBA y el mundo, esta es la obra de nuestro gran lider el Comandante en Jefe FIDEL CASTRO RUZ desde Santa Clara la ciudad de Martha Abreu y el Che

Manuel Gutierrez dijo:

6

19 de diciembre de 2016

12:48:27


Saludos desde Pto Montt Chile.Ameno artículo.No dejar en el olvido a las regiones extremas.

Elias Bauta dijo:

7

19 de diciembre de 2016

12:59:42


Mi primer lugar de trabajo luego de graduado en el 2001. Grandes recuerdos!!!! Pero me cuesta imaginar el lugar sin los lugares tradicionales!!. Tengo que volver a ese lugar!!!

María Eugenia Solís dijo:

8

19 de diciembre de 2016

14:58:02


Muy buena la historia, es para que el mundo miré que esto son heroes de verdad. Mil felicitaciones una historia súper buena.

Antonio Gonzalez dijo:

9

19 de diciembre de 2016

18:45:53


Llegue a Arroyo Seco en la madrugada del 26 de Julio de 1969 mi casa durante seis meses fue esa despulpadora de cafe que mencionan. En esos seis meses varias veces tuve que cruzar el rio crecido a caballo incluso de noche, una gran locura diria hoy, llegue alli siendo un jovencito y cuando me era un hombre. Conoci muchas personas extraordinarias que todavia recuerdo y menciono.

Isadora dijo:

10

19 de diciembre de 2016

20:03:13


Agradecida a la periodista que se esforzó en hacernos conocer cómo transcurre la vida en esos parajes tan intrincados de nuestra geografía, el esfuerzo que hace el personal médico para atender la problemática de salud en sus inicios de graduados que le permite ganar experiencia y práctica en su desempeño. Y pienso, que, como en todos los lugares de Cuba, ellos cuentan con el apoyo y cariño de los pobladores. Por las historias que cuentan muchos, al terminar su servicio social la población los despide con mucha tristeza y agradecimiento. Me pregunto si la prensa llegará a esos lugares tan lejanos para que sus pobladores conozcan que sus historias de vida son conocidas en el resto del país. Gracias .

Livan dijo:

11

20 de diciembre de 2016

00:11:11


Muy bueno y merecido trabajo periodístico. En ese hospital realice mi servicio social por dos años. Me ha traido gratos recuerdos de mis primeros años como profesional de la salud.

Reinier Cortada dijo:

12

20 de diciembre de 2016

07:34:35


Hermoso relato del trabajo desempeñado por los más jóvenes, que una vez graduados son enviados a cumplir con su servicio social; el reconocimiento para ellos y al sistema de salud cubano, que llega a las áreas mas lejanas sin escamitar esfuerzos. Gracias a la periodista

israel pupo garrido dijo:

13

26 de junio de 2018

21:24:09


Arroyo Seco, siempre te recordamos, trabaje durante 2 años como medico especialista en MGI, fui director ,cuando no había puente y pase muchas veces el rio nadando y a caballo o en mulo, cuantas historias y sacrificios en el plan turquino...