
Este 30 de junio nos remonta al acontecer histórico de aquel luctuoso domingo de 1957, cuando caen en desigual enfrentamiento ante sicarios uniformados del batistato tres valerosos jóvenes, combatientes clandestinos del Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7): Josué País García, Floromiro Bistel Somodevilla, “Floro”, y Salvador Alberto Pascual Salcedo, “Salvita”, quienes con la bravura y audacia que siempre les caracterizara, habían salido a la calle en la tarde de ese día con el firme propósito de cumplir la misión de intentar boicotear un mitin politiquero que se estaba efectuando en el mismo corazón urbano de la Cuna de los Maceo. La convocatoria había sido auspiciada por el régimen golpista en el poder y su principal organizador era Rolando Masferrer Rojas, un gángster devenido senador y jefe a la vez del tristemente célebre grupo paramilitar conocido popularmente por “Los Tigres”, cuyos miembros gozaban a plenitud de una especie de licencia informal expresa para practicar a voleo la tortura y el crimen ciudadano en toda Cuba.
De un carácter altamente provocativo, el acto de marras había contado con una amplia campaña propagandística desde un mes antes. Sus promotores dieron en llamarle alegóricamente a dicha impopular asamblea “El Mitin de la Paz” y escogieron para su materialización el área del Parque Céspedes, ubicado en la arteria central de la rebelde Santiago de Cuba, donde montaron la tribuna, y como puesto de mando y recreación para los personeros gubernamentales procedentes de la capital tomaron la sede del Hotel Casa Granda. Sin embargo, para garantizar la asistencia fue preciso que las comisiones creadas por Masferrer llevaran a cabo una labor dirigida a reclutar adeptos de otras regiones del país, a quienes les ofrecieron dinero, comida y bebidas alcohólicas, como fórmula estimulante para “conquistarlos”.
El enorme despliegue militar iniciado desde la víspera en toda la ciudad y la presencia de varios de los principales testaferros cercanos al tirano, como Anselmo Alliegro Milá, Justo Luis del Pozo, el propio Masferrer y Rafael Díaz-Balart, entre otros, insinuaba a todas luces el querer convertir aquello por algunas horas en una demostración de fuerza contra el movimiento revolucionario en la provincia de Oriente, donde la lucha guerrillera en la Sierra Maestra comandada personalmente por Fidel tomaba auge tras la aplastante derrota a las fuerzas militares en operaciones acantonadas en el puesto costero de Uvero, apenas un mes antes: el 28 de mayo.
Tal beligerante provocación iba dirigida por igual hacia los habitantes de la indómita Santiago, quienes en su generalidad ya habían dado sobradas muestras de inconformidad y rechazo al gobierno de facto encabezado por el sátrapa Fulgencio Batista desde su asonada castrense por el poder, el 10 de marzo de 1952.
La imagen de ciudad sitiada que presenta Santiago este señalado día, es descrita en un artículo que publica posteriormente Ruby Hart Phillips, entonces corresponsal en La Habana del influyente diario norteamericano The New York Times, quien ha de consignar entre otras cosas que “...Santiago era un campo armado. Policías y soldados estaban apostados en todas las esquinas. Los carros patrulleros rugían por la ciudad. Las calles se encontraban desiertas. A pesar de todas estas precauciones, esa noche explotaron quince bombas y botellas con gasolina encendida fueron lanzadas por jóvenes revolucionarios a los edificios del Gobierno”. (1)
Con vistas a contrarrestar en todo lo posible los planes elaborados por los acólitos del tirano para Santiago —entonces capital del oriente cubano—, se hace incuestionable una viril respuesta del Movimiento. Frank País García, líder nacional del frente de Acción y Sabotaje del MR-26-7, entonces oculto a pocas cuadras del citado Parque Céspedes, elabora un proyecto integral de acciones que comprenderá la colocación en un tramo del alcantarillado existente debajo del espacio destinado a la tribuna, de un artefacto explosivo sincronizado a dos relojes y una potente carga de TNT, que debía estallar a las 4:00 p.m., hora anunciada para el comienzo del “Mitin de la Coalición”, como también es identificada dicha farsa. La bomba en cuestión es colocada temprano en la mañana de este domingo por Agustín País García, quien fingiendo ser trabajador de la Conaca, organismo encargado del sistema de alcantarillado, registros y acometidas fluviales de la localidad, realiza la conexión.
A un grupo de combatientes urbanos subordinados a Armando García, jefe de Acción del Movimiento, le es asignada por este la misión de participar en la concentración, llevando consigo armas cortas y pequeñas bombas caseras, que serían lanzadas contra la tribuna al producirse la explosión de la bomba citada. Al no producirse la detonación se crea un ambiente de desorientación por parte de dichos compañeros que los inhibe de dar cumplimiento a su importante y delicada tarea. Mientras, esa propia señal explosiva está siendo esperada con impaciencia por otros dos comandos armados —el que preside Josué y un segundo grupo dirigido por Ernesto Matos Ruiz e integrado por Fernando Tarradel Rodríguez, Joaquín de las Mercedes Quintas Solá y un compañero conocido por “El mexicano”—, para salir de sus respectivos sitios de ocultamiento, proceder a ocupar dos autos de alquiler cual si fuesen a ser rentados por ellos, y una vez en su poder pasar a moverse con rapidez por las zonas norte y oeste de la ciudad, donde deben producir disparos al aire, de manera esporádica y a discreción, dirigidos a crear una atmósfera que logre poner en ridículo a los cuerpos represivos encargados de brindar cobertura y seguridad a los “oradores” de turno y al acto como tal.
Resulta significativo acotar que Frank, quien además ha estado inmerso desde los primeros días de junio en todo lo relacionado con los preparativos de un proyecto clandestino del cual es precursor y artífice principal (aprobado ya por el Jefe de la Revolución y dirigido al intento de formación un nuevo frente insurreccional armado en la serranía de la región centro norte del oriente cubano) decide hacer coincidir su apertura con el programado mitin masferrerista. La importancia y magnitud contenidas en el futuro papel insurgente de esa audaz empresa, de un carácter estratégico, persigue como principal objetivo obligar al Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de la tiranía a tomar la decisión de ordenar la inmediata división y traslado de todos sus efectivos, medios combativos terrestres, cobertura y apoyo aeronaval y demás aseguramientos logísticos en campaña, entre dos teatros operacionales del combate irregular, lo cual pasaría a traducirse en un gradual e intensivo proceso de descongestionamiento del alto número de unidades dislocadas alrededor de la Sierra Maestra. El proyectado nuevo bastión, consistente en la inauguración de un segundo frente guerrillero, facilitaría, además, el fortalecimiento y desarrollo de aquel liderado por Fidel, y las posibilidades de extender sus operaciones dentro de un mayor radio de acción sin la mayor presión del enemigo.
Josué, quien luego de su salida de prisión, el 10 de mayo, pasa a ocultarse en el domicilio sito en San Bartolomé no. 313, dentro del casco histórico de la ciudad, propiedad de la infatigable y valiente luchadora revolucionaria santiaguera ya fallecida, Gloria de los Ángeles Montes de Oca Santana, “La Tía Angelita”, se manifiesta intranquilo al no oír la esperada detonación de la bomba y sí escuchar en un pequeño radio de la casa el desarrollo del mitin y las amenazas que profieren desde ese lugar los alabarderos del régimen.
Cuando toda esa blasfemia está saliendo al éter, una intercepción realizada por militantes del Movimiento, trabajadores a la vez de la empresa telefónica de Santiago, hace posible irrumpir en la transmisión del acto que por esa vía se está llevando hacia las principales emisoras radiales ubicadas en la capital, para de forma simultánea mezclar varias consignas revolucionarias tales como: ¡Viva Fidel! ¡Viva la Revolución! ¡Abajo Batista!.
Josué intenta una y otra vez establecer comunicación telefónicamente con Agustín Navarrete Sarlabous, “Tín”, jefe de Acción en la provincia, quien debe autorizar su salida, pero no es posible lograrlo, ya que su aparato se mantiene ocupado porque desde el mismo se están realizando las interrupciones de boicot al mitin. Finalmente decide que “Floro” —quien se oculta junto a él desde varios días antes— y Salvador, con el cual se mantiene en contacto, salgan a ocupar de inmediato el vehículo de alquiler orientado, que les permitirá ir a cumplir la misión encomendada.
En el lugar donde permanecen ocultos los cuatro integrantes del comando de Ernesto Matos, similar decisión es adoptada por este. Dos de sus hombres, Tarradel y Quintas se dirigen a la piquera de autos de alquiler existente entonces en Carretera del Morro y Tercera de Veguita de Galo, donde deben ocupar un automóvil, recoger a los dos restantes miembros del comando y continuar con la inmediatez de su riesgosa tarea hacia la zona asignada. En el trayecto, cuando se disponen a cumplir la orden los compañeros designados: Tarradel y Quintas fortuitamente son interceptados por los militares de un jeep perteneciente al Servicio de Inteligencia Regimental (SIR) del cuartel Moncada, quienes en misión de patrullaje intentan registrarlos. Sin pérdida de tiempo los luchadores clandestinos extraen sus armas y disparan, logrando herir mortalmente a dos de los sicarios, y escapan con rapidez en dirección a Aguadores, donde se ocultan temporalmente.
El propietario del automóvil ocupado por el comando de Josué no tardó en ponerlo en conocimiento de la policía, facilitando a esta el número de la matrícula y demás datos para su inmediata circulación a través del sistema de microondas establecido para los carros patrulleros en Santiago. Mientras, acompañado por Belkis, Elsa y Gloria, hijas de la Tía Angelita, salen Josué y sus compañeros hacia la zona norte de la ciudad, este armado de una pistola P-38 y algún parque para la misma. “Floro” lleva una escopeta recortada y varios cartuchos, y Salvador va al timón del Chevrolet ocupado, que se desplaza hasta las proximidades del Paseo de Martí, donde Josué decide que las tres acompañantes se bajen del vehículo por razones de seguridad para las mismas.
Al tomar el Paseo de Martí en bajada, un patrullero que se desplaza detrás inicia su persecución al comprobar que se trata del automóvil circulado. Un breve intercambio de disparos tiene lugar entonces entre los dos carros. Salvador acelera la velocidad, pero uno de los proyectiles del enemigo perfora un neumático trasero del auto, que al llegar a la intersección del paso ferroviario y la esquina compuesta por Crombet cae en una emboscada entre dos fuegos frente a otro patrullero estacionado allí y la presencia de una veintena de soldados que a pie patrullan el área, los que descargan sus armas, prácticamente de forma homicida, contra los tres combatientes revolucionarios.
De ese aluvión de impactos “Floro” y Salvador resultan acribillados antes de poder salir del vehículo, mientras Josué, pistola en mano, sale del mismo en actitud combativa. La cacería se proyecta ahora sobre él, cayendo herido al pavimento. Sus movimientos indican a los sedientos criminales que aún vive. Tiene lugar entonces la llegada a ese escenario del teniente coronel José María Salas Cañizares, “Masacre” —como le apodan los santiagueros—, quien dispone que el cuerpo del herido sea trasladado a Emergencia, no sin antes llamar aparte a los suyos para que lo ultimen en el trayecto. Es así como ofrendan sus vidas en elocuente martirologio estos tres héroes.
Por otra parte poco antes de iniciarse, es abortada por el ejército batistiano en el antiguo central Miranda —hoy cabecera del municipio santiaguero Mella—, la operación Segundo Frente, ante la delación de un traidor de ese lugar y otros factores registrados negativamente en el terreno al calor de esas horas, en medio de las cuales al enfrentarse a una patrulla militar cae mortalmente herido el luchador clandestino René Medina Aguilera, “Baby”, de los grupos de Acción de Contramaestre.
La irreparable pérdida aquel día 30 de Josué, Floro y Salvador en Santiago y la de René Medina en Miranda, así como el fracasado intento de crear otro foco guerrillero, en el que fueron ocupadas por el enemigo las armas, parque y otros materiales obtenidos con grandes esfuerzos por el Movimiento, significó entonces un duro revés, con el cual habría de cerrarse la semana final de junio. Fue “nuestra semana terrible”, “nuestra Fernandina”, así habría de calificarla en su informe a Fidel, de fecha 5 de julio, Frank País, quien consternado también de forma íntima ante el holocausto físico de su Josué, describe en esas horas en un poema que dedica al mismo, lo inmenso de sus sentimientos por el hermano querido, a la vez que revitaliza toda su inteligencia y energías para continuar el camino trazado en aras de la definitiva liberación nacional.
*Biógrafo del mártir de la Revolución Cubana Josué País García.
1) Rafael Duharte Jiménez y Elizabet Recio Lobaina: Santiago de Cuba Siglo XX, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2005, p. 177
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VICTOR dijo:
1
30 de junio de 2015
20:47:56
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