
Acaso el apellido libanés heredado de su padre le puso aún más alta la meta. No podía ser menos porque todos esperaban más de él, como siempre sucede con los hijos de los grandes sabios.
Gustavo no los defraudó. Su pasión por la microbiología y parasitología le enrumbó el camino; y sobraron luego las distinciones que avalaban sus aportes en el campo científico.
Nunca abandonó el laboratorio, allí se gestaron sus sueños y grandes logros, allí se convirtió en un incansable estudioso de las enfermedades tropicales, especializándose en Virología. Allí se ganó el respeto de la comunidad científica y del pueblo para el cual trabajaba.
Fundador del sistema cubano de investigaciones biomédicas, el eminente profesor dedicó esfuerzos a la lucha contra el dengue y su agente transmisor, el mosquito Aedes aegypti.
Al frente del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), del cual fuese nombrado Honorífico Director Fundador, trabajó para proteger a la población contra la introducción o reintroducción de enfermedades consideradas exóticas, como la malaria, que ya se había erradicado en el país.
Ayudar a los países del Tercer Mundo, desarrollar la ciencia en el campo de la Bacteriología, Virología, Micología y Parasitología, Epidemiología e Infectología, así como la atención integral al paciente de SIDA, fueron otros de los propósitos de su vida.
Héroe del Trabajo de la República de Cuba y merecedor entre otras tantas de la Orden Carlos J. Finlay, Hijo Ilustre de la Ciudad de La Habana, pero sobre todo hijo amado y respetado de Cuba.
Un día como hoy, 11 de enero, pero de 1936, nació el profesor Gustavo Kourí Flores, uno de esos hombres buenos, que podemos llamar imprescindibles.



















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