Melissa se para en puntas en medio de la sala y levanta los brazos lo más alto que puede. Cuando crezca quiere ser bailarina. Tiene cuatro años y dice que extraña mucho a su papá, que está lejos curando a niños como ella y que regresará pronto.
Se pone frente a nosotros y saluda a toda la familia que la rodea, es el público que la aplaude mientras hace una reverencia al estilo de las artistas consagradas.

Melissa es el resultado del amor de Enmanuel Vigil Fonseca y Lisbet Peraza Gutiérrez, dos jóvenes de 31 años que eligieron la Medicina como profesión y que vienen forjándose un camino desde que estudiaron juntos en la facultad Calixto García. Él forma parte de la brigada cubana que ahora mismo en Sierra Leona da la pelea contra el ébola. Ella es una de esas mujeres que asegura con creces la retaguardia.
Lo hizo antes, cuando su esposo partiera a Venezuela a pocos meses de que naciera su hija, y lo hace ahora, luego de que, a solo 90 días de llegar de esa misión, volviera a irse lejos dejando a la familia a su espera, pero con el orgullo desbordado por los poros.
“Cuando nos comunicamos lo único que siempre le pido es que se cuide mucho, que brinde todo su amor y su cariño, que cumpla con su deber pero que regrese bien. Él siempre me da confianza, me cuenta que están siguiendo las normas de seguridad y que cada día hacen la danza de la vida como ellos le llaman, a la hora de quitarse y ponerse el traje del trabajo”, cuenta con firmeza Lisbet, quien como su esposo es graduada de Medicina General Integral y además estudia la especialidad de Neonatología.
Entre ellos la comunicación es diaria y no faltan los detalles profesionales y las impresiones de su experiencia en una tierra tan distante. Sobre todo la tranquilidad es mayor cuando se sabe entre su nueva familia, porque en eso se ha convertido la brigada, una gran familia, una hermandad.
“El espíritu de solidaridad siempre está presente entre todos y ya fue puesto a prueba. El mismo día que Enmanuel cumplió un mes de estar en Sierra Leona tuvieron que operarlo urgente de una apendicitis, y sus compañeros fueron los que se encargaron de cuidarlo, estuvieron con él todo el tiempo durante el reposo y hasta que se recuperó. Se cuidan entre ellos y eso da mucha tranquilidad”, dice con una sonrisa.
Ella sabe la magnitud de la misión a la que se enfrenta su compañero, pero entiende también el gran compromiso y la responsabilidad que contrajeron cuando decidieron estudiar Medicina.
“Ellos están dando con su atención un poco de amor a ese pueblo y evitando que una enfermedad como el ébola se propague por otros países. Hoy está trabajando. Cuando termina la jornada me escribe para decirme que llegó, que está bien y sobre todo que se cuidó mucho”, comenta Lisbet.

Pero en su casa en el Vedado habanero no falta la ayuda de Manuel y Maira, los padres de Enmanuel.
“Estoy muy orgullosa pues además de que ha sido un buen hijo, como médico está dando lo mejor de sí. Él siempre con su sonrisa y su alegría me dice: mami, que la crudeza de estos tiempos no nos haga perder la ternura, firme ahí que yo me cuido, y estoy siempre pensando en ustedes que fueron mi motor impulsor”, cuenta Maira y agrega:
“Ahora está muy feliz con el regreso de Gerardo, Ramón y Tony, dice que en su página de Facebook recibió mensajes de aliento de muchas personas que sin conocerlo, en todas partes del mundo, comparten su alegría y reconocen la labor que están haciendo”.
“La cuestión es que cumplan su objetivo y pa´lante. Muchos son los que en el trabajo o entre los vecinos se preocupan y quieren saber de él y eso es un aliento muy grande”, asegura Manuel, mientras intenta disimular la emoción en sus palabras.
A nuestra llegada la familia estaba reunida y hasta de Camagüey vinieron los papás de Lisbet, porque ella este 31 de diciembre también estará de cumpleaños y el amor le llegará de todas partes, cuando desde un continente lejano unos besos esperados le anuncien el inicio del nuevo año.
El reino de Cuquito
En Marianao, Ricardo Martínez Llizo, tiene el refugio de su hogar. Pero en el barrio todo el mundo sabe de quién se trata cuando en vez de Ricardo se pregunta por Cuquito.
Es médico intensivista del hospital Frank País García y ahora su reino está en Liberia. Es también el pequeño gran hombre de su brigada, porque la grandeza se mide de la cabeza al cielo como dicen por ahí.
A su hermana Bárbara la acompañaban en la casa las nietas que llenan de alegría a la familia. Abigail de cuatro años y Grey de siete, que pueden perder a cualquiera en la intensidad de sus ojos azules.
“Somos muy unidos y no porque sea mi hermano pero él es una gran persona y siempre nos ha enorgullecido su dedicación a su profesión y el humanismo que le caracteriza como médico”, dice Bárbara.
Cuando supo que se iba a cumplir misión en Liberia lo que primero les invadió fue la preocupación “pero entendimos que era un deber que iba a cumplir y como familia el nuestro era darle apoyo, porque siempre dio su disposición para ir a enfrentar esta enfermedad”.
No faltan los correos llenos de optimismo ni los detalles del día a día de las nietas. De cómo se están portando Yaco o Cosita, dos de las mascotas de la casa, o de si las niñas le están echando agua a la matica de orégano que dejara sembrada.
“No es su primera misión, ya estuvo alrededor de tres años en Venezuela. Su deber como médico siempre lo ha precedido y eso se lo reconocen sus pacientes y sus compañeros, y nos hace enfrentar cualquier dificultad”, comenta la hermana.
No puede dejarnos ir sin el deseo de un próspero 2015, el mismo que desea no solo para su Cuquito, sino para todos los que como él son ejemplo de solidaridad y dan lecciones de altruismo.
“Ya nos reuniremos todos para festejar su regreso”, afirma mientras nos dice adiós desde el portal de su casa.
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Enmanuel dijo:
1
27 de diciembre de 2014
01:51:59
JUANJO dijo:
2
28 de diciembre de 2014
06:16:38
alejandro rios.peru dijo:
3
28 de diciembre de 2014
15:20:17
alejandro rios.peru dijo:
4
28 de diciembre de 2014
15:25:37
cristian alsina dijo:
5
18 de enero de 2015
13:59:14
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