ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Elías Carranza, presidente de ILANUD. Foto: Anabel Díaz

En muchos países del mundo, sobre todo en los de medianos y bajos ingresos como los de América Latina, se suele reclamar a la justicia penal su ineficacia y “benevolencia”. De acuerdo con Elías Carranza, presidente del Instituto Latinoamericano de Naciones Unidas para la Prevención del Delito y el Tratamiento al De­lincuente (ILANUD), se suelen escuchar frases como que quienes delinquen entran por una puerta y salen por otra.

En su conferencia magistral “Criminalidad, justicia y derecho en América Latina”, que impartió en el recién concluido VII Encuentro Internacional Justicia y Derecho, comentó que “si hubiéramos de medir la eficacia de la justicia penal por las tasas de presos y presas en la región —que se han duplicado y triplicado desde 1992 hasta la fecha—, llegaríamos a la conclusión de que la justicia actúa con eficacia; sin embargo las altas tasas de criminalidad y violencia subsisten.

“La justicia penal cumple una función sancionatoria y simbólica importante, —explicó—; pero si además de castigar la criminalidad queremos reducirla, es imprescindible que actuemos sobre los elementos que la promueven, lo cual compete a otras áreas de la acción estatal.

“Si solo centramos el objetivo en agravar las penas y aumentar la prisión preventiva, el resulta­do será la multiplicación de la violencia al sumar a la violencia del delito la de una justicia penal injusta, el crecimiento de la sobrepoblación carcelaria y los suicidios y homicidios dentro de las prisiones”.

Interrogado por Granma sobre los retos de la región para mejorar la situación en las cárceles, Carranza comentó que existen dos variables fundamentales sobre las que trabajar: “la estructura edilicia, o sea, tiene que haber espacio; y el número de funcionarios penitenciarios por cantidad de presos. Hay países, incluso, donde las cárceles poseen un funcionario por cada 100 privados de libertad, que es lo mismo que nada”.

Agregó que “solamente la justicia penal no re­duce el delito. Para esto se deben desarrollar me­­didas sociales y económicas dirigidas, par­tic­ul­ar­mente, hacia una adecuada redistribución de los ingresos, además de usar la justicia pe­nal con prudencia, porque no hay que usar soluciones pe­nales para resolver problemas sociales”.

Sobre la tasa de presos y presas sin condena en las cárceles latinoamericanas (personas que aun permaneciendo amparadas en el principio de inocencia pueden estar encarceladas), el presidente del ILANUD refirió: “Es notable que en el primer estudio que hicimos en 1980, el país que tenía mejor situación entre los de América Latina siempre estaba casi 10 puntos peor que el país anglosajón del Caribe con peor situación.

“Luego se fueron reestructurando los códigos penales y los códigos procesales penales, y en la actualidad la situación no es esta. Hay países en América Latina que han ido reduciendo de forma significativa sus porcentajes de presos y presas sin condena, pero todavía queda mu­cho por hacer, sobre todo en razón de que cada vez hay mayor número de casos penales y de población privada de libertad”.

Ante la grave situación penitenciaria en las cárceles del área, las prisiones privadas han surgido como una “alternativa”. Este negocio, como describe el propio Carranza en uno de sus artículos, comenzó hace más de cuatro décadas en los Estados Unidos y se fue extendiendo con la globalización por medio de grandes empresas transnacionales.

El fenómeno, dijo el especialista, no mejora el panorama. “Con una sobrepoblación como la que tenemos y en países de abultada deuda externa, se construyen estas cárceles a un altísimo costo, y a partir de ese momento la sobrepoblación se acumula en las cárceles estatales porque en las privadas hacen el negocio de que si el Es­tado pone un preso más debe pagar multa sobre ello.

“Está comprobado que los países con más cár­celes privadas son los que peor tasas de criminalidad tienen en el mundo. No se puede ha­cer negocio con la libertad ni la vida de las personas, eso puede llevar a los horrores más graves”.

El sistema de justicia penal en Cuba, añadió, es mejor que el promedio de los países del área. “Cuando he visitado cárceles en Cuba las he visto de excelencia. Alguien solía decir que la mejor cárcel es la que no existe, pero lejos de casos utópicos, dentro de la realidad penitenciaria, las cárceles de Cuba cumplen con los estándares de derechos fundamentales. Las que co­nozco me han causado muy buena impresión”.

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José Raúl Reina Martínez dijo:

1

27 de mayo de 2014

07:41:38


Soy de la opinión de Carranza, de que para reducir la población penal en nuestras cárceles es necesario que intervengan otros factores externos (sociales y económicos) aparejados al accionar del sistema judicial de nuestro país. También es muy importante que cada familia fomente como en décadas anteriores valores de respeto, solidaridad, honestidad, entre otros desde la cuna. Ello indudablemente evitará en gran medida la consumación de determinadas figuras delictivas que mayormente atentan contra los Derechos Patrimoniales, la Vida y la Integridad Personal, el Normal Desarrollo de las Relaciones Sexuales y la Infancia y la Juventud. En cuanto a lo que refiere el artículo de presas y presos sin condenas (privados de libertad) por alguna razón, considero no estamos ajenos y es algo en lo que tenemos que trabajar y vencer, pero en muchísimos casos detenemos para investigar, viendo solo la posición del actuante, no así la del presunto responsable de la acción, ello atenta contra el honor y la moral de las personas y se pierde credibilidad en el sistema y hasta pensamiento varia para el y sus familiares, tan solo por el actuar de una persona. De esta forma tampoco fomentamos valores.

José dijo:

2

27 de mayo de 2014

10:58:27


Soy de la opinión de Carranza, de que para reducir la población penal en nuestras cárceles es necesario que intervengan otros factores externos (sociales y económicos) aparejados al accionar del sistema judicial de nuestro país, la familia es la célula elemental de la sociedad, este es el principal renglón en la educación y formación de los valores de la ciudadanía y en especial en el de niños y jóvenes, es muy cierto que las mejores cárceles son las que no existen, pero para que ellas desaparezcan deben mejorar muchas cosas en todos los sistemas del mundo y no quiero referirme al nuestro que no deja de tener sus problemas por la situación de bloqueo al que estamos sometidos tanto al externo como al interno que en reiteradas ocasiones es tan cruel como el impuesto por la potencia imperialista.

Vivian Quesada dijo:

3

28 de mayo de 2014

09:57:17


Carranza tiene mucha razón en sus comentarios, sin embargo, creo que en nuestro país, se debe revisar el tema referido a los presos sin condena en las cárceles. En estos momentos, por ejemplo, tengo un caso en mi familia, específicamente mi cuñado, que por un supuesto delito económico en su empresa, lleva preso más de dos meses. Sabemos en la familia que es inocente, no solo por lo que él dice, sino porque no hay una sola prueba concreta que lo incrimine directamente, pero igual no nos compete juzgar eso. Lo que no entendemos es por qué lo mantienen preso, sin derecho aunque sea a esperar en su casa bajo fianza que termine el proceso y vaya a juicio donde se esclarezca el asunto. ¿qué peligro para la sociedad puede representar que una persona que supuestamente cometió un delito económico permanezca con su familia en tanto no sea condenado o liberado de cargos?. Si esa persona, como otros que conozco, después de estar varios meses preso, se determina que es inocente ¿quién repara el daño psicológico hecho a él y a su familia?. ¿No puede ser esto también políticamente dañino para nuestra sociedad?. Entiendo que hay casos y tipos de delito como asesinatos, violaciones, robos con fuerza, etc. que puede ser peligroso que las personas estén en libertad en tanto son condenadas, pero hay casos como el que describo que no tienen justificación. Siempre hemos escuchado que las personas son inocentes en tanto no se demuestre lo contrario.