
PINAR DEL RÍO.— Cuentan que de verlas por entre los trillos, con sus hachas a cuestas camino del monte, alguien les dijo una vez: “ustedes son unas Marianas”.
La frase volvería a repetirse, hasta que Norma González Díaz, su hermana Silvia y su hija Bertha Rosa —tres mujeres dedicadas al duro oficio de hacer carbón—, más que por sus nombres verdaderos, llegarían a ser reconocidas de esa manera.
“La gente empezó a compararnos con Mariana Grajales, aquella valerosa mambisa, quizás por la constancia de ir a trabajar todos los días al monte, sobreponiéndonos a la distancia y a las adversidades de la naturaleza”, recuerda Silvia, y a renglón seguido señala que “así surgió nuestro apodo”.
Todo comenzó como una necesidad, durante los años difíciles del periodo especial. Norma, la mayor explica que muchas de las actividades que durante décadas habían favorecido el empleo en la zona, se vieron muy afectadas.
Los cítricos, por ejemplo, desaparecieron completamente. De modo que junto a su hermana Silvia, decidió aventurarse en la producción de carbón.
“Como ninguna de las dos tenía esposo, había que buscar la manera de ganarnos la vida, y el carbón no era algo ajeno para nosotras. De chiquitas habíamos aprendido a hacerlo, ayudando a nuestros padres”, dice.
“Al principio fueron hornos pequeños, para vender aquí en la comunidad, pero después nos asociamos a la Empresa Forestal Integral Guanahacabibes y aumentamos el tamaño”.
A primera vista, ninguna de las tres parecería apta para un trabajo tan rudo. Silvia (59 años) es una mujer alta, pero muy delgada, mientras que Norma (61) y Bertha (43) son pequeñitas. Sin embargo, cuando se enfrentan al monte, son capaces de manejar el machete o el hacha con la misma destreza que el más recio de los hombres.
“Hay quienes nos preguntan si alguien nos corta la leña, y les respondemos que no. Todo lo hacemos nosotras mismas, desde limpiar el área, hasta construir el horno”, afirma Silvia.
Estas mujeres deben cumplir mensualmente un plan de entrega de carbón que ha llegado a sobrepasar los 150 sacos.
Para lograrlo, se levantan diariamente en la madrugada y recorren a pie los dos kilómetros que separan su casa (en una zona conocida como Boquerones, cercana al poblado de Isabel Rubio), del sitio donde trabajan, un antiguo guayabal de la Empresa de Cítricos que hace años se cubrió de marabú.
“Cuando vamos a recoger carbón, lo hacemos sobre las dos o las tres de la mañana, y si toca cortar leña, nos vamos sobre las cinco o las seis, para poder adelantar antes de que caliente el sol”.
A pesar de la hora, las tres mujeres aseguran que no sienten temor. No obstante, reconocen que se trata de una actividad extremadamente ardua. “No solo por el esfuerzo físico, que sobre todo en los primeros tiempos, a la mayoría de la gente le provoca ampollas y dolores en las manos.
“Existen otros inconvenientes, como las espinas y las hormigas bravas, principalmente las santanillas, que se suben a las matas y cuando uno les da con el hacha, para cortarlas, te caen encima y te pican por todas partes. Hay veces que nos han caído hasta en los ojos”, describe Norma.
Aun así, confiesan que cuando por alguna razón, se quedan varios días en casa, ya sea por la lluvia o porque hay algún enfermo en la familia, “el cuerpo te pide ir para el monte, porque ya está adaptado a estar allí”. Incluso, afirman que con el tiempo, “uno llega a tomarle cariño a esta labor”.
Por ello, en una impresionante demostración de voluntad, tras más de una década en el oficio, siguen partiendo a trabajar cada madrugada, con sus herramientas a cuestas y el propósito de transformar en algo útil, el viejo guayabal que hace mucho quedó a merced del marabú.
Aunque es un trabajo arduo, aseguran que no es lo único que hacen. Al volver del monte, como la mayoría de las cubanas, estas extraordinarias compañeras deben enfrentarse a los quehaceres del hogar, incluido el cuidado de hijos y nietos.



















COMENTAR
René dijo:
1
7 de agosto de 2014
15:29:49
Felo Reyes dijo:
2
7 de agosto de 2014
18:03:23
mtza dijo:
3
7 de agosto de 2014
22:33:12
Responder comentario