
Su apariencia física no describe a una persona que ya rebasó los 85 años y dedicó su vida a luchar en beneficio de la humanidad. Visitado por Granma Internacional en su casa, el colombiano Hernando Reyes Nieto relató una historia personal de amor a la Revolución cubana.
¿Por qué estaba en Cuba en 1961?
Estudié arquitectura en Cali en la década de los 50 y en ese marco conocí de los sucesos del asalto al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba. Seguimos de cerca la guerrilla en la Sierra Maestra y nos alegramos mucho con el triunfo de la Revolución. Existían grupos de estudiantes donde el tema de los procesos emancipadores de Latinoamérica comenzó a ser recurrente.
Algunos compañeros escuchaban Radio Rebelde y la información circulaba entre nosotros.
Me vinculé con un revolucionario cubano. El me comentó en 1959, la posibilidad de trabajar en su país por la partida hacia Estados Unidos de muchos profesionales, alentados por las campañas contra la Revolución
Para nosotros era el hecho de vivir en Cuba en un momento histórico. De Colombia nos fuimos unos 20, en profesiones como arquitectura, ingeniería, medicina. Llegué en febrero.
—Ese año resultó muy convulso ¿Qué recuerdas de esa etapa?
—Catalogo de hermoso aquel momento. Los cubanos participaban de un momento grandioso. Se emprendieron campañas a favor de la paz, la educación y los derechos civiles. Sobre todo con una gran protección para la niñez y la juventud.
“Presencié un pueblo feliz y alegre. Las personas coreaban consignas. La sociedad estaba cambiando el orden constitucional y quizás aún faltaba mayor organización en las instituciones.
“Entablamos contactos inmediatos con los dirigentes de la Unión de Arquitectos e Ingenieros. Ellos me preguntaron en qué esfera de la sociedad quería desempeñarme. Yo respondí, que me ubicaran donde hubiese necesidad. Me hablaron de la ciudad central de Cienfuegos y acepté”.

“Allí se necesitaba hacer de todo. Había que diseñar, edificar, revisar obras. Se deseaba construir un balneario en la región de Topes de Collantes, con un hospital para los enfermos de los pulmones. La tuberculosis constituía una de las principales causas de muerte.
En realidad no tenía un trabajo específico porque era necesario en varias tareas a la vez. En Cienfuegos existió una oficina para los asuntos de la ingeniería civil pero coincidían otros profesionales como médicos, maestros y economistas. En esa oficina se armaron todos los elementos para el carnaval y en una época del año, todos nos dedicamos a la logística de esas fiestas populares.
—¿cómo se incorpora a las milicias?
—Desde que llegué a Cuba, ansiaba inscribirme en las milicias. Me fui a las oficinas de reclutamiento me dieron a llenar unas planillas y me orientaron presentarme el lunes siguiente.
“El amanecer del sábado 15 de abril ocurrió los bombardeos a todos los aeropuertos del país. Se avizoró una invasión pero no se tenía certeza del momento y el lugar. La fuerza aérea cubana contaba con muy pocos aviones pero en realidad sobrevivieron algunos para hacerle frente a la invasión. Luego el domingo 16 de abril, Fidel Castro hizo un memorable discurso en la esquina de 23 y 12 en la capital ante el sepelio de las víctimas de los aeropuertos. “Orientó a los milicianos acudir a sus unidades de combate y esperar las órdenes. En ese discurso se explicó el carácter socialista de la Revolución. Yo seguí los sucesos por la televisión y el lunes 17 bien temprano corrí a entregar mis planillas para incorporarme a las milicias.

“Allí, un camión estaba a punto de salir, me dijeron: “Vamos a combatir a los invasores ¿quieres ir?” Me monté junto una veintena de cubanos, que llevaban la firme convicción de no dejar entrar a los norteamericanos.

“Me llamó la atención un anciano, de más de 60 años, para mi era muy viejo y me sorprendió ver la dignidad para ir al combate. Se enfrentó a los jefes diciendo, que ellos no le podían impedir defender su patria. También hubo jóvenes, casi niños, como de 15 o 16 años, llorando porque no les permitían ir.
“Antes de montar al camión me preguntaron por el uniforme de miliciano y me orientaron comprarlo en la tienda del pueblo, salí corriendo y en la puerta del establecimiento me detuvo una mujer miliciana. Toda temblorosa me dio el alto y me apuntó con su arma. Mi porte de extranjero la hizo sospechar. Tuve que tranquilizarla y decirle que iba a adquirir mi uniforme de miliciano.
“Nos trasladaron al aeropuerto de Cienfuegos donde radicaba una base. Allí nos dieron el armamento, las municiones y el avituallamiento imprescindible como agua, nylon para la lluvia, y algunas latas con comida seca. Salí a la lucha con el fusil en una mano y una cantimplora en la otra.
“El camión transitó por caminos y veredas para no ser blanco fácil de los ataques mercenarios. Algunas de las carreteras ya estaban tomadas por los invasores, llegados en paracaídas.
“En un punto, el Jefe de la Compañía, un muchacho combatiente del Ejército Rebelde, nos formó y dijo: “Hasta aquí llegan los camiones y vamos a seguir a pie, -agregó- Les advierto, esto es una guerra y podemos no regresar vivos, no sabemos cuántos son, dónde están, qué armamento tienen, es peligro de muerte para cualquier persona, los que no estén decididos a ir pueden salir de la formación y no pasará nada. Los dispuestos a seguir den un paso adelante”. “Fui el primero en dar el paso y me siguieron los demás compañeros, nadie se retractó.
“En ese momento, el jefe se da cuenta que no parezco cubano y me pregunta por mi nacionalidad. Se sorprende por mi respuesta y dice muy alto: “Un extranjero está decidido a dar la vida por la Revolución”. A partir de ahí me bautizaron con el apodo de Colombia.

“Iniciamos una caminata agotadora por varias horas. En una acampada ordenaron una guardia nocturna. Me tocó el turno de doce a dos de la madrugada. Nos advirtieron, no disparar sin estar seguros de tener delante a los mercenarios. Con un disparo en el silencio de la noche, las personas se asustan y podían desencadenarse ráfagas, lo cual ayudaría al enemigo.
“En la oscuridad de la noche, el viento movía la arena de la playa con las hojas secas de los arbustos y sentía la sensación de pasos en el lugar sin saber precisar dónde. Ya con la luz del día, supe que el ruido provenía de los cangrejos del lugar.
“Otra vez iniciamos la marcha en fila, con la advertencia de vigilar a los aviones. Sentimos un ruido en el cielo, nos dan la orden de “¡al suelo!” Yo me refugio entre la arena y sin darme cuenta me quedo dormido. Al despertar me encontré desorientado y sin saber qué hacer.
“Por suerte siempre tuve un protector en la tropa, lo apodaban El Chino por la oblicuidad de sus ojos. Luego me relató, que al avanzar varios metros se dieron cuenta de mi ausencia. Ya se escuchaban muy cerca los disparos de los combates y me sorprendió la valentía y la rapidez de ese compañero para llegar a mí.
“Ahí conocí del principio ético de los cubanos de no abandonar a nadie en el campo de batalla. He vuelto a Cienfuegos varias veces pero no he podido encontrarme con El Chino.
Hubo otro episodio: uno de los aviones enemigos comenzó a ametrallar sin piedad. Prácticamente no nos dio tiempo a refugiarnos. Yo me quedé parado sin saber qué realizar y un compañero cubano me tiró al suelo y me tapó con su propio cuerpo. Hoy no puedo precisar quién lo hizo, pero en aquel momento me salvó la vida.
—¿Cómo conoces de la victoria en playa girón?
—Al no escucharse más disparos salimos a la carretera de pronto vimos un tanque avanzando desde la línea de combate. Era de los revolucionarios, ellos coreaban consignas y nos explicaron con júbilo del triunfo en Playa Girón.
“Luego a nuestro pelotón le asignaron construir trincheras y por mi experiencia profesional quedé en esa labor.
“Los demás realizaron un cerco para tomar prisionero a cuanto mercenario estuviera perdido en el lugar. Rescataron muchos objetos abandonados por los invasores como latas de conservas, municiones, armas, y prendas de vestir. “Los mercenarios trataron de disfrazarse de cubanos para no ser apresados, robaron ropas de campesinos y dejaban sus uniformes y pertenencias en cualquier rincón de la ciénaga.
“Tuve la oportunidad de conocer mercenarios apresados. En sus rostros se reflejaban el desamparo de la derrota. Pensaron que los iban a fusilar, pero el gobierno cubano tuvo la visión de hacerle juicios populares, con vistas públicas abiertas. Se condenaron aquellos que tuvieron actos de sangre, los demás fueron cambiados por compotas y alimentos”.
—¿En qué año regresas a colombia?
—En 1962. Me hubiera quedado gustoso allá pero mi esposa y tres hijos me necesitaban. Playa Girón fue el gesto más importante que tuve en mi vida. Me impresionó ver a muchachos muy jóvenes, sin conocimiento académicos en operar un armamento con las ropas raídas por el sudor disparando sobre el enemigo sin perder un minuto.
“Los mercenarios apresados comentaron, que quienes le disparaban eran soldados rusos y checos. Desconocían totalmente el valor de los cubanos. Las tropas de las milicias estaban integradas por personas humildes, que el triunfo de la Revolución les había cambiado la vida. El pueblo entendió en muy poco tiempo, que de triunfar la agresión volverían a padecer los mismos suplicios sociales de antes”.



















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OPP dijo:
1
13 de abril de 2016
15:24:26
María dijo:
2
14 de abril de 2016
11:22:05
edison diaz gonzalez dijo:
3
18 de abril de 2016
12:44:06
octavio reyes orjuela dijo:
4
25 de mayo de 2016
15:46:13
Rosalba Rojas dijo:
5
4 de junio de 2018
00:08:13
Adriana Respondió:
8 de noviembre de 2019
20:32:51
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