“Vinieron a buscarme una media hora después de la balacera para gritarme que limpiara, ya se habían llevado las muchachas muertas (…) No me atreví a preguntar nada y cumplí la repugnante tarea de limpiar el rastro de sangre dejado mientras eran arrastradas escaleras abajo”[1], diría el encargado del edificio donde habitaban las jóvenes Lourdes y Cristina Giralt Andreu, de 22 y 28 años respectivamente, asesinadas el 15 de junio de 1958. Finalizaba el día de los padres.
El viernes 13 de junio de 1958 sería el desencadenante del suceso. El frustrado atentado contra un exministro de Gobernación y senador batistiano hizo que se desatara una ola de persecución contra sus protagonistas (miembros del Directorio Revolucionario); y producto de una delación, el sitio en el que se encontraban había sido descubierto. Casualmente, las hermanas vivían en el apartamento de enfrente, número 42, del edificio ubicado en 19 y 24, Vedado, pero no mantenían vínculo alguno con los miembros del Directorio Revolucionario.
Ajenas a los sucesos, con motivo al día de los padres fueron a su provincia natal de Cienfuegos el 14 de junio y regresaron al concluir el 15, día en que —sin saberlo— les acechaba la muerte. Las jóvenes no estaban implicadas y descono-cían las noticias, pero fueron atrapadas por una redada de los esbirros dirigida a los jóvenes del directorio. Tras llegar a su departamento y encontrar la puerta forzada, sorpresivamente fueron acribilladas a balazos: Lourdes presentaba 13 perforaciones de bala y Cristina 9.
Solo tras el triunfo revolucionario se reveló que las Giralt eran militantes de las filas de la Resistencia Cívica, organización desde la que realizaban actividades de oposición a la tiranía. El régimen no sabía de la actitud revolucionaria de las hermanas, simplemente asesinaba, por odio y venganza, a jóvenes indefensas.
[1] En García, Pedro A., Granma, “No quiero detenidos”, 16-6-98.



















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