ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Los pescadores de La Coloma pasan en el mar como mínimo 20 de los 30 días del mes. Fotos: del autor

PINAR DEL RÍO.—Los tiburones rondan su barco casi todos los días. Las marejadas lo han sacudido una y otra vez. Pero a pesar de la soledad y los peligros, Juan Lázaro Martínez no imagina su vida lejos del mar.

“Este es un trabajo duro, pero también bonito, por eso estamos aquí”, dice.

Juan Lázaro es pescador. Hace más de 40 años que se inició en el oficio, siguiendo los pasos de su abuelo y de su padre, y aunque al igual que ellos formó una familia en tierra, ha pasado la mayor parte del tiempo navegando.

“Desde niño tuve esa vocación, y en cuanto fui mayor de edad, comencé a pescar”, afirma.

Lo mismo le sucedió a Rogelio Millar, patrón del Ferro 304. Hijo y nieto de pescadores, asegura que se trata de una labor que apenas deja tiempo para el descanso.

No obstante, reconoce que hoy la situación es muy distinta a la época en que su abuelo surcaba estas mismas aguas del sur del occidente cubano.

“La mejoría es grande, porque las condiciones siempre fueron precarias. Cuando salían, los barcos prácticamente no llevaban alimentos, ni había dónde dormir. No tenían capas ni guantes, ni ningún otro medio de protección.

“Ahora, en cambio, andamos en embarcaciones seguras. Podemos dormir con colchones y ventilador, y hasta tenemos agua dulce para bañarnos todos los días”, coincide Orlando Muñoz, patrón del Argus II.

“Cuando yo empecé a pescar, siendo todavía un niñito, hace más de 40 años, había que coger un jarrito de agua para lavarse los dientes y ya, porque lo único que teníamos era una pipa de agua y había que ahorrarla”, añade.

Todos forman parte de la flota de La Co­loma, la empresa pesquera más importante de Cuba, y aseguran que son condiciones mínimas para ejercer su trabajo, que la Revolución ha ido creando a fin de humanizar una actividad que históricamente estuvo asociada con la explotación y la pobreza.

Aun así, su oficio sigue figurando entre los más solitarios del mundo, y ni los sistemas de GPS, los equipos de radio para la comunicación, ni ninguno de los adelantos que han aparecido con el tiempo, han podido variar esta condición.

De los 30 días del mes, todos pasan como mínimo 20 en el mar, aunque con frecuencia, si la pesca es buena, le solicitan a la empresa que les envíe combustible para permanecer más tiempo.

“En nuestro barco, por ejemplo, trabajamos 25 días como promedio, y a veces hasta el mes completo”, señala Rogelio.

La jornada siempre comienza antes del amanecer, cuando unos levan ancla para buscar la majúa (miles de peces diminutos que sirven de carnada) en los cayos cercanos a la Isla de la Juventud, y otros salen hacia los puntos de la plataforma donde yacen sus jaulas, y siempre termina con la caída del sol.

En total, entre 14 y 16 horas de actividad, en las que los buzos realizan más de 300 inmersiones, y hasta el timonel y el cocinero ayudan a levantar jaulas, o toman las varas para pescar.

Solo después llega el momento del baño, la cena y el descanso. Y también de contar historias para engañar a la nostalgia, como la de Juan Lázaro, el patrón del bonitero 25 de Septiembre, que una vez se cayó al agua entre varios tiburones, pero logró salir tan rápido que ninguno le pudo hacer daño.

Así ocurre una y otra vez durante la mayor parte del año, incluyendo, por supuesto, los meses de lluvia, en los que las tormentas surgen de la nada, o los de invierno, con los vientos del norte enfureciendo el mar.

Al igual que su abuelo y su padre, Juan Lázaro formó una familia en tierra, pero ha pasado la mayor parte de su vida en el mar.

Como resultado de esta ardua faena, la economía cubana, tan urgida de las exportaciones, ingresa anualmente más de 25 millones de dólares.

También los pescadores reciben salarios altos y hace más de 20 años que acordaron entre todos destinar una parte de ese dinero para ayudar a impulsar distintas obras sociales de su comunidad.

Desde ese entonces, han donado medios y equipos valorados en más de 100 000 CUC al círculo infantil, la escuela especial, el seminternado, la secundaria básica, el policlínico, el movimiento de artistas aficionados de La Coloma, y hasta al hospital oncológico de Pinar del Río, y al pediátrico.

Alberto Gandoy, uno de los artífices de la idea, explica que “es algo que hacemos con ca­riño, de manera espontánea, porque significa beneficio para nuestra gente”, y asegura que en ningún sitio de ese mar impredecible que desafían día tras día, alguien escuchará jamás a un pescador decir lo contrario.

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jandi dijo:

1

25 de agosto de 2015

08:54:36


todo eso lo afirmo pq soy trabajador de esa empresa desde aqui es de donde se ve el sacrificio de esos pescadores .

sanguili dijo:

2

25 de agosto de 2015

11:11:03


muy bueno el articulo , pero el pescado que ellos pescan no se ve y cuando aparece en los mercomar el precio es bastante inalcanzable

sergio linietsky rudnikas dijo:

3

25 de agosto de 2015

13:30:05


No creen eso es natural en una Republica Archipielago?

Gloria dijo:

4

25 de agosto de 2015

18:58:15


Yo estuve en un barco pesquero en la Operacion Todo por la Victoria, se de cerca el trabajo de esos nobles hombres, y las largas jornadas de trabajo para cumplir con sus metas, son gente de pueblo, muy humilde, respetuosas, y gente muy honesta, todo mi respeto para este sector.