
CAMAGÜEY.— Transcurridos 17 años desde que por Decreto del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros surgiera aquí la Oficina del Historiador, su joven y emprendedor colectivo asume con genuina hidalguía el nada fácil reto de aunar voluntades en la preservación de la memoria material y espiritual de la provincia.
Prestigio bien ganado el de esta institución, que parece multiplicarse, junto a otros organismos y entidades, en decenas de obras de restauración, programas de reanimación urbanística, relevantes investigaciones arqueológicas e innumerables acciones educativas y de promoción sociocultural.
Sin embargo, convencidos de que no todo lo hecho es perfecto, apenas festejado el cumpleaños 500 de la fundación de la villa principeña han hecho un alto en el camino para juntos, directivos y trabajadores, analizar y evaluar de manera crítica los desaciertos e insuficiencias en su gestión.
Como señalara José Rodríguez Barreras, su director, el reto más complejo, y a la vez motivador, que asume hoy la Oficina es trabajar porque prevalezcan los valores excepcionales que hicieron posible la inclusión del núcleo más antiguo de su centro histórico en la Lista del Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Con ese propósito, el Programa Ciudad 500 demostró en su primera etapa de ejecución la existencia de múltiples reservas locales, cuando se logra una concertación efectiva entre los actores territoriales y una oportuna movilización de los recursos materiales, financieros y humanos.
No obstante, el fervor constructivo previo a la conmemoración dejó entrever también fi-su-ras visibles en el acabado y calidad de las obras, algunas de las cuales sufrieron atrasos en los cronogramas, todo como consecuencia de una débil exigencia técnica y administrativa por parte de los constructores e inversionistas.
A conservar la ciudad con cultura llamó, por su parte, el historiador Fernando Crespo Ba--ró, pa-ra lo cual propuso que "toda intervención urbana sea consultada con la Oficina, que agrupa a prestigiosos especialistas, para que los proyectos nazcan bien desde su misma concepción".
Una urbe ahora más bella y funcional requiere igualmente de un mayor esmero en su cuidado y protección, responsabilidad a asumir por cada uno de los habitantes, a través de un adecuado comportamiento ciudadano y una actitud de rechazo y enfrentamiento a las ilegalidades y la indisciplina social.



















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