Son las 05:30 horas del miércoles 12 de agosto de 1942, cuando los buques desatracan y ponen proa a la boya de afuera de Key West, donde se organiza el Convoy Especial SpecCon-12, que realiza la travesía Port Everglades-Key West-La Habana, llevando carga general con destino a la capital cubana.
En el extremo izquierdo del orden de navegación va el mercante nicaragüense Guardián, a su lado el Manzanillo y más acá el Julián Alonso. En el ala derecha va el remolcador norteamericano Humrrick, a su derecha el Santiago de Cuba, y en el extremo de esa ala el Anette. Cierra la formación, a retaguardia, una lancha yate. Hay unas 3 000 yardas entre buques, de manera que no se entorpezca la maniobra. Delante, a unas dos millas un cazasubmarinos barre el camino y detrás, a igual distancia, otro hace zig-zags a una impresionante velocidad.
A las 06:20 el práctico abandona el Manzanillo y cinco minutos después el SpecCon-12 inicia la navegación. Los hombres que lo tripulan rebosan de alegría; dentro de unas 12 horas estarán frente al Morro habanero y poco después en brazos de sus familias con los regalitos que cada uno lleva. Debía ser un poco antes, pero ni la lancha yate ni el Guardián hacen los ocho nudos acordados y hay que ir al paso del más lento.
Nueve millas de mar rizado han quedado atrás, y el timonel del Julián Alonso se dispone a dar los cuatro repiques de campana que indican las ocho de la mañana, cuando en rápida sucesión se producen dos estampidos. Juan Planelles, oficial de guardia del Alonso, pensó que su buque había perdido el fondo de la bodega, pero ve la popa del Manzanillo, donde estaban el puente de mando y los tanques de combustible, volar por los aires envuelta en una bola de fuego. El buque se parte en dos —se dobla como un libro, recordó Planelles—1 y comienza a hundirse rápidamente. Más allá, la proa del Santiago de Cuba se sumerge. Sus tripulantes corren a arriar las balsas y botes antes de que la nave se hunda en la vertical. La estela de un tercer torpedo apunta al Anette, que escapa por un pelo gracias a una hábil maniobra.
El resto de los buques se detiene en un despliegue de solidaridad marinera, pues en alto son fácil blanco para nuevos torpedos, pero ahora lo que anima a todos es rescatar a los náufragos de aquel infernal caos de petróleo ardiendo, cajas, toneles, madera y mil cosas más: un verdadero pandemónium. Las sirenas no paran de aullar furiosamente, los botes son arriados y comienza una desesperada búsqueda y rescate de los náufragos sobrevivientes que se debaten en el mar.
Algunos, enceguecidos por el petróleo, otros quemados, al extremo de que se les desprende la piel. Aviones y cazasubmarinos llegan al área, pero no hacen contacto con el autor del ataque, el U-508, bajo el mando del teniente de navío Georg Staats. Una hora después no queda nada que hacer, las sirenas reclaman el regreso de los botes a los buques, se reorganiza el convoy y se emprende el ahora desolado retorno a casa.
En total, perdieron la vida 31 marinos cubanos, pero el mar solo devolvió ocho cadáveres que fueron velados en el Salón de las Pasos Perdidos del Capitolio Nacional y enterrados en el Cementerio de Colón. El sepelio, auspiciado por la CTC, el Frente Nacional Antifascista, la Federación Obrera Marítima Nacional y la Empresa Naviera de Cuba, constituyó una sentida manifestación de duelo popular.
A la entrada del puerto de La Habana, frente al Castillo de La Fuerza, se levanta un sencillo obelisco de piedra blanca dedicado a los marinos cubanos que cayeron en acción durante la Segunda Guerra Mundial. Una tarja de bronce recoge los nombres de los buques cubanos hundidos y los nombres y apellidos de los 77 compatriotas víctimas de la guerra en el mar:
—Manzanillo, 12 de agosto de 1942, torpedeado, 20 muertos.
—Santiago de Cuba, 12 de agosto de 1942, torpedeado, 11 muertos.
—Mambí, 13 de mayo de 1943, torpedeado, 18 muertos.
—Libertad, 4 de diciembre de 1943, torpedeado, 25 muertos.
—Mínima, 24 de febrero de 1944, colisión, 1 muerto.
—24 de febrero, 24 de febrero de 1944, cañoneado, 1 muerto.
—Además, en el Nicolás Cuneo, de bandera hondureña, torpedeado el 8 de julio de 1942, falleció un cubano.
Caminante, cuando pases cerca del modesto obelisco, detente y si no una flor, dedica un recuerdo para aquellos marinos que yacen en el lecho del mar.
1 Revista Bohemia, 23 de agosto de 1942, año 34, no. 34, p. 32.
* Colaborador del Instituto de Historia de Cuba



















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Cayero dijo:
1
22 de agosto de 2016
09:48:17
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