
HOLGUÍN.—Integrar la familia de los azucareros y proceder de la Enseñanza Técnica y Profesional son cosas de las que no se arrepiente Jorge Dayán Cuba, joven elogiado en el central Urbano Noris, en el municipio de igual nombre, por la responsabilidad mostrada desde que comenzó a trabajar allí dos años atrás.
Wilmer Pupo Suárez, primero tutor y ahora compañero de trabajo del muchacho, dice que con este se puede contar a cualquier hora para acometer la más compleja e inesperada tarea. “Es así desde que se presentó a las prácticas laborales. Por eso supe que tenía madera para ocupar una plaza en nuestro central, desempeñarse bien y continuar la tradición laboral de primos y otros parientes”.
Jorge habla lentamente y trasmite seguridad. Narra que se graduó como Técnico Medio en Electricidad en el Politécnico Guillermón Moncada, de la localidad. Para él los cuatro años de estudios estuvieron llenos de sorpresas, porque descubrió cosas interesantes en las clases, sobre todo cuando lo enseñaron a manipular el interior de motores y sistemas eléctricos en general, guiado por profesores con conocimientos de lo que hacían.
“Entre las cosas que más me agradaban estaban las visitas semanales al central mientras fui alumno. Conocí todas las áreas, porque nos rotaron por ellas y nos relacionamos con especialistas experimentados que no tenían miedo de compartir sus conocimientos”.
En cuarto año, recuerda, vino a hacer las prácticas en el área de centrífugas y estrechó relaciones con Wilmer, un hombre con amplios conocimientos y hábitos de superación que inspiran. Cree que en ese momento decidió que si le daban una oportunidad, trabajaría en el complejo sitio.
Luego se produjo la graduación en el Politécnico y a esta le siguió la etapa de adiestramiento en el central. Ni corto ni perezoso escogió las centrífugas.
Se pegó más a Wilmer, quien siguió siendo solidario, incrementó el intercambio de conocimientos sobre los equipos y sus sistemas y le dio oportunos consejos para lidiar con la vida.
Entonces la realidad le ofreció la ocasión de convertirse en operador de centrífuga, lo cual aceptó. Bastó que un jefe de brigada se lo propusiera. El resto de los compañeros también estaban seguros de que triunfaría y lo apoyaron. Hoy tiene la categoría de primera, tras capacitarse en un curso impartido en el centro de trabajo por uno de los mejores especialistas.
“Trabajo turnos de 12 horas y estoy pendiente de la regulación de la máquina en el proceso de purga, para que el azúcar salga con calidad. Desde el primer día los operadores con largos años en estos puestos me enseñaron a manipular las máquinas a través de sus mecanismos de control y a seguirlas por el ruido.
“Aquí no valen los descuidos porque se viene abajo el proceso productivo. Por eso, junto con el ayudante, estoy pendiente del nivel de la masa y de la regulación de la centrífuga”.
En cuanto a los conocimientos que posee sobre electricidad, dice que lo sitúa en mejores condiciones para trabajar en el área sometida a constantes procesos de renovación técnica. Hace poco fue mejorada con la instalación de modernas válvulas electromagnéticas en cuatro máquinas, además de modernizar los paneles de mando del local desde el cual se controlan las operaciones.
“A veces, cuando estoy en tiempo de descanso, me encuentro con alumnos del Politécnico y les digo que, si tienen interés por trabajar en el central, no lo piensen dos veces y traten de obtener una plaza. Con lo que aprendes en las aulas, las prácticas laborales, el interés personal, y especialmente con la ayuda de los compañeros de trabajo, aquí se te abre cualquier camino”.
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