HOLGUÍN.—El cumpleaños 90 de Fidel, a celebrar en agosto de este año, y la reciente realización del 7mo. Congreso del Partido Comunista de Cuba, que tomó acuerdos trascendentales para la nación, constituyeron razones sólidas para que la Heroína del Trabajo Regina Díaz Verdecia acudiera con entusiasmo a los festejos del 1ro. de Mayo.
Desde la tribuna de la Plaza de la Revolución Mayor General Calixto García Íñiguez, sitio que ocupó en reconocimiento a su trayectoria laboral, esta obrera de la fábrica de tabacos Jesús Feliú Leyva No. 2, de la ciudad de Holguín, apreció que los más de 240 000 compatriotas que acudieron a la cita protagonizaron uno de los desfiles mayores y más emocionantes de los realizados aquí.
“Vinieron a festejar el respeto que se tienen por sus derechos como ciudadanos y trabajadores, cosa que no ocurre en muchas partes del mundo. Es uno de los momentos en que esa realidad sale a flote con fuerza y alegría, porque gozamos de beneficios que a veces ni nos damos de cuenta porque los conquistamos hace décadas o porque nos concentramos en resolver otros problemas del día a día”.
“Allá afuera las personas andan con reclamos hacia los gobernantes. Aquí, en cambio, están presidiendo el desfile y compartiendo ratos agradables”.
Contó que abril, animado por la proximidad de la fiesta proletaria, transformó a su centro una especie de torbellino laboral. “Aprovechamos ese ambiente para impulsar el cumplimiento de la producción destinada a la exportación sin descuidar la calidad. Vendimos una buen partida de tabacos torcidos de marcas como Cohíba, Perla, Crema y Robusto”.
Elogió la notable presencia de jóvenes en la compacta columna que marchó por cerca de una hora, situación que la remitió una vez más a su centro de trabajo, al que se incorporan, casi siempre tras concluir el periodo de Servicio Militar, muchachos que deseen convertirse en torcedores de tabaco.

“Los recibimos con cariño y los capacitamos en cursos impartidos allí. Ponemos mucho empeño en esa tarea y sobre todo le inculcamos responsabilidad hacia el oficio para asegurar la continuidad de nuestra tradición obrera”.
Entonces sobrevino la despedida. Tal vez daría una “vuelta” por las áreas cercanas a la plaza, en las que se podía disfrutar de ofertas gastronómicas. Un rato antes comentó que no dispone de mucho tiempo libre porque acostumbra a trabajar voluntariamente en la fábrica cuando concluye la jornada laboral.
A la pregunta sobre las horas acumuladas en esa acción altruista, risueña contestó que ya había perdido la cuenta. “Imagínate, cada año aporto entre 600 y 800 horas voluntarias”, dijo para a continuación aclarar que es un acostumbre mantenida por cinco lustros.


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