ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Jorge y Yanet coordinan cada paso a seguir durante la fumigación. Lo principal es contar con la colaboración de las personas. Foto: del autor

HOLGUÍN.—Ni el mismo Jorge Fernández Góngora lo vaticinó. Sus rutinas de hombre jubilado tempranamente por motivos de en­fermedad, entre las cuales se encuentran frecuentes y apasionadas partidas de dominó, se han alterado de modo súbito por la pasión que ha puesto en el apoyo a la lucha contra el mosquito Aedes aegypti.

Tras la convocatoria de su núcleo del Par­tido a dar un impulso al enfrentamiento al trans­misor de enfermedades como el Dengue, la Chikungunya y el Zika, colabora a brazo partido con los operarios que periódicamente fu­migan el edificio de 18 plantas donde reside.

Diligente, espera a los integrantes del destacamento de lucha contra vectores al pie de la edificación ubicada en el reparto Plaza de la capital provincial, los acompaña de piso en piso y toca a la puerta de los vecinos, lo cual no constituye sorpresa porque con anterioridad se ha encargado de anunciar la operación de saneamiento.

Al principio de la campaña antivectorial no hubo la misma fluidez en la comunicación, lo cual lo obligó a convertirse en una especie de proa rompedora de obstáculos. Algunos alegaban la imposibilidad de facilitar el acceso a las viviendas por la inevitable asistencia al trabajo, pero la amable perseverancia del activista en no ofrecer oportunidades al indeseable insecto ayudó a modificar apreciaciones.

“Hoy varios me dejan las llaves, de manera que abro los apartamentos y estoy presente mientras se realiza la fumigación”, cuenta.

También hay vecinos fuera del edificio durante largas temporadas por realizar labores en otros territorios, pero las moradas no quedaron sin tratamiento porque los ausentes han dejado a cargo a familiares, a quienes Jorge contacta por teléfono para que se presenten en el momento necesario.

“Cada vez más me visitan aquellos que por muchas razones no estaban en sus viviendas al realizar la fumigación y vienen a conocer cuándo será el momento siguiente, para asegurarse de no quedar fuera del proceso”.

Con Yanet Nápoles Mantecón, enfermera que labora en el consultorio del médico de la familia ubicado en la planta baja del edificio, planifica el procedimiento a seguir en los cuatro casos de personas que no se valen por sí mismos. Lo habitual es trasladarlos al parque de los alrededores durante el rato en el que se aplica el tratamiento exterminador del mosquito.

Ambos están preocupados por quienes pa­decen de asma o tienen reacciones alérgicas a la sustancia aplicada a través de las “bazucas”, de ahí la insistencia en la posibilidad de emplear en esas situaciones otros productos.

Cuando Jorge habla de ayuda recibida, no puede dejar fuera a Martha Sarmiento Oli­vero, su esposa, así como a Beatriz, la hija de ambos. La primera es doctora, especialista en Medicina General Integral e Imagenología, mientras que la segunda se forma como mé­dico. “Me estimulan a continuar y me imparten verdaderas conferencias sobre los daños que causa el mosquito. Por ellas también estoy al tanto de la situación epidemiológica en la ciudad”, refiere con expresión de hombre satisfecho.

“El llamamiento hecho hace poco por el presidente del país, el compañero Raúl Cas­tro, le ha dado un nuevo impulso al trabajo antivectorial. Los vecinos me dicen a cada rato que los compañeros movilizados por las FAR no dejan rincón sin revisar porque no pierden tiempo ni muestran desgano. Así aseguran la calidad de la fumigación, un as­pecto en el que hago fuerza desde que me hice activista de esta tarea”.

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