ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Este 30 de noviembre se conmemora el 120 aniversario de la conformación definitiva del Ejército Invasor en los potreros avileños de Lázaro López, hecho que constituye un acontecimiento trascendental de la Historia de Cuba. Allí pronunciaron las legendarias arengas los máximos jefes de la Revolución y partió desde este lugar hacia Occidente aquella fuerza compuesta por orientales, centrales y occidentales.

A LOMO DE CABALLOS

El 30 de octubre de 1895 Máximo Gómez cruzó la trocha de Júcaro a Morón para preparar las condiciones de invadir el Occidente del país. Desde entonces, el General en Jefe realizó continuas acciones para atraer sobre sí las fuerzas enemigas. Su principal objetivo era esperar la llegada de Maceo y organizar de manera definitiva el Ejército Invasor, al unirlo con las tropas villareñas, además de estructurar el Cuarto Cuerpo de Ejército y las fuerzas de Matanzas y La Habana.

Después de un largo proceso organizativo, el contingente invasor, formado por hombres del oriente de Cuba, partió de los históricos Mangos de Baraguá el 22 de octubre de 1895, bajo el mando del Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales y acompañado por el consejo de Gobierno de la República en Armas.

El trayecto fue largo y azaroso. Transcurridos poco más de un mes, al amanecer del 29 de noviembre, los 1 536 hombres de la columna invasora cruzaron la Trocha Militar de Júcaro a Morón sin novedad y continuaron la marcha ocho kilómetros al oeste. Realizaron una parada en la finca Gil Herrera, al sureste de Lázaro López, para almorzar, dar descanso a la tropa y la caballería. Desde Los Hoyos, finca cercana, Gómez ordenó el avance para el encuentro con Maceo.

En la finca San Juan y en los límites de la propiedad Santo Tomás, del barrio de Lázaro López, el Lugarteniente General Antonio Maceo, el presidente Salvador Cisneros Betancourt, los miembros del Consejo de Gobierno y el contingente oriental, esperaban al General en Jefe y a los escuadrones de la brigada de Sancti Spíritus.

Al ocurrir el encuentro Gómez y Maceo, adelantándose, se dieron un eufórico abrazo, mientras la orquesta de los invasores tocaba el himno de Bayamo: eran las tres de la tarde del 29 de noviembre de 1895. Los gritos de entusiasmo de oficiales, clases y soldados eran emocionantes. Era imposible describir aquella escena. Se abrazaron y derramaron lágrimas de patriotismo, orientales, centrales y occidentales: negros y blancos se fundieron en una sola masa. Estaban convencidos que unirse era la única manera de hacer la guerra a España para obtener la independencia de la Patria.

Hoy todavía se conserva, como reliquia histórica, la mata de mangos que indica el sitio donde ocurrió aquel acontecimiento. Desde allí dispuso Gómez la partida a las 4:30 de la tarde para acampar en la finca Lázaro López.

En breve tiempo Gómez y Maceo organizaron el Ejército Invasor, analizaron las características del terreno a operar, la selección de las fuerzas que intervendrían, la combatividad y respuesta del enemigo y consideraron las misiones y objetivos a cumplir. El General en Jefe designó a Maceo jefe máximo de la invasión y también le otorgó la jefatura del Cuarto y Quinto cuerpos de Ejército. La unión de todas las tropas concentradas alcanzaban alrededor de 4 000 efectivos: 3 000 de caballería y 1 000 de infantería.

Máximo Gómez valoró la trascendencia de aquel hecho como el primer paso, pues a partir de aquel acontecimiento comenzaba el momento en que se iba a jugar la suerte de la Revolución y“era preciso proceder con tino y acierto”. [1]

Aquella noche rebozó de alegría el campamento. Por todas partes se veían rostros risueños, abrazos fraternales, reuniones donde se apreciaba la unidad y la franqueza de sus participantes.

Innumerables hogueras se extendieron para iluminar aquel extenso campo donde establecieron el campamento del Cuartel General, “que le daba un aspecto de caserío en día de fiesta”. Por doquier las canturías y controversias se hacían sentir dentro del gozo de los participantes. “Después de la retreta que resultó muy alegre sonó el toque de silencio y el campamento jubiloso momentos antes quedó sumido en el más profundo silencio y tranquilidad”.[2]

ENTRE ARENGAS Y GENERALES

Al amanecer del 30 de noviembre de 1895, el recién constituido Ejército Invasor se alistó en parada militar. Ese día, a las 4:30 de la mañana, “se oyó el toque de diana por la orquesta y dos horas y media más tarde ordenaban la formación”[3], frente a las ruinas del fuerte español de Lázaro López ubicado en la finca Santo Tomás. Se escogió aquel lugar “porque lo había consagrado sobre él muriendo gloriosamente en el asalto (…), el 9 de septiembre de 1869, el general Ángel del Castillo”.[4]

El General Gómez, a caballo sobre las ruinas del fuerte, mandó a formar en cuadro aquella columna. “Al sonido de las trompetas y clarines de la banda militar (…) penetraron al frente el presidente de la República en Armas, seguido por todo el séquito de los miembros del Gobierno, y al lado del gran Salvador Cisneros Betancourt, genuina representación del pueblo cubano, el generalísimo Máximo Gómez Báez a su derecha, y a la izquierda el Mayor General y Lugarteniente General del Ejército, Antonio Maceo Grajales, quienes recorrieron las filas entre la más estruendosas aclamaciones de ¡Viva el Presidente!, ¡Vivan nuestros generales!, ¡Viva Cuba libre!.”[5]

Frente aquel imponente Ejército se encontraban los mayores generales Serafín Sánchez Valdivia, jefe del Cuarto Cuerpo del Ejército, y el polaco Carlos RoloffMialofski, secretario de la Guerra; además, los generales de brigada José Miró Argenter, Juan de Feria Garayalde y José Quintino Bandera Betancourt, respectivamente, jefes del Estado Mayor, Caballería e Infantería del Ejército Invasor; también, Ángel Guerra Porro, el dominicano Dionisio Gil de la Rosa y el colombiano José Rogelio del Castillo.

Fue preciso que el corneta de órdenes repitiera el toque de atención. Entonces el General Máximo Gómez alzó su curvo machete y pronunció una de sus más estremecedoras arengas:

“Soldados libertadores de Cuba, hasta ahora nada hemos hecho, si se compara con lo que vamos a hacer. Porque hasta ahora solo hay tres grandes hechos en esta guerra: el primero, el combate de Peralejo, dirigido por el general Antonio Maceo; el segundo, el desembarco de la expedición de Las Villas al mando de los generales Serafín Sánchez y Carlos Roloff; el tercero la Constituyente de Jimaguayú, que dio Gobierno a la República. Es ahora que la guerra va a empezar; en sus filas que veo tan nutridas la muerte abrirá grandes claros. No os esperen recompensas, sino sufrimientos y trabajos. El día que no haya combate será un día perdido, o mal empleado…”[6]

Un toque de atención cortó el torrente de exclamaciones, entonces el Presidente de la República en Armas, adelantándose, descubrió su noble cabeza y dirigió su voz reposada al Ejercito Invasor:

“Ninguna emoción es comparable a esta. Yo he visto nacer y caer la República. Yo he visto las más grandes proezas del valor y las discordias funestas de los cubanos. Ahora contemplo el renacimiento de la República. Y mi júbilo se desborda ante el patriotismo, el desinterés y la unión de mis conciudadanos. Ahora veo a Cuba vencedora en los combates, iluminada por la gloria de sus héroes, y santificada por la sangre de sus mártires. Aquí está la República de Cuba en reto a muerte contra la tiranía: sostenida por regimientos y batallones invencibles y magníficos generales y abnegada oficialidad. El Gobierno de Cuba rinde homenaje a los valientes que llevarán al triunfo la estrella solitaria. Y especialmente, en nombre de las mujeres del Camagüey cumplo un encargo feliz: entregar al general Antonio Maceo la bandera que ellas confeccionaron para que ilumine con su estrella el camino del Ejército Invasor.”[7]

El Héroe de Baraguá se acercó a recibir la preciosa enseña. Prometió al Presidente devolverla orlada de laureles. Estallaron los aplausos de las tropas formadas que bulleron en entusiasmo. Intervino de nuevo el General en Jefe, para  hablardel orden y la disciplina por ser estos los factores indiscutibles en todo Ejército para obtener la victoria.

De inmediato el secretario de Gobierno, Santiago García Cañizares, con brillantes frases felicita al Ejército Invasor y sus distinguidos jefes. Plantea que tanto Las Villas como Camagüey arden en deseos en que se presente la ocasión para realizar las hazañas de los hermanos de Oriente; alienta a las fuerzas para que todas permanezcan firmes y unidas hasta conquistar el triunfo o perecer en la demanda. “Marchemos […] a Occidente para derrocar a este gobierno que nos trata como esclavos a fin de que sólo tremole en nuestros pueblos la hermosa bandera de la estrella solitaria”, [8]concluye.

De nuevo los vivas resuenan en aquel extenso y verde potrero, interrumpidos por las notas del cornetín que toca la marcha. Este compacto Ejército, parte en correcta formación a conquistar la victoria, hasta llegar a los confines de Occidente. 

  

[1] Máximo Gómez. Obras escogidas: Ed. Letras  Cubanas, La Habana, 1979, p. 107.

[2] Raymundo Sánchez Valdivia: La  Revolución de 1895. De  mi  diario. (original manuscrito), pp. 4.

[3] Ibídem, pp. 4 y 5

[4]Enrique Loinaz del Castillo: Memorias de la guerra. Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 2001, p. 227.

[5] José S. Llorens y Maceo: Con Maceo en la Invasión, Hahabna, 1928, p

[6] Enrique Loinaz del Castillo: Ibídem, pp. 227, 228.

[7] Ibídem, p. 228.

 

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Ali Issa El'Khatib dijo:

1

1 de diciembre de 2015

08:10:47


El pueblo revolucionario de Cuba desde muy temprano, desde la guerra de la independencia conquisto el principio de la unidad como un indispensable termino para lograr la victoria. Asi trabajaron unidos los maximos jefes de la revolucion por la independencia de Cuba: Maximo Gomez, Antonio Maceo Grajales.

Luis Serrano TERRY dijo:

2

1 de diciembre de 2015

16:02:59


Hechos gloriosos como estos no pueden ser olvidados; cada cubano tiene que conocerlos y a cada rato gritar: ! VIVA CUBA LIBRE ! Serrano TERRY.

RUSO dijo:

3

1 de diciembre de 2015

22:09:17


Excelente Clase Magistral de Historia Local y de Cuba. Lástima que eventos tan trascendentales de nuestra historia sean de total desconocimiento para las nuevas generaciones. Hechos como estos se deberían tener en cuenta para que nuestra Historia y nuestra cultura no vayan quedando en el olvido en esta era de las wi- fi, tablets y play stations.