
HOLGUÍN.— A Tamara Cobas Columbié no le importa que los buques que arriban a Antilla compitan con el tamaño de un edificio de diez plantas, como es el caso del crucero Louis Crystal. Con el mar en calma u olas desafiantes se va a esperarlos y los aborda a la entrada de la Bahía de Nipe, a una milla del Faro de Punta de Mayarí, que le recuerda permanentemente no haber equivocado el rumbo de su vida cuando escogió el oficio de práctico de puerto.
Es comunicativa, sin asomos de vanidad, aunque bien podría padecer de esto último, porque ninguna otra mujer en Cuba asume hoy los desafíos de guiar buques de carga o de pasajeros hasta seguros espigones.
Tiene historias para contar. Entre ellas, su traslado desde Ciego de Ávila, provincia de la que procede, a Banes, después de casarse con un muchacho que vive allí. “Me había desmovilizado de las FAR y como cursé estudios en la Academia Naval, busqué una profesión afín, la cual encontré en el municipio de Antilla, entre los prácticos”.
No hubo concesiones durante el periodo de preparación de aspirante al puesto, recuerda. Tuvo que estudiar cada detalle geográfico del área de ubicación de varios puertos, entre ellos Vita y Nicaro. En particular tenía que fijar las características de los fondos marinos y las travesías.
“Luego fui examinada por los especialistas de Seguridad Marítima que radican en Santiago de Cuba y emitieron el certificado que me calificaba como Práctico. A partir de ese momento empecé a subir a bordo con un compañero de experiencia”.
Tenía expectación, pero nunca dudó en hacer bien las operaciones. A los conocimientos recién adquiridos, se sumaba lo aprendido en la Academia Naval del Mariel. “Allí, cada vez que terminas un año, se sale a alta mar. En esas jornadas fuimos a Cienfuegos, a la Isla de la Juventud y a otros sitios. El centro está reconocido internacionalmente, tiene un programa de estudios muy objetivo, con profesores de primera”.
“Al llegar a este lugar había cuatro prácticos. Mostraron amabilidad, pero al mismo tiempo noté cierta reacción extraña y comprendí que mi presencia iba contra sus rutinas cotidianas.Se preguntaban qué sucedería cuando me correspondiera abordar un buque en medio de los frentes fríos, cuando las olas son altas y debes ascender por la “escala de gatos”, que es de soga, con peldaños de madera.
“Con el tiempo se convencieron que era cuestión de voluntad, pericia y decisiones oportunas. Así y todo he pasado mis sofocos. En la entrada de la bahía de Nipe las olas son altas, en correspondencia con la profundidad y eso debes tenerlo en cuenta. Pueden presentarse olas de 5 metros de alto, razón por la que el buque a abordar y la lancha de los Prácticos se mueven violentamente y la aproximación resulta peligrosa.
“Cuando ambas embarcaciones están todo lo juntas posible, espero que nuestra lancha se coloque en la cresta de la ola y atrapo la escala con fuerza; para descender espero un momento similar, de lo contrario puedo ser aplastada”.
Uno de los mayores apuros lo pasó a bordo del Pélagos, buque petrolero de 236 metros de eslora (largo). Sucedió durante una noche, después de las tensiones originadas por permanecer en vigilia para asegurar la descarga de combustible en el Campo de Boyas de Felton.
“Se presentó un brisote con una velocidad aproximada de 14 metros por segundo y hubo que desatracar, para evitar la ruptura de las conexiones y un peligroso derrame. A pesar de la marejada tan fuerte los remolcadores hicieron la custodia de salida al barco, pero apenas sacaron las proas de la bahía, debieron regresar.
Como Orquídea en mar bravo “Los compañeros me contaron que se preguntaban cómo me las arreglaría para retornar al puerto. De verdad que no encontraba la forma de hacerlo y sentí miedo. El barco estaba en lastre, es decir, vacío. Cuando permanece en ese estado también lo llamamos alteroso, que significa muy alto.
“No obstante, vinieron a buscarme, cosa agradable, porque sentí que no me abandonaban. Llegado el momento, tomé la escala de gato, descendí hasta los últimos peldaños y salté rápidamente a la cubierta de la lancha de los prácticos. Los tripulantes del buque estuvieron pendientes de cada una de mis acciones y estoy segura que sintieron alivio al ver que me sobrepuse a la riesgosa situación”.
Debido a ese comportamiento y la profesionalidad revelada, le manifiestan respeto las tripulaciones que mantienen línea fija al puerto de Antilla. Y si es una embarcación de gran porte que por primera vez pone proa hasta estos lares, Tamara sabe que el prestigio adquirido desde que comenzó a ejercer como Práctico en el 2007 es suficiente para echar abajo las dudas que percibe cuando comunica al capitán que tendrá a bordo una mujer para guiarlo.
Para suprimir objeciones, cualquier visitante primerizo de ultramar puede consultar el currículum de esta mujer de 32 años. Se calmará al conocer que a principios del 2014 revalidó el título de Práctico, igual que hizo tres años atrás con la categoría de Oficial de Puente. Y sentirá mayor seguridad al percatarse que ella jamás ha evadido los cheques psicofisiológicos realizados por especialistas en Seguridad Marítima con el fin de comprobar la actitud ante sucesos inesperados.
Madre de un niño de 16 meses, reconoce que esta es una de sus inspiraciones actuales. Pero enseguida habla de Orquídea Pérez Hernández, la cubana que en los 60 del pasado siglo originó en todo el mundo los más diversos comentarios por convertirse en Práctico de puerto, lo que equivalía a desafiar al mar, y muy especialmente a los hombres, quienes hasta ese instante creyeron que el destino les había reservado con carácter exclusivo la apasionante profesión.
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Dulce Cristina Coto Pérez dijo:
1
17 de abril de 2014
17:10:09
Jesus Carmenate Pena dijo:
2
17 de abril de 2014
18:26:15
José Luis Falcón Cuadra dijo:
3
22 de abril de 2014
11:08:48
jose Hung dijo:
4
4 de abril de 2020
00:08:43
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