
GUANTÁNAMO.—A los trabajadores de la unidad básica Viales de Montaña Guantánamo, pertenecientes a la Empresa Constructora Militar Número Uno, los caracteriza la rapidez y calidad con que ejecutan las diferentes encomiendas, por difíciles que sean.
La última tarea emprendida por esa fuerza, en específico por una cuadrilla integrada por dos buldóceres, cinco camiones de volteo y dos cargadores frontales con sus operadores, fue el restablecimiento del paso en el tramo guantanamero de la Vía Mulata, dañado por el huracán Matthew.
El poderoso fenómeno climatológico averió alcantarillas y puentes, derribó infinidad de árboles sobre el terraplén y provocó cuantiosos derrumbes, incluyendo el de Alto de Aguacate (kilómetro 18 desde Bernardo hasta Viento Frío), que por su dimensión pudo ser evacuado después de cinco jornadas intensas de trabajo.
Los aterradores vientos y las fuertes corrientes provocadas por las lluvias del meteoro, también erosionaron trechos de la carretera, creando zanjas de entre dos y tres metros de ancho y de profundidad, a la vez que socavaron en algunos puntos las orillas, formando impresionantes y peligrosos abismos.
Para adentrarnos en las profundidades del impresionante vial, que une por el norte a Baracoa con el municipio santiaguero de Mella, inicialmente fue necesario desobstruir el puente sobre el río Felicidad, en el municipio de Yateras, luego una alcantarilla contigua y seguidamente evacuar los árboles, maleza y tierra acumulada en la loma de La Sierra, relató el coronel Ornedo Vega de los Ángeles, jefe de la unidad básica.
Después, ‒continuó el curtido constructor,‒ nos impidió el paso la rotura de una alcantarilla en Madre Vieja y el surgimiento próximo de una zanja que partió en dos el vial. Vencidos esos obstáculos, nos enfrentamos entonces a la rehabilitación de dos puentes, uno en La Alegría y el otro en Bernardo, cuyas afectaciones también interrumpían la circulación de vehículos. Así pudimos restablecer parte de la incomunicación, continuar adelante, dar acceso a nuestros equipos pesados y a las brigadas de restablecimiento del servicio eléctrico en la zona.
Los trabajos gordos, sin embargo, estaban por venir y se localizaban entre Vega del Toro y Viento Frío, pasando por el Alto de La Zona y La Obra. En ese trayecto enfrentamos más de una decena de derrumbes, cientos de árboles que obstruían la carretera y no menos de cinco cortaduras del vial, las cuales exigieron un cuidadoso trabajo de relleno y compactación, explicó Ornedo.
Wilfredo Lorente Fernández, jefe de la brigada de donde se extrajo la cuadrilla protagonista de esta historia, afirmó que nada les fue más endemoniado que dar paso en el gigantesco derrumbe de Alto de Aguacate. Miles de metros cúbicos de tierra tuvieron que moverse para lograr ese objetivo en las primeras horas de la tarde del pasado viernes.
«El desprendimiento se extendió por algo más de 100 metros de largo, con una altura considerable. En principio, por la humedad de la tierra derramada, tuvimos que trabajar solo con los cargadores frontales, que por su maniobrabilidad no se atascaban. Para la entrada en acción de los buldóceres recurrimos al tiro de material rocoso que les sirviera de base en su área de operaciones. Así, fuimos avanzando, hasta que ahora ustedes son los primeros que pueden pasar rumbo a Viento Frío», narra sin ocultar su emoción el experimentado reparador de caminos.
El reto ha sido grande, pero casi lo hemos vencido, aseveró Gabriel Riquelme Robas, buldocero con 16 años de experiencia y gracias a quien, al limpiar la carretera de árboles y otros obstáculos, el jeep en que viajaba este reportero, después de unas seis horas de accidentada travesía, bajo una fina llovizna o un fuerte aguacero, finalmente pudo llegar a La Obra, luego a Viento Frío y casi acariciar las alturas de Limbano, en los límites de Baracoa con San Antonio del Sur, hasta donde nos acompañó con su camión Howo, Andrés Vicente Alejandro.
Ya en las primeras horas de la mañana del sábado el pequeño colectivo había coronado Limbano y posibilitado el paso desde Guantánamo hasta Baracoa. Una vez alcanzada esa primera meta, de regreso de la Ciudad Primada de Cuba, la cuadrilla continuaría con la limpieza y trabajos menores en la carretera, la cual se prevé reparar el próximo año, en el tramo guantanamero.
El arribo a la comunidad de La Obra del Waz en que andábamos y después a Viento Frío generó gran júbilo entre los lugareños. Justificada alegría para quienes en 12 días veían llegar el primer vehículo a la zona, acontecimiento celebrado con vítores y el ofrecimiento de café y limonada a los visitantes, en expresión de agradecimiento y de que por encima de los estragos sufridos por Matthew, está la solidaridad, enarbolada por los cubanos, incluso en los más intrincados parajes y en las más adversas condiciones.
En La Obra, golpeada con crudeza por el huracán, era visible la recuperación de las viviendas emprendida por los propios lugareños, quienes también alistaban parcialmente la escuela primaria Pelayo Cuervo Navarro, para reiniciar las clases hoy lunes.
Y por esas casualidades de la vida, en ese sitio se produjo nuestro reencuentro con Ariolvis Torres Lobaina, aquel niño minusválido reflejado en las páginas de Granma el 30 de septiembre del 2005.
Entonces el pequeño vivía en Tres Hermanas, un recóndito paraje cercano a Los Cacaos, donde solo se tiene acceso a pie o en mulo (ni siquiera en caballo). En ese lugar, habitado por solo tres familias, la Revolución dispuso entonces de un maestro solo para Ariolvis, quien gracias a ello pudo vencer el noveno grado y ser hoy, como asegura su madre Ramona, un lector de primera.



















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julio sanguili dijo:
1
17 de octubre de 2016
06:14:23
Tomas Enrique García Fernández dijo:
2
17 de octubre de 2016
12:50:41
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