
Precios por las nubes —en relación con la limitada capacidad de compra del salario medio—, agros semidesiertos y trabas comerciales son de las críticas que, con frecuencia maratónica, hacen diana en el sistema de la Agricultura, y de las que nuestro diario ha emitido no pocas. Pero ese sector —además de las archiconocidas “inclemencias del tiempo”, meteorológicamente hablando— debe lidiar con otras muy propias de este, nuestro tiempo histórico. Y entre ellas, se escurren los peligros que advierten algunas estadísticas oficiales.
Una minoría de cubanas y cubanos residentes en zonas rurales —siendo Cuba un país eminentemente agrícola— y la aún deficitaria tasa de participación de la población económicamente activa (PEA), en especial en los paisajes más alejados de las grandes urbes, son algunos de los números de los que alerta la última edición nacional del Censo de Población y Viviendas, efectuada en el 2012. De los 11 167 325 habitantes que conforman la población total, el 23,2 % reside en zonas rurales, y la PEA en estos lugares (1 007 500 personas) representa el 20 % del cómputo global de la nación. De los que se encuentran ocupados en general (el 96,5 % de la PEA, esta última asciende a 5 022 303), trabajan en este sector 1 010 252 —incluyendo enclaves rurales y urbanos, y a los vinculados directa e indirectamente a la producción.
De acuerdo con lo anterior, se trata del sector donde laboran más ciudadanos en todo el archipiélago, pero también el que posee la fuerza laboral más envejecida, en un país que exhibe —a su vez— uno de los más elevados índices de envejecimiento de la población dentro de América Latina y el Caribe. Y a ello se adiciona otro fenómeno, que para nada es distintivo de Cuba, sino que resulta una tendencia internacional: el creciente flujo migratorio del campo hacia la ciudad (sobre todo de jóvenes) en busca de mejores oportunidades —con toda la carga semántica, económica y de aspiraciones profesionales y personales que el término implica. De manera que el tema trasluce otras preocupaciones que requieren, a toda luz, de ocupación oportuna.
A la Perogrullada de que la agricultura es un sistema estratégico para la economía cubana y las oportunidades que ofrece la cartera del sector para la inversión extranjera —entre otros esfuerzos gubernamentales dirigidos a mejorar su infraestructura y poner en mejores condiciones a su base productiva— la acechan varias interrogantes: ¿qué será de la Cuba de mañana si no se logra un mapa de producción y distribución de fuerzas diferente?, ¿con qué manos contará el país para hacer producir —sin intermediarios— su tierra?, ¿cómo paliar los grandes circuitos de jóvenes, que dejan el campo como un pretérito apenas anecdótico en sus vidas?, ¿por qué no hacer enamorar más de la tierra a quienes hoy la trabajan, con inversiones en su comunidad, de modo que los deslumbramientos que les producen los atractivos urbanísticos, apacigüen las ansias de alejarse de sus raíces, y de su aporte, o —para variar— inviertan el sentido actual de las migraciones?
A continuación, Granma ofrece algunos datos que ayudan a entender, entre números y gráficos, esta compleja realidad, e ilustran los resultados del más fresco balance nacional sobre el uso y tenencia de la tierra (2015). Pero más allá de las estadísticas frías, la propuesta fija su norte en un enfoque más detenido, desterrando eufemismos y sembrando —en su lugar— el debate sano entre nuestros lectores.


























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nilsa dijo:
1
12 de febrero de 2016
04:30:40
ramon dijo:
2
12 de febrero de 2016
06:36:59
Dalí dijo:
3
12 de febrero de 2016
07:31:13
Jorge Luis dijo:
4
12 de febrero de 2016
08:02:09
raul torres dijo:
5
12 de febrero de 2016
09:31:44
ramon Prieto dijo:
6
12 de febrero de 2016
09:59:17
francisco dijo:
7
12 de febrero de 2016
12:17:36
Ramon Prieto Respondió:
12 de febrero de 2016
15:10:49
pbruzon dijo:
8
12 de febrero de 2016
12:51:19
Eduardo Ortega dijo:
9
12 de febrero de 2016
19:14:27
Aries69 dijo:
10
15 de febrero de 2016
09:42:47
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