
MANICARAGUA, Villa Clara.—Wilfredo Palacios se vanagloria de ser el único arriero de las montañas de Jibacoa que ha gastado una arria de mulas completa. Tanto ha sido el tiempo ejerciendo este noble oficio, que ya vio morir a una generación completa de animales, incluyendo a su mula guía, Clarita, una campeona en eso de conducir al resto de la comitiva por los intrincados parajes del lomerío.
“No me recuerde a Clarita que me da tristeza. Aquel animal parecía una persona. La podía dejar sola y ella llevaba a las otras mulas hasta el lugar indicado. Cuando le hablaba, estoy seguro que me entendía a la perfección. Eso sí, nunca le puse un dedo encima porque yo no maltrato a los animales.
Fíjese si le cogí cariño, que cuando murió la enterré cerca de mi casa y cada 25 de diciembre voy a llevarle flores”, cuenta con orgullo Wilfredo.
De su familia aprendió el oficio, al que considera una de las cosas más lindas que le ha pasado. “Lo único que he hecho toda mi vida es esto, y creo que me moriré haciéndolo porque a pesar de ser una profesión muy sacrificada, es muy tranquila y trae muchas satisfacciones”, dice el guajiro.
Sobre la rutina de trabajo, señala que él se levanta todos los días a las cinco de la mañana, y después de colar el buchito de café y darle un beso a Feliza, su esposa, comienza a aparejar el arria, la cual está compuesta por ocho mulas, incluida una que actúa como guía por ser la más inteligente y preparada, además del mulo de monta donde va el arriero, explica Palacios.
Luego, antes de las siete de la mañana comienza a desandar las montañas, por trillos y despeñaderos, trasladando el café de los guajiros hasta su lugar de destino, aunque a veces también mueve otras cosas como posturas, leña, abonos y carbonato de calcio, reconoce Wilfredo.
Por el camino, siempre se le ve hablando con los animales, a los cuales llama por su nombre sin la menor equivocación. Qué te pasa Beliña; arriba Acasia; pero Barbarita tú estás molesta hoy; Hidroelia, no me digas que estás cansada… y así, durante todo el trayecto, va comunicándose con las bestias, las que se identifican con Wilfredo a la perfección.
Ya entrada la tarde, “cuando la gente de Manicaragua esta bañadita y frente al televisor”, el famoso arriero de la UBPC La Herradura, llega a su casa, luego de desaparejar a los animales y haberlos alimentado con abundante yerba.
Es entonces cuando tiene tiempo para sentarse junto a su amada Feliza y contarle las peripecias del día, además de planificar la próxima jornada. Así transcurre la vida de Wilfredo Palacios, uno de los personajes más pintorescos de las montañas de Guamuhaya.








 
     
    










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Mercedes Simpson Plunkett dijo:
1
15 de diciembre de 2015
09:09:20
Jorge Nesrala M. dijo:
2
15 de diciembre de 2015
15:30:37
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