ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Giniebra formó parte del equipo que a finales de la década de 1980 y principios de los 90, realizó un minucioso estudio de la trocha. Foto: del autor

PINAR DEL RÍO.—Dicen que en algunos lugares todavía se conservan los restos de las edificaciones, y que los campesinos de la zona a cada rato encuentran casquillos de balas y otros pertrechos,cuando remueven la tierra con sus arados.

Ha pasado más de un siglo del último combate, pero la trocha de Jaimiquí a Sitio Nuevo, la línea militar con la que Va­le­riano Weyler trató de bloquear los suministros al Ejército Liber­tador y asegurar la producción tabacalera de Vueltabajo, sigue dando fe del arrojo de unos mambises a los que el mando español jamás logró contener.

Ubicada a las puertas de la península de Guanahacabibes, dibujando una especie de arco que marca el fin de las tierras fértiles y el inicio del bosque, fue esta la última trocha de la Isla.

Cuentan que tenía decenas de fortines, trincheras y alambradas, y que concentró en sus alrededores el ganado y los sembrados de viandas.

Su construcción se inició en la segunda mitad de 1896, tras conocerse del arribo por Cabo Corrientes de una expedición mambisa con hombres y armas destinadas a reforzar a las tropas de Antonio Maceo.

“Los españoles captaron de inmediato lo que estaba pasando y decidieron su construcción”, explica el historiador Enrique Giniebra.

La trocha de Jaimiquí a Sitio Nuevo, se sumaría de esa manera a lo que Juan Carlos Rodríguez, presidente de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) en Pinar del Río, denomina “un complejo sistema defensivo”, construido por el poder colonial en la provincia, el cual incluyó otras dos grandes líneas militares: la de Mariel a Majana (en la actualidad en territorio de Artemisa) y la de Viñales.

“Esta última comenzaba en Puerto Esperanza, atravesaba poblados como El Rosario, San Cayetano, Viñales y Pinar del Río, y terminaba en La Coloma.

“Solo la ciudad de Pinar del Río estaba custodiada por nueve fortines y dos alambradas”, detalla Juan Carlos.

Unido a esto, señala que también se levantó un sistema de fortificaciones en toda la cresta de la cordillera.

“El objetivo de la trocha de Jaimiquí a Sitio Nuevo, era mantener aisladas a las tropas mambisas ubicadas en la península de Guanahacabibes, e impedir que los pertrechos de las expediciones que empezaron a llegar por esa región, pudieran ser recibidos por Maceo en el interior de la provincia”.

Según el historiador, Pinar del Río sería durante 1896 uno de los epicentros de la guerra, debido a la campaña desarrollada aquí por el Titán de Bronce durante 305 días.

“En total fueron más de 50 acciones combativas que demostraron la movilidad y la capacidad ofensiva del Ejército Li­bertador, en un territorio en el que estaban emplazados unos 350 000 efectivos españoles”.

El general José Miró Argenter, en sus Crónicas de la Guerra, revela en detalle los sucesos de esta etapa de la contienda.

Sin embargo, es escasa la información que ha trascendido sobre el papel desempeñado por los combatientes que operaban en la parte más occidental de la provincia, agrupados en el que fuera conocido como el Regimiento Varona.

Con el propósito de ahondar en el tema, Juan Carlos y Gi­niebra formaron parte de un equipo multidisciplinario integrado por  historiadores, espeleólogos y geógrafos, que a finales de la década de 1980 y principios de los 90, realizó un minucioso estudio de la trocha de Jaimiquí a Sitio Nuevo.

Como resultado de la investigación, que nunca ha sido publicada, ambos especialistas recuerdan que fueron ubicados los sitios donde estuvieron cada uno de los fortines ibéricos, incluyendo uno en la zona conocida como El Gato, el cual marcaría el inicio de la línea por el norte, en lugar del de Sitio Nuevo, como se creyó durante mucho tiempo.

Además se rescataron abundantes evidencias de la presencia española y de combates, entre las que se incluyen casquillos de balas, restos de fusiles y machetes, porcelanas y ladrillos.

“Aunque resultaba muy difícil sortear estas líneas, los mambises lo hicieron una y otra vez”, asegura Juan Carlos.

Por otro lado, señala que las tropas cubanas atacaban los fuertes casi a diario.

“Los españoles concentraron alrededor de ellos a la población, el ganado y los sembrados, así que a las tropas cubanas no le quedaba más remedio que asediar la línea enemiga”.

Giniebra, por su parte, añade que también abundaron las acciones para malograr la producción tabacalera. “Por el día se sembraba, y en las noches los mambises entraban a los campos y los arrancaban, y cuando estaban más crecidos, los chapeaban con sus machetes”.

En el Diario de la Brigada Occidental, hallado por el General de Brigada del Ejército Libertador Enrique Collazo a principios del siglo XX, e incluido en su libro La Guerra en Cuba, se recogen muchas de estas acciones.

El 15 de octubre de 1897, por ejemplo, el texto refiere que los fuertes eran tiroteados diariamente para extraer viandas, y añade que podía afirmarse sin exageración, que cada boniato que se comía en las filas mambisas, costaba sangre.

A pesar de las penurias que imponía la contienda, el empuje mambí nunca se detuvo. De modo que un año después, el mismo diario resumía que durante 1898, “el enemigo se había reducido a permanecer puramente a la defensiva, sosteniéndose dentro de sus fuertes y líneas fortificadas…”.

La estrategia de Weyler de mantener aislado al Regimiento Varona, impedir el paso de los recursos que traían las expediciones y asegurar la zona donde se cultivaba “el mejor tabaco de la Isla”, había fracasado.

“A pesar de haber convertido a Pinar del Río en una plaza erizada de fuertes, los generales españoles y los grandes ingenieros militares de la metrópoli, no pudieron impedir que Maceo desarrollara una campaña militar extraordinaria, e incluso saliera de la provincia burlando la trocha de Mariel”, considera el presidente de la UNHIC aquí.

Tampoco lograría cortarles el paso a las dos grandes expediciones que arribarían por la península en 1897.

De hecho, el historiador asegura que durante su estancia en la provincia, Maceo recogió los tornos y demás equipos del ingenio Guacamaya, y los llevó para el Cabo de San Antonio, para arreglar el armamento y rellenar cartuchos. “España hizo una sola gran incursión a la península en busca de los depósitos de armas llegados con las expediciones. Después de eso, este fue territorio libre en manos del ejército mambí.

“Si las líneas militares en Pinar del Río hubieran sido efectivas, la guerra en esta región se habría acabado en pocos meses, pero esto nunca ocurrió”. Los patriotas de Vueltabajo continuaron peleando hasta el final de la contienda, sin renunciar al sueño de una Cuba libre.

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