
“Ahora todo está bien”. Y se siente la calma después de un mes turbulento. Y a sus siete meses de nacida Renesmee de la Caridad Sánchez no es simplemente una niña con suerte de que todo haya mejorado. Es una de los miles que se benefician de un proyecto de amor ante todo.
Nació, nos cuenta su madre, con una cardiopatía, que provocó en ella desnutrición, además de un defecto en el tabique intraventricular. Hace un mes se intervino quirúrgicamente y la cirugía fue exitosa, pero hubo complicaciones postoperatorias que felizmente superó.
Renessme es de San Juan y Martínez, un municipio de Pinar del Río. Se encuentra ahora en una sala de recién nacidos y lactantes. Un servicio de diez camas que funciona similar a una terapia intermedia y donde, reafirma la madre de la pequeña, a su hija no le han faltado atenciones, y “gracias a eso…”.
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Hacía falta algo más que una pequeña sala en el Hospital Pediátrico “William Soler” para enfrentar el cuadro cardiovascular con que nacían al mundo cientos de niños cubanos. Se realizaban algunos procederes en el Instituto de Cirugía Cardiovascular, y en el William Soler apenas se hacían cirugías cerradas, sin circulación extracorpórea, además de cateterismo diagnóstico. Temprano lo entendió Fidel, y para el año 1983 comenzaba la construcción de un edificio contiguo a este hospital, que funcionaría como una vicedirección del mismo.
Un edificio que, no pasaría mucho tiempo para ello, se convertiría en el centro de referencia nacional de la Cardiología y de la Cirugía Cardiovascular Pediátrica.
“Se construía por un lado y se adquiría equipamiento por el otro, al tiempo que se comenzaban a entrenar todos los médicos y el personal que trabajarían en la nueva instalación. Este entrenamiento se realizó en el Instituto de Cardiología en un primer momento, no solo a los cardiólogos, sino a otros especialistas como cirujanos e intensivistas. Después se nos envió a distintos países como Checoslovaquia, Inglaterra, Canadá…” rememora la doctora Herminia Palenzuela López, fundadora del Cardiocentro Pediátrico “William Soler”, que abría sus puertas el 26 de agosto de 1986.

Para el año 2004, este centro era declarado como una institución del sistema de salud independiente.
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Más de 40 veces visitó Fidel este hospital. Era, es, una de sus obras más preciadas, y más de una vez habló de lo que representaba no solo para los niños, sino para sus familias, el contar con una institución de avanzada como esta. Pero sobre todo para ellos, porque significaba la esperanza, defendida a toda costa, de asegurarles salud y bienestar.
Para el año 1982, comenta a Granma la coordinadora de la Red Cardiopediátrica Nacional y responsable del programa de calidad de esta institución hospitalaria, ya el país había logrado disminuir el número de muertes en los niños, a causa de enfermedades infecto-contagiosas y diarreas, por ejemplo. Pero de un índice de mortalidad infantil de 14 por cada mil nacidos vivos, tres niños morían por cardiopatías congénitas. Había que cambiar este cuadro.
Había que desarrollar, además, — explica la profesora consultante— el programa de diagnóstico prenatal de cardiopatías, porque “la única manera de estar preparados para recibir estos pequeños y asegurarles una atención oportuna, era que su afección no fuese una sorpresa al nacimiento”.
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Brindar atención médica, intervencionista y quirúrgica mediante servicios de hospitalización y ambulatorios, así como servicios de investigación diagnóstica y rehabilitación integral en los niños con enfermedades cardiovasculares y los adultos con cardiopatías congénitas. Esa es el día a día del Cardiocentro Pediátrico “William Soler”.
Pero para el doctor Eugenio Selman-Housein Sosa, director de esta institución, “la trascendencia de poder contar con un centro como este está a nivel social; en esa garantía a la familia cubana, de que si tiene un hijo con un problema del corazón, cuenta también con un lugar donde le atienden, una Red Cardiopediátrica Nacional que desde aquí rectoramos, y lo respalda en cualquier lugar del país donde viva. Ese niño o niña tendrá un seguimiento y la posibilidad de una solución o una mejoría de su problema de salud, rehabilitación y la atención a cualquier complicación, incluso si es adulto”.

Es, precisa, el resultado de un programa articulado que funciona, de una política de salud intencionada, de la voluntad gubernamental de que así sea; y constituye un logro del sistema de salud socialista.
La doctora Herminia Palenzuela recuenta el desarrollo de las últimas tres décadas. Varios son los ejemplos:
Los cateterismos intervencionistas representan actualmente un 61 % de los que se realizan en la institución, y constituyen una técnica que ha suplantado la necesidad de tratamiento quirúrgico de varias afecciones. Se han beneficiado de estos con éxito incluso embarazadas que desconocían tener una cardiopatía, y que por su condición ponen en riesgo su vida y la del bebé, dice.
El Cardiocentro es además una institución de tercera opinión en el diagnóstico prenatal, programa que se ha consolidado en todo el país. Hoy existe un protocolo incluso para aquellos niños que nacerán con cardiopatías críticas, y para los cuales no es conveniente el traslado desde largas distancias, por el riesgo inminente de morir desde que nacen. “En estos casos las madres son trasladadas a una maternidad cercana al Cardiocentro, y una vez dan a luz, en menos de tres horas los tenemos aquí”, explica.
La atención a pacientes con arritmias es otra de las áreas consolidadas. Si bien es una aspiración el poder contar con un departamento propio en esta especialidad y realizar ablación y estudios electrofisiológicos, los cuales se hacen hoy de conjunto con el Instituto de Cardiología —comenta—; los profesionales del Cardiocentro se han entrenado en la implantación de marcapasos, técnica que se realiza en la propia institución.
Agrega la entrevistada que cuentan además con unos 100 procederes en Hemodinamia para la implantación de células madres a través del cateterismo cardiaco, y un protocolo de investigación en esta área.
No existe en pediatría, en el país, ningún centro que atienda la hipertensión pulmonar en los pacientes, ya sea primaria o posterior a una intervención quirúrgica. En el Cardiocentro, afirma, es este un servicio fortalecido.

Ha implementado guías para el tratamiento de recuperación nutricional de los pacientes. “A veces ingresan de menos de 2 000 gramos con cardiopatías para su manejo en el hospital. Unos 15 años atrás era impensable”, apunta el director del centro.
Lo cierto es que hoy, cuando la mortalidad infantil se ha visto reducida a 4,4, el índice de mortalidad por cardiopatías congénitas es apenas de 0,31 por cada mil nacidos vivos.
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“Darle seguimiento a largo plazo a los pacientes, no solo rehabilitarlos después de la intervención quirúrgica, es una de las premisas fundamentales de la institución”, refiere el doctor en ciencias Jesús Francisco Carballé García, jefe del Programa Nacional de Rehabilitación Cardiaca y del departamento de docencia del Cardiocentro.
En la atención a los pacientes, dice, buscamos no solo resolver la patología inminente sino calidad de vida y pronósticos.
Se sabe, explica el profesor consultante y titular, que al operarse una cardiopatía en un niño, en ese corazón tan pequeño que debe manipularse pueden quedar, aunque no necesariamente, secuelas y residuos que un momento adecuado de la vida hay que eliminar.
En ese propósito, insiste, ha jugado un papel trascendental el Centro de Rehabilitación Cardiaca Infantil, adjunto al Cardiocentro Pediátrico, que actualmente da seguimiento a más de 6 500 pacientes de los más de 9 000 que han sido sometidos a operaciones abiertas o cerradas desde su creación.
“Muchos de ellos han aumentado el número de reintervenciones quirúrgicas o de cateterismo intervencionista y a largo plazo han necesitado marcapasos”, explica.
La ventaja del centro es que podemos planificar, prever en qué momento el paciente necesitará otro proceder teniendo en cuenta su evolución, y ello mejora su calidad de vida, ya que no requieren ingresos por descompensación cardiaca o bradicardias. Vamos un paso delante, menciona el investigador, fundador del Cardiocentro.
“En el último corte que realizamos, pudimos comprobar que la calidad de vida de los pacientes que atendemos está alrededor de un 90 %. Solamente un 1, 95 % de los pacientes operados de corazón no trabajan ni estudian, el resto lo hace. No tenemos en el programa, por ejemplo, pérdida de año escolar”, dijo.
Apunta el especialista que el Centro de Rehabilitación Cardiaca Infantil se encarga del seguimiento, además, de aquellos adultos que padecen una cardiopatía congénita y no fueron operados de niños. Es rector también de los programas Cardiópata congénito y Trabajo, y Cardiópata congénito y embarazo.
Suman más de 300, dice, las mujeres con cardiopatías congénitas que ya tienen hijos, y cuyo parto ha sido natural. Ello habla, enfatiza, del valor social que tiene la labor que aquí se realiza, para que estas personas puedan llevar una vida normal.
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Desde el año 2006 el Cardiocentro Pediátrico “William Soler” es Unidad de Ciencia y Técnica, categoría que le ha sido ratificada en dos ocasiones.
Sus aportes a la salud pública del país no se limitan solamente a la asistencia médica, sino que trascienden esa frontera, porque ha fungido como aula de varias generaciones de cardiopediatras, pues cuenta con un colectivo de alto nivel científico.
“Constituye unidad docente de pregrado para alumnos de cuarto y sexto año de medicina; y postgrado para todos los residentes de cardiología del país y de otras especialidades como pediatría, neonatología, fisiatría, terapia intensiva, anestesiología, entre otras” comenta el profesor Carballo García.
En su responsabilidad de mantener actualizada la Red Cardiopediátrica Nacional, agrega, impartimos 14 cursos de postgrado, los cuales tienen alcance internacional.
Más de 120 profesionales se han graduado del diplomado de cardiología pediátrica y casi 200 en el diagnostico prenatal de cardiopatía, programa donde el Cardiocentro apoya la Red Nacional de Genética Médica.
Mantiene, esta institución, la colaboración internacional, con 10 de sus especialistas.
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Retos hay muchos, comenta el doctor Selman- Housein, quien al enumerar pone en primer puesto el seguir desarrollando las nuevas tecnologías y la formación del personal necesario. “El abordaje de las cardiopatías complejas en niños más pequeños, con bajo peso al nacer y el seguimiento y prevención de las complicaciones a largo plazo para mejorar calidad de vida de los cardiópatas”, son desafíos permanentes, refiere.
El doctor Selman- Housein destacó el vínculo del Cardiocentro con el resto de las unidades que conforman el programa de atención cardiovascular del sistema nacional de salud, tanto en la capital, como en el resto del país.
Habla del esfuerzo que se realiza para renovar la infraestructura del hospital, para lo cual se acomete una reparación de los sistemas ingenieros, el clima y la pizarra de la institución. “Hemos recibido, además, entre finales del 2015 y este año casi 3 millones de pesos en moneda convertible, en equipamiento. Se instala hoy un nuevo equipo de angioscopio”, explicó.
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Más de 25 mil pacientes son atendidos al año en el área de consulta externa del Cardiocentro Pediátrico “William Soler”.
Unas 100 camas, tres salones de cirugía y 360 trabajadores. En estos últimos está la clave, en “esa integración del equipo de trabajo que lucha cada día por hacer eficiente y sostenible el trabajo del sistema”, y sanar, y aliviar.
“La cardiología pediátrica es una actividad muy cara, en un país subdesarrollado donde los servicios son amplios, integrales y gratuitos”, explica el doctor Selman- Housein.
Acto seguido, dice, porque no puede olvidarse, que “seguimos bajo los efectos del bloqueo norteamericano. Se mantiene una política inmoral en un tema de salud tan sensible, donde no se ha flexibilizado nada. No se puede comprar ni una aspirina en la práctica”.
“Este es un centro que demuestra la voluntad del Estado cubano de mantener los servicios de salud a la población a pesar de todas las dificultades económicas, y de la política de piratería de los recursos humanos en salud que también se mantiene y que nos ha afectado de manera sensible. A pesar de eso, gracias al esfuerzo ilimitado del colectivo de la institución se ha logrado mantener y mejorar los indicadores de salud y existe la perspectiva de seguir desarrollándonos”, enfatizó.
Ni siquiera en los duros años del periodo especial el Cardiocentro Pediátrico “William Soler” paralizó sus actividades. Ni siquiera osó pensarse hacerlo, porque lo que siempre ha tenido claro este proyecto social es que la vida de cualquier niño cubano está primero.
Dicen los presagios populares, que cuando a un joven le da un ataque al corazón tiene menos posibilidades de rebasarlo. Más de un mito, porque este corazón, que justo hoy cumple 30 años, ha pasado por mucho, y sigue en pie, latiendo para otros.



















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Panchito dijo:
1
26 de agosto de 2016
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francisco dijo:
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26 de agosto de 2016
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11:31:17
osmany glez garcia dijo:
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odalis dijo:
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jose pinar dijo:
14
18 de octubre de 2016
10:03:47
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