FOMENTO, Sancti Spíritus.—Cuando a finales del siglo pasado los buscadores de mármol estuvieron frente a la loma de Cariblanca, en la premontaña escambraica, no necesitaron más que sus propios ojos para descubrir la fortuna que la naturaleza había sembrado a la vista de todos.
Para aquel entonces las dos canteras más célebres de la región central del país habían sido declaradas prácticamente en quiebra: Real Campiña, en Cienfuegos, por exceso de producción sin salida, y Pelo Malo, en Villa Clara, por los elevados costos que implicaba mantener su explotación con un rendimiento tan bajo.
Además del declive de sus competidoras y de una posición de privilegio en el centro del país —a unos diez kilómetros de la localidad de Fomento—, el hallazgo en cuestión mostraba un encanto adicional: a metros de distancia convivían dos materiales totalmente diferentes, uno color rojo y otro color crema, que muy pronto comenzarían a ser demandados hasta por los consumidores más exigentes.
El ingeniero Leonardo Valladares, que durante algún tiempo tuvo a su cargo la administración del yacimiento, acostumbraba a ilustrar esta rareza en la actividad tectónica con una metáfora sumamente gráfica: “Es como si tú agarraras un periódico, así de simple, lo enrollaras y luego lo retorcieras, eso fue lo que le pasó a estas piedras”.
Con reservas probadas para medio siglo de explotación a ritmo de unos 4 000 metros cúbicos por año, el filón de Cariblanca, a diferencia de otros ubicados en la propia cordillera, resulta mucho más noble para el corte y no exige del empleo de resinas especiales para su brillado, condiciones que indudablemente abaratan el proceso de industrialización.
MARMOLISTAS EN DESARROLLO
Más de una vez Lisán Cantero se ha descubierto a sí mismo hablándoles en voz alta a sus interlocutores, no porque presuma de guapetón de barrio o de muchacho mal educado, más bien, dice, es una suerte de reflejo que con el tiempo le han venido imponiendo los ruidos del cortabloques.
Alrededor de 85 trabajadores, en su mayoría del propio municipio, sostienen la más joven industria del mármol en el país, unos en la actividad de extracción en la cantera; otros en el frente industrial, convirtiendo la materia prima en producción terminada, y un grupo más reducido todavía que se ocupa de la restauración y el montaje de elementos, sobre todo en instalaciones turísticas de la cayería norte.
“Elaboramos losas de diferentes formatos y medidas, con tratamiento rústico o de brillado, todo en dependencia de la solicitud de los clientes”, relata Ever Cabrera, director de la unidad empresarial de base (UEB) Mármoles del Centro, quien cuenta entre los clientes más fieles las dependencias constructoras que trabajan en obras del turismo, educación, salud y la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana.
La industria, que en un inicio solo se dedicaba a la extracción de bloques para ser procesados en otros territorios, pronto incorporó maquinara propia, la cual ha venido enriqueciendo de manera paulatina con tecnología italiana y china para ensanchar sus horizontes productivos, a veces con la ayuda de alarifes de más experiencia como los de la provincia de Granma y a veces —también vale reconocerlo— dándose cabezazos contra las piedras del Escambray.
LA MINA Y EL PAISAJE
Si elegantes y bien cotizadas resultan las losas de mármol rojo o crema que salen de la loma de Cariblanca hacia todos los confines del país, más encantador todavía se torna el conjunto paisajístico que rodea la mina y que los lugareños han aprendido a admirar, según dicen, desde que el mundo es mundo.
“Aquí todo lo que hacemos lo evalúa el Citma”, responde el director de la UEB, quien considera la norma de gestión ambiental como una suerte de Biblia que rige “el cuidado de la naturaleza en la cantera, el tratamiento de los residuales en la industria y, en general, la protección del paisaje”.
El tratamiento industrial del mármol, por ejemplo, demanda alrededor de 500 litros de agua para trabajar solo un minuto, pero desde hace algún tiempo un sistema de reciclaje diseñado en el lugar permite recuperar el líquido y usarlo de manera continua en un proceso cerrado con evidente efecto medioambiental y también económico.
La inventiva es solo un ejemplo de lo mucho que puede hacer el hombre en aras de vivir lo más amigablemente posible con el medio, una filosofía que para Mármoles del Centro resulta viable aunque ello implique serrucharle todos los días el lomo a una montaña de piedra y lidiar con bloques de hasta 20 toneladas de peso.



















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Pancho Biran dijo:
1
15 de junio de 2016
21:41:41
MsC. Dubier Caña dijo:
2
16 de junio de 2016
08:43:17
RICARDO dijo:
3
16 de junio de 2016
10:11:01
Julian Jose Perez feliz dijo:
4
13 de abril de 2019
12:02:56
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