ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Patria Díaz-Ravera Hernández y Manuel Alayón Ramos fueron testigos directos de la invasión mercenaria. Fotos: Yander Zamora

JAGÜEY GRANDE, Ma­tan­zas.—­Pa­tria Díaz-Ravera Her­nández y Ma­nuel Alayón Ramos se casaron el 27 de diciembre de 1959. Además del amor, abrigaban ideas revolucionarias en común y soñaban con crear una familia en este tranquilo pueblo matancero. Tenían a su favor el ar­dor y el empuje propios de la ju­ventud.
Ambos estaban bien informados y sabían a qué se debía aquel estado de agitación que vivía el país, fruto de la guerra psicológica y del acecho constante a la naciente Revolución. Por eso no los cogió por sorpresa cuando en la madrugada del 17 de abril de 1961 tocaron a la puerta de su casa y alguien allegado les dijo: levántense que llegó la invasión.

“De inmediato notificamos a otros miembros de nuestro batallón, integrado además por combatientes de Agramonte, Pedro Betancourt y Perico. Nos avisamos de casa en ca­sa, la noticia corrió como pólvora. Recuerdo especialmente a Antero Fer­nández, teniente del Ejército Re­belde y jefe del puesto militar del municipio, quien cayó mientras ope­­raba en unión de otros compañeros para evitar que los mercenarios se apoderaran de Pálpite.

“Entre las cosas que no olvido de aquellos difíciles momentos está la respuesta de la gente, un valor que se acrecentó en los momentos de mayor peligro. No faltaron brazos dis­puestos para ir al frente. Había un gran movimiento y daba la impresión de que todo el mundo estaba movilizado. El pueblo se puso en pie de guerra y como se trataba de de­fender el suelo patrio muchos que­rían empuñar las armas y todos querían ayudar de una forma u otra”, rememora Alayón.

EL PUEBLO EN LA CALLE
Aunque es imposible calcular de antemano el impacto que causó la no­ticia de la invasión en el territorio más cercano a la zona de desembarco, llama la atención cómo los hombres y mujeres de esa localidad ma­tan­cera se volcaron a las calles a alentar a los milicianos que llegarían desde diversos rincones para ha­cer frente a los invasores.

Sin conocer siquiera la magnitud del suceso se dispusieron a mantener una estrecha conexión con los combatientes y aprovisionarlos en todo aquello que les fuera posible. De inmediato se puso en práctica una fuerza organizativa de apoyo.  

Patria Díaz-Ravera recuerda que recibieron instrucciones apresuradas de la Federación de Mujeres Cu­ba­nas (FMC). Ya para entonces no po­cos sabían que los invasores se proponían restablecer el dominio de la tiranía y restaurar el poder de la burguesía en Cuba y el antiguo or­den de cosas.

“Lo más importante era que los combatientes encontraran en Ja­güey Grande un punto de apoyo, un sostén. Unos a otros nos transmitíamos entusiasmo y empezamos a or­ga­ni­zar la retaguardia. La población hi­zo causa común y de forma vo­lun­taria suministró recursos in­dis­pen­sa­bles, como sábanas, mantas, to­allas, fun­das, compotas, cu­bos, ca­­tres y otros materiales.

“Mientras cuantificábamos los recursos montamos un centro para evacuar a los heridos y varios puntos para preparar los alimentos. El pueblo estaba en la calle y se fue concentrando en el local de la milicia, el go­bierno municipal y el cuartel del Ejér­­cito Rebelde. Los ciudadanos co­munes querían participar e iban es­pontáneamente a ofrecer comida y otros bienes; algunos se convirtieron en sanitarios y camilleros.

“Aquí se curó a todo el mundo, y se les facilitó sangre sin preguntar si eran mercenarios o milicianos. Los casos más graves fueron remitidos hacia Jovellanos y Matanzas”, re­cuerda la anciana Patria, un ejemplo de que las mujeres cubanas, heroínas de la retaguardia, desempeñaron un papel decisivo en la victoria de Playa Girón.   

Era tal la euforia, ilustra su esposo Alayón, que algunos que no simpatizaban con la causa se pusieron en la cola para donar sangre. “Re­cuerdo particularmente a uno que era propietario de un automóvil con­vertible, y dijo: estoy aquí para lo que haga falta, y terminó transportando heridos y mutilados”.

Flora Violeta Rodríguez (Maruca).

Sostiene el viejo revolucionario, integrante del Batallón 225 y con ex­periencia en la Limpia del Escam­bray, que la respuesta de los jagüeyenses fue un factor decisivo en el triunfo sobre los mercenarios, no solo por el grado de movilización de la retaguardia, sino por el estado de ánimo de quienes no estaban en la primera línea de combate. “Demos­tró que Cuba no contaba únicamente con las fuerzas de las armas”, subraya tras acentuar que ni uno solo de los habitantes del poblado se pasó a la Brigada 2506.

MANIFESTACIONES DE ALIENTO
Cuando los mercenarios irrumpieron por las costas de la Ciénaga  y los cañones enemigos tronaron en las cercanías de Playa Girón, la alfabetizadora Flora Violeta Rodríguez (Maruca), residente en la céntrica calle 11, en el poblado de Jagüey Grande, imaginó que se trataba del mal tiempo.

“No conocía lo que eran las bombas. Pensé que eran tormentas eléctricas y que estaría lloviendo para aquella región. Mi esposo, muy apegado al proceso revolucionario y ya fallecido, se encontraba movilizado dada la situación de amenaza en que estaba el país. En cuanto supe lo que realmente estaba sucediendo tomé a nuestro hijo y salí co­rriendo hasta casa de unos pa­rientes para que cuidaran del niño.

“Fue importante el desempeño movilizador de la FMC durante el conflicto. Junto a otras mujeres del pueblo canalicé mi energía en organizar la defensa de la retaguardia, que se centró principalmente en la prestación de servicios de enfermería y preparación de alimentos”.
Pese a sus 82 años de edad, Maruca es todavía una mujer muy lúcida que no se siente agobiada por el peso de los achaques, una cederista activa.

“Siempre vivimos aquí, justo en este sitio que también se conoce como la calle Mora o El Arco. La avenida desemboca en la terminal de ómnibus y era el acceso por carretera a Jagüey Grande. Eso nos ofreció la oportunidad de ver a los milicianos y vitorearlos.

“Había mucho patriotismo. Les gritábamos a las tropas: den­le duro, acaben con ellos. A algunos de los mi­­licianos que descendieron de los ca­miones les dimos agua, café y otros alimentos, y recogimos notas para enviarlas en telegramas a sus familias. Creo que esas manifestaciones de apoyo fueron importantes para ellos”.

Humberto Rodríguez Hernán­dez, historiador del municipio, asegura que en la epopeya histórica de abril de 1961 el nombre de Jagüey Grande va unido al de Playa Girón. “Nunca antes un pueblo pequeño, entonces con menos de 8 000 habitantes, demostró tanta unidad y solidaridad”, comentó.

Dijo que varias instalaciones se acondicionaron como hospitales pa­­­ra atender a los heridos, entre ellos los entonces Ca­sino Español, el Liceo, la Casa de Socorros y la clínica del doc­tor José Félix de Vera. Se crearon además lavanderías pú­blicas, se organizaron cocinas po­pulares y centros para la recepción de alimentos.

Señaló que esa actitud del pueblo forjó la leyenda, y el hecho cierto, de que Jagüey Grande fue la retaguardia segura de Playa Girón, según palabras del Comandante José Ra­món Fer­nández.

A su juicio ellos hicieron su parte en aquella gesta heroica y fueron, en particular, un símbolo del extraordinario papel de las mujeres en la victoria contra la invasión mercenaria. Son los casos, entre otras muchas, de Patria Díaz-Ravera y Flora Violeta Rodríguez (Maruca).

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Morales dijo:

1

16 de abril de 2016

03:54:55


Reportaje, ojalá que hagan un buen documental sobre este momento o una buena película .

pitcher dijo:

2

16 de abril de 2016

05:29:30


Rememorar los momentos vividos acrecienta el orgullo de ser cubano. Saludos.

Miguel Angel dijo:

3

16 de abril de 2016

06:46:47


Magnífico artículo del Lic Ventura de Jesús, estos son los héroes anónimos, cuántas muestras de patriotismo y solidaridad, fueron atendidos los pobladores locales, ametrallados por los proyectiles mercenarios, algunos vilmente asesinados, niños inocentes, ametrallaban a cualquier persona q se movía, todos eran apestosos comunistas, esa fue su filosofía, su conducta, sien embargo tanto por la propia población civil, espontáneamente organizada, como por los servicios médicos, fueron atendidos los mercenarios criminales, al igual q a nuestros heridos, q diferencia tan abrumadora desde el punto de vista moral ético! Es cierto q Jaguey Grande fue la retaguardia segura de la batalla de Playa Girón.