ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Maritza siempre encuentra tiempo para escuchar y aconsejar. Foto del autor

BAYAMO, Granma.— Sin manuales sociológicos ni acopio de teoría alguna, la bayamesa Maritza Acosta ha demostrado que no existe “ejercicio” que se salve de la estrechez de la formalidad y el ensayo, si no se hace constante ni se vuelve práctica cotidiana.

Desde un inicio reconoció también que en un contexto complejo como el de las indisciplinas sociales, revertir tan grave cuadro no era cosa de uno ni dos ejercicios, pero aceptó el reto, y en sus más de tres años a cargo de su barrio como presidenta cederista, ha convertido a la cuadra en la evidencia más creíble de su rol allí.

Situado en la populosa avenida 26 de Julio —que divide dos repartos netamente residenciales de la ciudad de Bayamo—, el CDR suyo no era ni por asomo el que es hoy.

“La música no era cuestión de placer, sino un medio de competencia entre los vecinos por lograr el volumen más alto; un infierno ruidoso en que no se distinguía un género ni una canción”, dice el joven ponchero Hermes Ramírez, de los más entusiastas en las actividades del barrio.

“No había esquina que no fuera dominio de algún grupito flotante, descamisado y escandaloso, y la venta ilegal de cualquier producto pululaba en ambas aceras, con abierta impunidad y sin respeto a ningún orden”, recuerda Caridad Martínez, dependiente de bodega.

“Pero el número de indisciplinas —considera Maritza— superaba cualquier lista apurada que ahora quisiéramos hacer; por lo cual decidimos, una vez renovado el ejecutivo cederista, identificarlas una a una, determinar las personas más reincidentes y emprender entonces una ofensiva personalizada, basada en la conversación cara a cara, a fin de persuadirlos de un modo pacífico y formador de conciencia.

“Aunque nunca me cansé, tuve mis reservas y temores, pero los frutos no tardaron en comenzar a notarse, y si las primeras veces cumplían quizá por compromiso al verme pasar, lo cierto es que se fue haciendo costumbre el no andar descamisado, ni gritando palabras obscenas, ni vendiendo o revendiendo cualquier cosa, y hasta oyendo la música en su espacio, sin invasiones a la tranquilidad ajena.

“Creo, en primer lugar, que ha habido una consideración al trabajo colectivo, que empezó por el ejecutivo, con Carlos Alvarado, Caridad, la muchacha de Cultura y Deporte…; pero que poco a poco contagió a todo el mundo, y arrastró cada vez a más vecinos, y aquellos mismos que iban librándose de los malos hábitos se fueron sumando a todo cuanto hacíamos por el barrio.

“Considero que el ingrediente fundamental fue haber logrado la participación, involucrar a la mayor parte de las personas en la crítica y el enfrentamiento. Cada problema es de todos, y se resuelve aquí, entre todos, sin necesidad de que intervenga, por ejemplo, la policía”, apunta la presidenta del CDR.

“No obstante, somos parte de una avenida por donde transita mucha gente no conocida. El reparto es en sí mismo complejo en cuanto a manifestaciones de indisciplina y es difícil estar ajenos a esas influencias; pero tener nuestra propia dinámica, basada en el respeto, la convivencia y la colaboración, es sin duda una fortaleza para nosotros y un ejemplo para los demás”.

En la cuadra de Maritza la gente no es distinta a la media de los barrios cubanos, y en pocos metros también tiene esos clásicos puntos, proclives a la reunión espontánea de personas “con más tiempo que otras”: seis poncheras, una cafetería, cuatro esquinas, y decenas de portales que convocan al dominó y su lenguaje.

Pero justamente allí comenzó la ofensiva paciente y colectiva, y aunque no se perdió ningún espacio, ni sus “convocatorias”, el juego de dominó o el debate de pelota continúan hoy sin finales calientes, sin palabras vulgares al oído de todos, sin torsos desnudos que rocen al transeúnte, al “ponchado” que espera su servicio, o a quien rompe el ayuno en la cafetería.

Tampoco en la cuadra son términos ambiguos guardia cederista, ni debate franco, ni crítica oportuna, ni reconocimiento y participación activa; “por el contrario, funcionan como un reloj y son las más grandes garantías de la tranquilidad que vivimos”, apunta Maritza.

Por tales razones fue escogida aquella cuadra para el inicio en la provincia de Granma del II Ejercicio Nacional de Seguimiento y Control de las Indisciplinas Sociales, y estuvieron allí altos representantes de la Fiscalía, la Policía, los CDR, el Partido y del Gobierno.

Maritza es una convencida de que “las mejores soluciones a los problemas del barrio, se piensan y practican dentro de este y con su propia gente”.

Según se supo en la plenaria, tales reuniones, debates, intervenciones comunitarias o como quiera llamarse, siempre bajo el epíteto de “ejercicio”, se repetirán de un modo u otro a lo largo de mayo, en más de 1 700 cuadras de esta provincia oriental.

Allí nadie dudó de la experiencia y el alcance posible, pero aquel escenario ya daba la mejor lección: ningún ejercicio valdrá la pena si no tiene garantías en la constancia. Sus frutos solo se verán cuando cada quien entienda —o la fuerza del ejemplo cercano le haga entender— que el civismo y la decencia son cualidades humanas que también garantizan el progreso, y salvan pueblos enteros de la oscuridad, la intolerancia y lo salvaje.

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moises ramos dijo:

1

9 de mayo de 2014

12:45:45


Eso está bien. Y es bueno que se masifique entre los CDR de Bayamo y de todo el país. Pero las autoridades institucionales (tanto técnicas como represivas)? Por qué no actúan como debieran? Por qué no se hacen cumplir las normas, que suponemos existan en contra esas manifestaciones de falta de urbanidad?. No, no creo que ese enfrentamiento tenga que recaer en el ejecutivo del CDR, lo de ellos, es eso, educar. El resto de las cosas (legislar y reprimir), que lo hagan los que lo tienen que hacer.