Ciénaga de Zapata, Matanzas.—Hacer carbón no es trabajo para hombres comunes y corrientes. Los carboneros tienen rostro indescifrable, cabello indómito y manos siempre ennegrecidas.
Antes y ahora, y siempre, eso de levantar el horno paso a paso y luego estar 24 horas del día junto a él para evitar que se vuele, no es cosa de juegos. El rigor del oficio llega a reblandecer a los obreros más bravos.
Aun así, no hay posibilidades de comparación entre los carboneros de hoy y los de antes. Adicionalmente a la crudeza propia de la tarea, hubo una época en que los carboneros llevaron una vida de perros, en que el hambre y la miseria eran sus compañeros inseparables, relata Rodobaldo Espinosa Rodríguez, de 85 años de edad, nacido y crecido en la Ciénaga.
“A mí no hay quien me haga cuento. Yo transité toda la costa cortando leña, desde el Castillo de Jagua hasta Santo Tomás. Éramos 14 hermanos y tuvimos meses de pasar mucha hambre. Nos pasamos la vida con el hacha en la mano y ha-cíamos carbón con un buchito de café prestado”.
Recuerda que hacer carbón era el centro económico de la región, y como no había conexión con el resto del país debían sacarlo en botes a través de los canales y luego por mar hasta Batabanó. “Nos levantábamos a las 3 de la mañana y luego de varios días de fatigosa faena nos daban unos pocos centavos por un saco de carbón”.
Fue luego del Primero de Enero de 1959, subraya Espinosa Rodríguez, que los carboneros se calzaron, vistieron y alimentaron como seres humanos. Otro cambio importante es que ahora usted puede llegar a cualquier asentamiento por vía terrestre, vital para trasladar la leña y el carbón. Y agrega:
“Todo lo que hoy tenemos se lo debemos a la Revolución: carreteras, médicos, escuelas, policlínicos, consultorios, una vida decorosa. La Ciénaga de Zapata nació en 1959”.
En sus primeras visitas al sureño territorio Fidel se interesó enseguida por las condiciones de vida de estos hombres, para quienes la Revolución estableció de inmediato otros derechos laborales y sociales.
Una muestra de ese afecto por los carboneros, fue aquel inolvidable 24 de diciembre de 1959, cuando el Comandante en Jefe se apareció junto a un grupo de cercanos colaboradores en el apartado caserío de Soplillar para compartir la cena de Nochebuena con varias familias de carboneros.
Eran carboneros que vivían en destartalados bohíos y sus camas eran de yute relleno con hojas de plátano.
Fue la primera vez en la historia de Cuba en que un Jefe de Estado compartía con los trabajadores más explotados y olvidados. Durante la cena Fidel trasladó confianza a aquella gente sencilla y desamparada durante muchos años. Ya para entonces empezaban a llegar al lugar los primeros maestros a impartir clases en improvisadas escuelitas, se creaban postas médicas y se vislumbraban otros progresos en beneficio del pueblo cenaguero.
EL TRABAJO SE PUEDE HUMANIZAR AÚN MÁS
En estos momentos se desconoce con exactitud el número de cenagueros que hacen carbón en todo el ámbito de la región. Está confirmado, sin embargo, que el mayor volumen lo asume la Empresa Forestal Integral Ciénaga de Zapata. Su director, Pablo Bouza Rodríguez, precisa que aunque la misión fundamental de la entidad es conservar los recursos naturales, hay unos 180 trabajadores que intervienen en la producción de carbón, de cuyo total se exportan cada año más de 400 toneladas.
Señala que los carboneros actuales no participan en todo el proceso de fabricación, como ocurría antes. “Sigue siendo una faena ruda, pero hoy la madera se corta en su mayoría con motosierras, y se traslada con otras fuerzas, con tractores o camiones. Por otra parte, existen adecuadas condiciones de trabajo y de vida y los salarios sobrepasan los 2 000 pesos”.
Asegura que la producción de carbón actual en la entidad se rige por un principio estricto de sostenibilidad, o sea, se aprovechan básicamente los subproductos del bosque y de plantaciones energéticas concebidas con ese fin.
“El bienestar de los carboneros es una ocupación constante para la Empresa. Y si bien es cierto que se han mejorado sus condiciones de vida de forma notable, estamos conscientes de que todavía se puede humanizar más esa labor.
“Existe el firme propósito de ubicar diez paneles solares en las fincas donde se levantan los hornos, tres de los cuales se colocarán en el actual año”, recalcó Bouza Rodríguez.
LO MÁS DIFÍCIL ES LA SOLEDAD Y EL SILENCIO
Orestes Pacheco Consuegra y Rafael Álvarez Reyes forman parte de la nueva generación de carboneros. Ambos acumulan experiencia en esta labor y pertenecen a la brigada silvícola La Victoria. Sus fincas están situadas no muy lejos de la autopista nacional, donde disponen de los medios necesarios para hacer carbón.
Consuegra explica que lo más difícil son la soledad y el silencio, y a continuación detalla cómo se levanta un horno, tarea para la cual es preciso preparar la base y empezar temprano. Hace falta poner una madera junto a la otra, levemente inclinadas, y un piso sobre otro, hasta detallar el círculo y vestirlo con tierra y ramas. Aclara que la boca en lo más alto queda abierta y se deben hacer huecos por los alrededores para que el horno ‘respire’.
“Y entonces empieza lo más difícil, o sea, cuidarlo todo el tiempo para que no estalle y se requeme la madera. Eso obliga a estar muchas horas junto al horno, a veces sin relevo. Por otra parte, el color del humo es una señal de cómo está quemando la leña. En 25 años nunca se me ha volado un horno”.
Comenta que, por lo general, un horno se quema en siete u ocho días y depende mucho de la velocidad del aire. “En el mes hacemos unos 400 sacos y nos lo pagan a cinco pesos la unidad, más 35 centavos por cada saco que se destine para la exportación”.
A escasa distancia de allí levanta sus hornos Rafael Álvarez Reyes, la mayor evidencia de que los carboneros son de poco hablar. El diestro carbonero se auxilia de una mata de ceiba centenaria que ofrece sombra en decenas de metros a su alrededor.
Dijo que siempre hay mucho que hacer. “Me levanto a las cuatro de la mañana y estoy todo el tiempo en función del horno. Independientemente de las condiciones y la atención que nos brindan, esto exige mucho sacrificio”.
Reconoce que el salario devengado es alto, pero remarca que a hacer carbón uno nunca se acostumbra. “Te bañas y el tizón sigue saliendo por los poros. Realmente es una tarea dura, pero ya no es el horror que nos cuentan los viejos carboneros de la Ciénaga”.
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reyesmagaly dijo:
1
4 de abril de 2016
07:04:10
Miguel Angel dijo:
2
4 de abril de 2016
08:29:02
Anar dijo:
3
4 de abril de 2016
08:38:57
francisco dijo:
4
4 de abril de 2016
10:36:54
REX Respondió:
4 de abril de 2016
14:34:42
Rafael Rodriguez dijo:
5
4 de abril de 2016
11:41:32
Areapna dijo:
6
12 de abril de 2025
16:01:29
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