ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Las condiciones de los talleres emulan con cualquier fábrica. Foto: del autor

BAYAMO, Granma.— Toda obra buena se enaltece con el tiempo y crece en sus méritos si sabe reproducirse en hombres valiosos.

Por tanto, medio siglo dice bastante y bien del trabajo encomiable de una escuela forjadora de esta clase de hombres, que en breve tiempo aprenden con sus manos a armar, construir y reparar, y todavía siendo alumnos ya sienten con alma de taller y de fábrica grande.

La Técnica de Bayamo —como en todo Oriente conocen al prestigioso centro politécnico General Luis Ángel Milanés— es uno de estos ejemplos perdurables y magníficos; de cuyo seno han salido graduados más de  50 000 alumnos, desde aquel 1964 en que estrenó la institución actual.

“En sus inicios no superaba la decena de especialidades, y hoy ya es un gran complejo docente con 26 perfiles que estudian 1 800 muchachos”, introduce Delio Jiménez, el director.

“Ajustado a la exigencia económica nacional de incrementar la formación de fuerza laboral en los diferentes tipos de oficios, el centro prepara la quinta parte del alumnado como técnicos medios en Refrigeración, Elec­tricidad, Mecánica Industrial, Explo­tación de Medios de Transporte, la joven especialidad de Geodesia y Cartografía y la recién estrenada Planificación Física; en tanto instruye al 80 % restante como obreros calificados en tornería, fresado, ajuste herra­mentista, me­cánica automotriz, chapistería, hasta completar una veintena de perfiles”, precisa.

“Además, imparten docencia 247 profesores, entre maestros de formación general y una mayoría de las asignaturas propiamente técnicas”.

A golpe de persistencia y pertenencia, su propio claustro y los alumnos de turno la mantuvieron a salvo de la herrumbre del tiem­po y la estrechez económica de los 90; sin enumerar las veces que, según cuentan los de más años, debieron defenderla con tenacidad de decisiones improvisadas e inseguras.

“Incluso en los años difíciles del Periodo Es­pecial tuvimos como prioridad la conservación de la maquinaria, los hornos de fundición, los talleres, los laboratorios”, acota Delio.

“Un poco menos pudimos hacer en materia constructiva, porque demandaba más recursos que no estaban a nuestro alcance, pero en los últimos años tuvimos un impulso mayor, y con las manos propias de alumnos y profesores hicimos de esta escuela una joya arquitectónica, reparada, bien pintada, engalanada, lim­pia, capaz de demostrar que el oficio rudo con el hierro, la grasa, la máquina, el carbón o la barrena, no es sinónimo de churre ni desorden.

“Tenemos el orgullo de una escuela permanentemente bonita, avalada por un premio nacional a la conservación del inmueble, recibido en el 2013”, apunta.

“Los años han demostrado que este es un centro adonde los muchachos quieren venir a estudiar, y su mayor logro hasta hoy no creo que sea el número de 50 000 egresados, que de por sí es alto, sino la formación con calidad de un estudiante que aprende haciendo.

“Cada año crece el protagonismo de la escuela en la intención de incrementar la presencia joven como fuerza técnica laboral; además, el prestigio ganado ha generado una confianza en la familia para la formación de sus hijos. Puede comprobarse el impacto en las industrias a las cuales van, y la tendencia a escogerlos cuando aspiran a una plaza y ven que provienen de aquí”.

LA ESCUELA COMO PROPIA

Ahondar en el pasado de su claustro, revela cuánto del prestigio conquistado depende de una pertenencia física, casi familiar del profesor con la escuela.

Allí no son dos ni tres los que como Eve­rardo Rodríguez, pasaron de alumnos a maes­­tros sin perder nunca el vínculo con el centro. Él mismo entró a sus aulas un día cautivado por la mecánica, y aquel mundo “práctico y en vivo” de tornos, fresas, llaves y tornillos, le impidió el divorcio después de graduado, y volvió, primero como tornero de apoyo y luego como profesor consolidado, que hoy comparte con el cargo de subdirector de Formación Profesional y Producción.

“La mayor satisfacción es haber estudiado y luego trabajado aquí, como colega de profesores que fueron los míos, autoridades en sus especialidades. Toda mi vida ha estado ligada de una manera directa a la escuela. Haber estudiado, producido y ejercido el magisterio en ella ha sido una mezcla de satisfacciones que de algún modo relatan mi historia personal”, afirma.

Otros, desde el pupitre, ya sienten temprano ese apoderamiento interior que genera en las almas la certeza de “aprender bien y hacer lo que de verdad nos gusta”, a juzgar por el criterio de los alumnos Yasel y Glendis.

“La electricidad me gustaba desde pequeño, pero en esta escuela ha crecido el interés por la carrera, debido a la motivación que despertaron en mí los profesores. Aquí se aprende de una manera muy práctica todas las habilidades, porque existen las condiciones necesarias, más ahora con las nuevas y modernas herramientas que están entrando y te permiten aprenderlo casi todo en los propios talleres de la escuela”, asegura Yasel, alumno del tercer año de electricidad.

En tanto a Glendis, le parece cautivante lo que en poco más de dos meses ya aprendió sobre ordenamiento territorial, asentamientos urbanos, procederes e instrumentos legales que amparan la actividad de Planificación Física, estrenada este curso como técnico medio.

“Apasiona el trabajo con planos, maquetas, leyes, el conocimiento profundo de las características en nuestros propios barrios y la posibilidad de intervenir personalmente en ellos para corregir tantos problemas y ayudar a consolidar una cultura urbanística”, dice.

“Es una especialidad nueva, y sin embargo nos va de maravillas. Es como si todo saliera bien en esta escuela, la cual conozco desde chiquita por vínculos familiares y siempre quise de un modo especial”.

EL SUEÑO DE LA FÁBRICA QUE FUE

En la conversación con Delio Jiménez, el director, resalta la satisfacción colectiva de lucir una escuela hermosa, celosa en el cuidado del detalle estético, desde la jardinería y la fachada hasta la organización de los pañoles y la conservación de cada máquina herramienta.

Lograr lo que hoy se ve, fuera y dentro de aulas y talleres, ya es de por sí un sueño cumplido. En ese camino avanzan también otras pretensiones, como el estrechamiento de la vinculación con las empresas.

“Hemos superado de manera general la resistencia de algunas entidades a tomarse en serio las prácticas de los muchachos, con la integración real a sus procesos productivos, y sigue siendo muy buena la acogida en las fábricas sideromecánicas, de la Industria Láctea y la inclusión de otras antes no vinculadas como Copextel y Cimex”, destaca.

Sin embargo, el director —también graduado de aquellas aulas— tiene por cumplir un sueño mayor, aupado por el recuerdo de hace unos cuantos años: “Mi gran deseo es volver a ver la escuela convertida en la fábrica que fue antes de los noventa.

“Hoy todas las especialidades tienen aquí condiciones básicas, de talleres, herramientas, potencial humano para emprender directamente la producción y los servicios, para formar obreros integrales en oficios que apren­dieron haciendo de verdad.

“La aspiración es que este sea de nuevo el mejor lugar donde la población traiga su radio, su televisor, su refrigerador para arreglar. Que el soldador pueda aprender haciéndole una reja a quien construye, que el tornero elabore el mismo eje de bicicleta existente a precios prohibitivos en la calle, que el fresador fabrique los engranajes de la caja de velocidad de un auto; porque aquí está el potencial, la capacidad, la técnica y sobre todo un claustro talentoso, capaz de conducir un proceso de enseñanza en las condiciones ventajosas que ofrece la producción directa en nuestros propios talleres”.

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RBA dijo:

1

19 de noviembre de 2014

09:43:53


En realidad es una joya, muy cuidada y limpia, hasta los jardines y la pintura,mis respetos a los encargados, he visto en la prensa hace unos meses un trabajo de como algunas empresas e instituciones nacionales pudieran utilizar esos tornos soviéticos, muy buenos y tan bien conservados, de como la extensión universitaria pudiera insertarce y a la vez ayudar a los alumnos de la escuela en su superación, ese taller enorme con una gran cantidad de tornos, si no es el único en Cuba está muy cerca, sería bueno su inserción en el quehacer productivo nacional, la escuela y estos alumnos pueden, de seguro que si.

Eduardo dijo:

2

19 de noviembre de 2014

10:12:40


Saludos: yo soy uno de los 50 000 graduados de ese centro. me gradué como enrollador eléctrico en julio de 1978. Aunque contunué mis estudios y soy universitario de la educación, utilicé lo aprendido del área de electricidad para desempeñarme como profesor de Educación Laboral. En esa época esa escuela era una industria que tenía contrato con fábricas como las plantas de extracción de níquel en Moa, fundamentalmente en el área de fundición, tornería, fresa y modelado mecánico. Una gran escuela sin dudas, creo que su construcción data del año 1947. Felicidades para el claustro de aslguien que pasó por sus aulas y talleres hace 36 años y lo agradece de corazón.